Liturgia
Parece a primera vista como un desafío de Pablo a los fieles de Filipos
(2, 1-4). Es un texto corto pero muy rico. Pablo les pone delante a los
filipenses un test que manifieste su adhesión. En realidad no es un desafío ni
una duda sino la ocasión para manifestar su relación con el Apóstol: Si queréis darme el consuelo de Cristo y
aliviarme con vuestro amor… Es una primera “condición”. A un Pablo que está
en cadenas, que vive la soledad de su
prisión, se le puede ofrecer un consuelo
y un alivio… Es lo que le pone delante a sus fieles. Y continúa: si nos une un mismo Espíritu y tenéis
entrañas compasivas… (segunda condición). Parecería que va a pedirles algo
para sí. Sin embargo lo que Pablo les pide para mostrar esas actitudes que les
ha dicho, es que le den la gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo
amor y un mismo sentir. Eso es lo que Pablo pide “para sí”: que ellos
estén viviendo la unidad de pensamientos y corazones…, que ellos vivan el amor y
tengan un único sentir. Lo que Pablo quiere es el bien de ellos, la verdadera
comunidad, que no haya voces discordantes ni sentimientos distanciados. Que no obréis por envidia o por ostentación…,
que no se produzcan facciones entre los miembros de la comunidad de Filipos,
sino dejaos guiar por la humildad.
Todo lo que llevamos visto nos parece evidente, lo
experimentamos como algo precioso, nos parece que Pablo está dando una gran
lección a los filipenses. Pero yo creo que lo útil es traspasarlo a nuestra
realidad, porque ya no se trata de agradar a Pablo sino de vivir la esencia
misma cristiana…, de vivir actitudes cristianas. Y eso nos incumbe a nosotros lo
mismo que a aquellos. Esto es planteamiento básico de Jesucristo, que pide que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado.
No está diciendo Pablo algo nuevo. Lo está personalizando para mover los
sentimientos de los fieles, y lo está presentando como una prueba de amor a él.
Pero en realidad está tocando el nervio esencial del evangelio. Que, por tanto
podríamos leer nosotros como una palabra directa del Señor a cada uno en
nuestro interior: si queréis aliviarme y
ser mi consuelo, si os une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas,
dadme esta alegría: manteneos unánimes y concordes, con un mismo amor y un
mismo sentir. Merece la pena esa reflexión en primera persona.
Todavía añade Pablo algo definitivo: Considerad siempre superiores a los demás; no os encerréis en vuestros
intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Esto es lo que
constituiría un magma cristiano fundamental. Que no se produjeran juicios sobre
los otros, que siempre hubiera una mirada limpia sobre lo que interesa a los
otros y en el modo en que cada cual se desenvuelve. Eso es lo que Pablo puso
ante los ojos de aquella comunidad. Y es lo que se extiende a nuestra
experiencia como cristianos.
El evangelio es de Lc. 14, 12-14, también breve, y
continuación del que tuvimos el sábado. Entonces Jesús les decía a los fariseos
que no buscaran los primeros puestos en los banquetes, sino que se situaran al
final. Hoy les marca otra “norma”: cuando invitéis a una comida, no lo hagáis a
vuestros familiares y amigos y vecinos ricos, porque ellos corresponderán
invitándoos a vosotros, y con eso quedáis pagados. Invitad a pobres, lisiados, ciegos y cojos (el Señor se ha ido
precisamente a los desheredados de la fortuna y de la sociedad…, a los más
despreciados de aquella cultura). Y de ahí concluye algo que no está en los
libros humanos: ¿por qué invitar a esos desgraciados? Porque no pueden pagarte. Te pagarán
cuando resuciten los justos. Aquí se ha subido Jesús a la fe, a lo
sobrenatural. Ya no va a haber paga en lo humano porque esos pobres no pueden
pagar. Pero ellos mismos serán los que paguen cuando hayan alcanzado la otra
vida, y sean ellos los que están en el tren de los justos. Por eso no ha planteado
Jesús una ventaja humana. Si en la primera parte de este episodio podía parecer
que recurría a la “astucia” de irse al final para ser luego dignificados por el
anfitrión, ahora queda muy claro que no
se trata de astucia humana y de ventajismos humanos. Estamos ante otro planteamiento
absolutamente diverso: la paga de lo bien hecho y de la humildad y de la
caridad, no está en esta vida. Trabajamos para vivir la felicidad de la otra.
Claro que esto o se acoge desde la fe y se acoge de verdad, o Jesús ha sembrado
en barbecho.
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