Liturgia
La 1ª lectura de hoy (Sab 11, 23-12, 2) bastaría para dejarnos el
mensaje más precioso que podemos recibir, para sentirnos acogidos plenamente
por Dios, y no “a pesar de nuestros pecados” sino porque Dios es Dios y es pura
misericordia. Nos bastaría con dejar penetrar en nuestras almas las expresiones
de esta Palabra que se nos ha trasmitido:
Te compadeces de
todos, porque todo lo puedes.
Cierras los ojos a los
pecados de los hombres, para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y
no odias nada de lo que ha hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías
creado.
A todos perdonas porque
son tuyos, Señor, amigo de la vida. Por eso corriges poco a poco a los que
caen; a los que pecan les recuerdas su
pecado para que se conviertan y crean en ti, Señor.
¿Qué podríamos añadir más para persuadir a alguien que no
debe dar más vueltas a su pecado, sino echarse decididamente en los brazos del
Dios de la misericordia?
Esta primera lectura prepara el camino a la proclamación
del Evangelio, que es también una de las páginas de san Lucas en las que la
misericordia de Dios queda más patente. Es la historia de Zaqueo (19, 1-10), la
historia de un pecador convicto y confeso, que se encontró sin esperarlo con el
amor de Jesucristo. Zaqueo, nos dice el texto, era un hombre de baja estatura que, sin embargo, tuvo
la curiosidad de ver pasar a Jesús.
No pretendía más sino conocer de vista y de paso al hombre que traía fama de
hombre importante y milagrero. Y aprovechó que Jesús iba de camino por Jericó,
atravesando la ciudad, para subirse a una
higuera y desde esa atalaya poder VER a Jesús.
La sorpresa surge cuando Jesús, no pasa de largo, sino que
se detiene bajo la higuera y MIRA a Zaqueo y se invita: Zaqueo, baja en seguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
No dejaba de ser llamativo, y la gente lo criticó, que Jesús viniera a fijarse
precisamente en el publicano (=pecador), y jefe de publicanos, para querer
alojarse. ¿No había tenido Jesús otra casa y otra persona que elegir para
descansar?
El hecho fue que Zaqueo, admirado y sorprendido, bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Zaqueo había recibido una sacudida en su corazón. Y como respuesta a aquella
palabra de Jesús, se plantó en pie ante el Maestro y le hizo una promesa: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la
doy a los pobres. Era un buen comienzo. Al contrario del joven rico que
ante la llamada de Jesús, dio por perdida la posibilidad de ir con él, pues era
un joven con muchos bienes y no estaba dispuesto a perderlos, Zaqueo opta por
salir de su riqueza (era un hombre rico, como consta en la presentación que
hace el texto de este personaje) y ceder a los pobres la mitad de sus
posesiones.
Y Zaqueo se miró más adentro todavía, como penetrado por la
verdad de Jesús. Y todavía dio una vuelta de tuerca mucho más fuerte que la
anterior: Si de alguien me he
aprovechado, le restituiré cuatro veces más. ¡Y sabía Zaqueo que no hablaba
de memoria! Su negocio de publicano, ¡y jefe de publicanos!, lo que le había
hecho rico, llevaba muchas trazas de haber defraudado a más de uno. ¡Pues le
restituyo cuatro veces más”.
Con razón Jesús concluye que hoy ha llegado la salvación a aquella casa de un hijo de Abrahán.
Se cumple perfectamente todo lo que ha dicho la 1ª lectura:
Dios ama a todos los seres y no
menosprecia a nada de lo que ha creado. No hay pecado que no pueda ser
redimido, ni pecador que no pueda ser perdonado. La parte de Dios es el
acercamiento al que ha caído. La parte del caído es dejar que Dios se le
acerque. Y Dios, precisamente porque todo lo puede, PUEDE SER PLENAMENTE
MISERICORDIOSO. ¡Y lo es! Es el gran retrato de Dios que nos ha dejado el
Espíritu Santo a través de San Lucas, de una manera especial.
El desemboque de esa realidad es LA EUCARISTÍA. El hecho de
que Jesús se nos venga a nosotros y quiera que participemos de su Comunión,
expresa el gran amor de Dios hacia nosotros, y cómo quiere hospedarse en
nuestra casa. Lo que ahora toca es repetir nosotros la actitud de cambio de
Zaqueo. Que si en él fue problema de dinero, en nosotros será otra cosa. Pero
la solución tiene que ser tan valiente y decidida como aquella, en la que
–plantados en pie ante Jesús- hagamos la promesa firme de nuestra
determinación.
Confiados en tu poder misericordioso, acudimos a ti para pedirte.
-
Pedirte una claridad de conciencia como la de Zaqueo, que supo ir al
núcleo de su problema. Roguemos al Señor.
-
Pedirte capacidad de decisión tan valiente como la de Zaqueo para saber
poner el dedo en la llaga. Roguemos al
Señor.
-
Pedirte un convencimiento total de que tú nos perdonas porque eres
misericordioso. Roguemos al Señor.
-
Pedirte una participación en la EUCARISTÍA que comprometa actitudes del
alma. Roguemos al Señor.
Oh Dios, que
te compadeces de todos y amas todo lo que has hecho, mira nuestras debilidades
y danos fortaleza para abrirnos a tus deseos.
Por Jesucristo, N. S.
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