Liturgia
Una nueva página de Pablo que es de una gran belleza. Filip 1, 18-26.
Hay algo que para Pablo es esencial: que
se anuncie a Cristo. Por ello se alegra y se seguirá alegrando. Eso será
bien suyo. Ahora, como siempre, Cristo
será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo y una ganancia el
morir. Y se plantea un dilema: por una parte anhela el morir porque es
así como se encontrará definitivamente con el Señor. Por otra parte puede que
sea más provechoso para la comunidad cristiana el seguir viviendo. Y –en la
parte que a él le toca- no sabe qué
escoger. Me encuentro en esta alternativa. Y como piensa que puede ser más
necesario para aquellos fieles, siento
que me quedaré y estaré a vuestro lado para que avancéis alegres en la fe.
Es el hombre que deja de pensar en sí mismo y sólo mira lo que aun puede
servir. Y acaba “escogiendo” la vida y el servicio. También ahí su vida es Cristo, y renuncia a la
“ganancia personal” de morir todavía.
Con razón el SALMO elegido para acompañar esta lectura es
el 41: Mi alma tiene sed del Dios vivo;
como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
A la vez que renuncia por ahora a ese manantial de su felicidad personal y se
vuelca en el celo paternal por su comunidad de Filipos.
Como este año los domingos están siguiendo a San Lucas, nos
encontramos con frecuentes repeticiones de materias que están frecuentemente
tratadas. Hoy, con Lc 14, 1. 7-11 entramos en aquella observación que hace
Jesús en el convite al que le ha invitado un fariseo. Observa que los comensales casi se
disputan los primeros puestos para estar en lugar preferente. Algo tan distinto
del modo en que Jesús plantea la vida. Y se atreve a intervenir. Y les dice: Cuando os conviden a una boda, no os sentéis
en los puestos principales, no sea que hayan convidado a otro de más categoría,
y vendrá el que os convidó a unos y a otro os dirá: Amigo, cédele el puesto a
éste. Entonces quedaréis abochornados y tendréis que ocupar los últimos puestos.
Debió de resultarles, por una parte, un poco rara y hasta
ridícula aquella observación de Jesús. Para ellos era impensable eso de no
buscar los primeros puestos. Pero por otra parte no dejaban de comprender que
llevaba toda la razón. Y hasta es posible que alguna vez les hubiera podido
ocurrir algo de eso. Y si no es que tuvieran que irse a los últimos puestos, sí
pudo ser alguna vez que tuvieran que ceder el puesto a otro. Por eso la
enseñanza que les estaba dando les era agridulce, porque no la querían aplicar
pero no la podían negar.
Jesús les insinuó la táctica contraria: id a situaros en los últimos puestos, y
cuando os vea el que os convidó, os dirá: Amigo, sube más arriba. Y entonces
quedaréis bien ante los demás.
En principio puede parecer una lección de astucia humana:
situarse en último lugar para ser luego honrados. Pero Jesús va con su idea
repetitiva en la que quiere centrar su mensaje: Porque todo el que se enaltece, es humillado, y el que se humilla, es
enaltecido, que ya no es cuestión de puestos en un banquete sino de actitud
de humildad y fondo de pobreza en que Jesús fundamenta la enseñanza y posesión
del Reino. Es la primera bienaventuranza, que corresponde a los pobres, los humildes, los desahuciados de
los hombres, pero que, sin embargo, están mucho mejor situados para poseer el Reino.
Esa lección es la que ni entendían ni querían entender los
fariseos. Ni aquellos del convite, ni aquel otro que oraba en el templo
pavoneándose de sí mismo, ni tantos que alargaban sus filacterias para aparecer
a los ojos de las gentes como más santos. El fariseo es el tipo que siempre
pretende estar en la cogolla. Por eso también chocaban tanto con Jesús, porque
eran dos concepciones de la vida absolutamente opuestas.
No deja de ser interesante para hacer nuestros exámenes de
conciencia, que muchas veces se reducen a cuatro detalles más o menos
concretos, pero que no se adentran en esos hilos conductores del por qué de
nuestros actos. Y a lo peor esos detalles que aparecen en la cogolla tienen
unas raíces más hondas, y están en la línea de ese sentirnos situados “en los
puestos principales” de nuestras virtudes. Pero que si se pincha el globo, más
al fondo tendrían que decirnos: “amigo, baja más abajo”…, ahonda más, descubre
lo que hay allí en ese subconsciente dormido. Y piensa que no es tiempo perdido
hacer esa introspección de las raíces ocultas, cuando ahí es donde se alimentan
determinados defectos que nunca llegamos a abordar.
"Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda la Creación".En cualquier época de la historia la Iglesia se siente obligada a evangelizar. El Santo Concilio Vat. II invita a todos los católicos a hacerlo según sus capacidades, aprovechando todas las ocasiones, suscitadas o puntuales, para anunciar a Cristo con la palabra y llevar a los creyentes y a los no creyentes a estimularlos a un mayor fervor de vida. Si la predicación oficial del Evangelio la realizan los ministros ordenados, los fieles deben colaborar como aquellos hombres y mujeres que ayudaban a Pablo. Todos los bautizados, fieles a su Bautismo, están obligados a enseñar, no su propia sabiduría, sino la Palabra de Dios.El Señor nos invita a compartir la mesa de la Palabra y la Eucaristía y a poner al servicio de los demás lo que se nos ha dado.
ResponderEliminarNuestro examen de conciencia no siempre es riguroso...Lo hacemos al final de la jornada; tenemos sueño...Nos quedamos en la superficie por miedo a encontrarnos cosas desagradables...