Liturgia
Pablo plantea esta parte de su carta como una lucha. Y para actuar en
esa lucha inventa una armadura propia de un guerrero: Poneos las armas que Dios os da para poder resistir a las estratagemas
del diablo. (6, 10-20). Porque
nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso…, sino contra los poderes
que dominan este mundo de tinieblas.
En efecto, la vida es una lucha y hay que tomar las armas de Dios para poder resistir
en el día fatal…, y mantener nuestras posiciones. Lucha contra el mal y
firmeza en las posiciones cristianas.
¿Cuáles son las “armas de Dios”? El cinturón, la verdad. La coraza, la justicia. Calzas para anunciar la
paz. El escudo bien embrazado, la fe. Casco, la salvación. Espada, la del
espíritu, que es toda palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en la oración.
Y cuando ha puesto a los suyos en actitud de guerra contra
el mal, él pide oraciones a su favor…, pero no para ventajas propias sino para que Dios abra mi boca y me conceda
palabras que anuncien sin temor el Evangelio, del que soy embajador… en
cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo.
Es patente que les ha planteado a sus fieles efesinos una
actitud cristiana que lleva dentro una actitud de lucha. Sabe Pablo que el
mundo con el que se van a encontrar (el mundo de las tinieblas) les va a salir
al paso para impedirles vivir su fe. De frente o disimuladamente, “las
tinieblas” están al acecho, y los hijos de la luz se duermen con más frecuencia
de lo que parece. Pues bien: a esa comunidad a la que está dirigiendo una carta
tan rica en contenidos, le advierte que van a tener que ponerse en actitud de
lucha para sacar adelante sus principios.
Que si Pablo se pusiera ahora mismo delante de nosotros y
de la situación en la que nos desenvolvemos, iba a tener que recordarnos esa “indumentaria”
con la que tenemos que protegernos y a la vez sacar la espada de la oración. Y
no sólo es mirando los ataques directos que pueden venir desde fuera, sino el
estado de somnolencia espiritual y displicencia con la que se vive la exigencia
cristiana. Porque más de un fallo y de una pérdida de posiciones, vienen de la
indolencia y la falta de seriedad de muchas actitudes.
Jesucristo fue
avisado por los propios fariseos del peligro que tenía ante la actitud de
Herodes que, tal como advertían ellos, quería matar a Jesús. (Lc 13, 31-35).
Jesús no se
achicó ante la amenaza ni ante el pelele de Herodes: Id y decidle a ese zorro… También Jesús tenía bien embrazado el
escudo de su fe. Y con ella sabía que por ahora no iba a poder hacer nada
Herodes: Hoy, mañana y pasado tengo que
caminar… Hoy, mañana y pasado va a continuar predicando y desarrollando su
misión, porque no cabe que un profeta
muera fuera de Jerusalén. Y Jesús iba dirigiéndose a Jerusalén, pero no
había llegado a ella.
Y ahora se
enternecen sus entrañas y sufre su Corazón, porque ha nombrado a Jerusalén, y le
duele pensar que la gran ciudad sea tumba de hombres que vinieron a hacer el
bien: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a
los profetas y apedreas a los que se te envían! Es un lamento doloroso por
aquella ciudad. Pero no se queda en eso. Le duele mucho más ¡cuántas veces he querido reunir a tus
hijos, como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas! Pero no habéis
querido. Ese es el dolor más grande: no se dejaron proteger, no dejaron
lugar al calor que Jesús quería darles. Las consecuencias las prevé Jesús: Vuestra casa se os quedará vacía. Era
una profecía muy seria.
Por lo que a
él respecta, en Jerusalén no lo van a ver ya hasta el día en que exclaméis: bendito el que viene en el nombre del Señor,
el día en que haya una manifestación mesiánica que deje claro que ha venido
como Mesías y que no es un impostor que se ha metido de rondón en la vida del
pueblo judío.
Jesús "bajó del monte con ellos"Él nunca iba sólo porque había creado una Comunidad. A sus Apóstoles les ha dado confianza y responsabilidad. Les ha enseñado y ha compartido con ellos su vida y misión. El Evangelio lo explica para que veamos cómo debe ser la Iglesia. Sobre la piedra angular de Jesús y el cimiento de los apóstoles- primera lectura- estamos construyendo y debemos enseñar a construir a las generaciones que vengan más tarde.
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