Liturgia
Continúa la carta a los gálatas y en ella el intento de Pablo de
hacerles ver a los destinatarios que el verdadero evangelio es el que él les
predicó y no el que los judaizantes les han pretendido meter. El evangelio
auténtico se fundamenta en Jesucristo, que ha traído la libertad y la
salvación; los judaizantes les quieren llevar al terreno de que sean ellos los
que se esfuercen en salvarse a base del cumplimiento de sus leyes y la puesta
en práctica de sus obligaciones. Es decir: no libres sino atados por las
cadenas de la esclavitud a la ley.
Para ello recurre hoy a una disputa del tipo de las
escuelas rabínicas, que haciendo pie en un hecho histórico, sacan unas
consecuencias de profundidades religiosas. Gal 4, 22-24. 26-27 trae el caso de
Abrahán. Su esposa es Sara y es estéril. Agar es la esclava, a la que Abrahán
se une para poder tener hijos. Pero naturalmente el hijo de Agar es esclavo, no
es hijo en plenitud de derechos. Y Sara, a pesar de su esterilidad, concibe un
hijo por la promesa de Dios, que interviene para dar descendencia a Abrahán.
Ese hijo de Sara es hijo libre, hijo que depende del favor de Dios, del regalo
de Dios, de la promesa de Dios.
Ambas mujeres –dice Pablo- representan a los dos
testamentos: el Antiguo, en Agar, esclavo de las leyes. El nuevo en Sara, libre
y dependiendo del regalo de Dios. Es el que ha traído Cristo, por el que somos
salvados sin intervención nuestra (porque nosotros, caídos, no podíamos hacer
nada en nuestro favor; necesitamos ser levantados de nuestra postración. Y fue
Cristo quien nos levantó por su muerte y su resurrección gloriosa).
En Lc 11, 29-32 Jesús se lamenta de aquella generación…
Pide un signo… Con tantos como ha dado Jesús a lo largo de su vida pública. No les
han bastado. Piden ahora “un signo”, como si con ese último signo fueran a
creer. Y Jesús ya no va darle más signo que el de Jonás. ¿Y a qué signo se
refiere Jesús en este texto de Lucas? A la predicación de Jonás, que obtuvo la
conversión de Nínive. Fue el signo de la palabra profética, de la fuerza de
aquella exposición lo que acogieron los ninivitas y les bastó para hacer
penitencia de su pasado y entrar en una nueva situación de paz.
Y les dice Jesús a aquellos que le piden el signo: Cuando
Salomón, la reina del Sur vino atraída por su sabiduría. Pues ahora vendría
otra vez y condenaría a esta generación, ¡porque
aquí hay uno que es más que Salomón! Y los habitantes de Nínive se
levantarían contra esta generación porque ellos se convirtieron por la
predicación de Jonás, ¡y aquí hay uno que
es más que Jonás!
Jesucristo es el gran signo. Su vida y su obra son la gran
demostración de su verdad. Y su verdad es la salvación que trae el Mesías de
Dios, que se prolonga a través de la Iglesia, ahí donde se hacen patentes las
obras de Jesucristo y el proyecto de Dios.
Pero yo me quedo mirando a nuestra actual generación, también pervertida,
que quizás ya ni pide signos porque se ha situado tan al margen del
planteamiento evangélico. El proceso ha sido el del “escándalo” sobre la
Iglesia. Y de ahí se ha seguido el abandono del mismo Cristo Salvador.
La verdad es que –ya sin mucho remedio- no supimos darle
una visión amable y ejemplar de la Iglesia. Quizás nos detuvimos demasiado en
las ramas y no fuimos al tronco. El hecho es que aquella imagen de la Iglesia
les produjo repulsa. Y como detrás de esa Iglesia estaba Cristo, con el rechazo
de la Iglesia vino la ignorancia sobre su Fundador. No conocieron al Cristo del
Evangelio. Lo que se les dio fueron muchas formas externas, y eso no convenció,
no atrajo. Y se quedaron sin Cristo, y se quedaron sin nada. Esa es la generación
amplia de nuestro tiempo.
Quiere decir que el gran signo que hoy tenemos que
recuperar es a Cristo, al Evangelio, al Reino que trajo Jesús. A la predicación
de estilo Jonás, incisiva, convincente, veraz… A la ejemplaridad de Cristo, al
que nadie puede argüir de pecado… Lo que se nos está pidiendo es una actitud
muy firme de sinceridad, de verdad, de santidad, a la que somos llamados por
nuestro bautismo y nuestra fe, por nuestras convicciones. Y porque nos formemos
también con “sabiduría cristiana”, para dar la nota como aquel Salomón que hizo
admiración, a quien vino la reina del sur… ¡Y aquí hay uno que es más que
Salomón!
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