Liturgia
San Pablo hace a los fieles de Éfeso una interesante afirmación, (1,
11-14): Con Cristo hemos heredado también
nosotros, los israelitas. A esto estábamos destinados por la voluntad de
Dios. De suyo era al pueblo de Israel al que estaba primeramente dedicada la
obra salvadora mesiánica. Ahora bien: no se ha quedado todo en Israel: También vosotros –que habéis escuchado la
verdad, la extraordinaria noticia de que habéis sido salvados- habéis sido marcados por Cristo con el
Espíritu Santo prometido.
San Lucas 12, 1-7 nos aporta un texto que no hace tanto
tiempo que lo comentamos. Nos dice el evangelista que las gentes que seguían a
Jesús se agolpaban de tal manera que hasta se pisaban ya unos a otros. Y en ese
contexto Jesús se dirige primeramente a los discípulos y les advierte que tengan cuidado con la levadora de los
fariseos: o sea, con su hipocresía. Era claro a lo que se refería Jesús
bajo la imagen de la levadura. Y está bien puesta esa imagen porque “un poco de
levadura hace fermentar toda la masa”, y había que tener mucho cuidado con las
mínimas formas de aquella casta.
Advierte Jesús que nada
hay encubierto que no llegue a descubrirse; nada escondido que no llegue a
saberse. Por eso lo que digáis de noche, se repetirá a pleno día, y lo que
digáis al oído en el sótano, se pregonará desde las azoteas. Es una
advertencia muy humana y muy interesante. En relación con lo dicho antes, la
“otra levadura” –la de los discípulos- debe ser clara, diáfana. Porque nada
queda oculto y lo que digan, por muy en privado que sea, va a salir al público.
De donde se sigue la enorme importancia que tiene el que el discípulo de Jesús
sea sincero y cabal. Que no diga nada que no deba poder publicarse. Hoy se
diría: que siempre piense que hay un micrófono abierto y que no va a permanecer
en secreto cualquier cosa que diga.
La aplicación práctica a nuestros comentarios de cosas y
personas queda muy claro. Hay que ser siempre limpios y prudentes en todo lo
que se dice. Es una verdad como un templo que “seremos dueños de nuestros
silencios y esclavos de nuestras palabras”, porque lo que se dijo, queda ahí y
se va a conocer antes o después. Y así lo advierte y enseña Jesús.
Pienso que es un dicho completamente separado de lo
anterior, el que viene a continuación: A
vosotros os digo, amigos míos, que no tengáis miedo a los matan el cuerpo, pero
no pueden hacer más. Os voy a decir a quién debéis de temer: al que tiene poder
para matar y después echar en el fuego. Recuerdo, siempre que llego aquí, a
una persona de vida espiritual que se estremecía ante esta afirmación, que veía
aplicada a Dios. Yo digo que no se puede aplicar a Dios tal acción de “matar y
luego echar al fuego”. Un Dios que es Vida y ama la vida, y envía a su Hijo
para que nos dé vida, no puede ser el “sujeto” de esa oración gramatical. En
cambio sí es una advertencia seria para no dejarse ganar por el autor de la
muerte –el demonio- que ese sí que busca matar y echar al fuego, que es su
lugar propio. A ese tenéis que temer; os
lo digo yo (fue la frase de Jesús).
Y para darle más énfasis a esa explicación, Jesús se pone a
ensanchar el sentido de la confianza en Dios: No se venden dos gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se
olvida Dios. Por tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y
los gorriones. Jesús ha hecho una clara contraposición entre el que hace el
mal y da muerte y el que hace el bien y se ocupa hasta de los gorriones.
Finalmente queda otra frase, que también espeluznaba a
aquella alma a la que me he referido, precisamente por entenderla al revés. Hasta los pelos de vuestra cabeza tenéis
contados. Y aquella alma interpretaba: “Dios no me deja pasar una”. Cristo
dice: no cae un cabello sin el permiso de Dios. Ya se cuida Dios hasta de ese
detalle. Dios, que se ocupa de los gorriones, se ocupa también de ese cabello
que tenemos en la cabeza. Y si cae, será con la autorización de Dios. Lo que
expresa en la mente de Jesucristo algo más substancial que ese pelo que cae:
expresa todo el cuidado providencial que tiene Dios de la vida de cada persona.
Y una vez más vendría a colación aquel estribillo de Jesús: No
tengáis miedo.
"No temáis a los que matan el cuerpo", es decir, no temáis a los seres humanos malos y perversos que buscan hacer mal al prójimo, llegando incluso al pecado del asesinato. Según San Mateo estos no tienen ningún poder para matar el alma. ¿Quién lo tendrá?
ResponderEliminar¿Quién es el dueño de la vida? Dios.
¿Quién decide el final de nuestra vida?
¿Es una consecuencia de la naturaleza en el caso de muerte natural?. ¿Una consecuencia de un error o una cadena de errores en el caso de una muerte accidental? ¿Una consecuencia de nuestros malos cuidados a la salud, en el caso de ciertas enfermedades? ¿O del desgaste natural de nuestro organismo en el caso de otras enfermedades? ¿Un triunfo de Satanás en el caso de muertes por asesinatos, suicidios, abortos...?
A la muerte en si no hay que temerla, no es la última palabra.
Y dice la Biblia:
5 Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.
6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
Es decir, dos cosas:
Primero, Dios tiene el poder de dar o quitar. Por su Palabra el mundo fue creado y existe.
Cuando alguien muere, se suele decir: "Lo llamó Dios". "Llegó su hora". Cristo mismo hablaba de "la hora" que sólo el Padre conoce. El fin del mundo no lo sabe nadie sólo el Padre Dios.
Segundo: Dios no se olvida de nadie, muera como muera, viva como viva, de todos se preocupa Dios. "Todos los cabellos están contados" (Dios lo sabe todo).
San Mateo dice:
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
Es decir, alguien (persona), tiene el poder (autoridad) de matar el cuerpo y el alma y sabemos que existe un castigo final que se llama infierno, y que Satanás es el jefe de ese infierno.
¿Cómo el cuerpo y el alma mueren en el infierno? Cuando una persona muere aquí, muere su cuerpo aquí, pero habrá una resurrección al final, y un juicio y a eso es a lo que hay que temer, porque es ahí donde el cuerpo y el alma pueden morir en el infierno.
A satanás no hay que temerle si una persona está viviendo en Cristo, porque haga lo que haga y pase lo que pase, Dios lo cuida y el descansa en Dios.
Se teme a Dios como juez, en el caso de que la vida no está centrada en Cristo, porque Dios es misericordia, pero también es justicia y vendrá como juez justo en el último día.
El temor y temblor con el que debemos cuidar nuestra salvación según San Pablo.
¿Que Dios tiene mucha paciencia? Si
¿Que Dios es bueno? Si
Pero Dios también se enfada, porque es padre y quiere que todos sus hijos se salven.
Cierto temor te mantiene alerta. Cristo lo tuvo en Getsemaní y oró.
Cierto es que Dios nos pide que tengamos fe en Él y no tengamos un temor de espanto o susto (No temáis). Sólo un temor reverencial que nos mantiene alerta.
Dios misericordioso ten piedad de nosotros. Gracias por tu bondad con nosotros. Perdónanos.