Liturgia
Aunque resulte repetitiva esta afirmación, hoy es de los días que más
que una explicación nos lleva la liturgia a una oración. Y de hecho la liturgia
de las Horas del Oficio divino –oración oficial de la Iglesia- incluye este
texto de hoy de la carta de San Pablo a los fieles de Éfeso: 1, 1-10.
Por eso, más que una explicación cabe un sencilla
paráfrasis del original que vamos a tener como primera lectura. San Pablo
presenta “sus credenciales”: Pablo, apóstol
de Cristo Jesús, por designio de Dios… Para continuar con un deseo hacia
aquel pueblo santo (pueblo cristiano): Os
deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Pasa ahora a la alabanza a Dios, que se convierte en acción
de gracias: Bendito sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Y Pablo se remonta a la misma eternidad, porque Dios nos eligió en la persona de Cristo, antes de
crear el mundo. Cristo estaba en la mente de Dios en la misma eternidad. Y
en esa misma eternidad estábamos nosotros. “Allí” fuimos ya elegidos para que fuésemos santos e irreprochables
ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo –pura iniciativa
de Dios- a ser sus hijos. San Ignacio de Loyola en sus ejercicios nos dice
que “el hombre es creado para alabar a Dios”. Copia de Pablo que afirma aquí
que Dios nos ha destinado para que
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su
sangre (y no por méritos nuestros personales), hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su
gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a
conocer el misterio de su voluntad. Ya afirma en otro lugar que “sobreabundó
su gracia”: es el derroche de gracia que ha volcado sobre nosotros. Y la gracia
inmensa es que podemos conocer la voluntad de Dios, ese misterio que se nos
desvela a nosotros por la oración y el influjo del Espíritu Santo que actúa en
nuestros corazones.
Ahora, como en una explosión emocionada hacia Jesucristo, y
como desemboque de todo este precioso exordio que hemos parafraseado, concluye
Pablo diciendo: Éste es el plan que había
proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante… ¿Cuál
es ese plan? RECAPITULAR TODAS LAS COSAS EN CRISTO, las del cielo y las de la tierra. Toda la obra de Dios tiene un
remate prodigioso, una razón de existir y de ser: CRISTO. En él están
recapituladas, en él están encerrados todos los tesoros. Cristo fue descrito
por Fray Luis como el pimpollo de la
creación. Y aunque hoy día esa imagen puede sonar a cursi para una
mentalidad pragmática como la del tiempo actual, en realidad refleja
preciosamente el sentido de Pablo. Todo el jardín de la creación quedaría
incompleto sin ese remate final que lo dice todo y que encierra todas las
bellezas, todas las bondades, todas las verdades… TODO ESTÁ RECAPITULADO EN
CRISTO. Ahí, en él, hay que buscar todas las explicaciones, en él están
superados todos los misterios, Él es la fruición de las almas y la solución de
los enigmas de la vida. Él es EL EVANGELIO, la excelente noticia, la base de
toda buena oración y provechosa. Él lo abarca todo.
Lc 11, 47-54 baja a un concreto de todo eso que es
Jesucristo. Y lo concreto hoy es “la edición reducida” de los lamentos de Jesús
ante el mundo fariseo, por sus falsías y engaños “espirituales” en los que se
fundamentaban aquellos fanáticos de la religión judía. Jesús les corrige sus
prácticas de apariencias y de engaños manifiestos, para concluir diciendo: Se le pedirá cuenta a esta generación.
Al salir de allí, los
doctores y los fariseos empezaron a acosarle y a tirarle de la lengua con muchas
preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras. Lo que pasa es
que Jesús –que iba con la verdad por delante- podía irles respondiendo a todas
las cosas sin que hallaran contradicción en sus palabras ni motivos para poder
acusarlo. En Cristo –y es repetir lo dicho antes- está el evangelio, buena
noticia que no está encadenada, y que lleva la verdad y la bondad por delante.
Por eso era inútil ese intento de los enemigos de poder captar en las palabras
de Jesucristo alguna cosa que no fuera perfectamente recta. Lo que sí encontraron
siempre fue una oposición a su modo de religión tan absolutamente superficial y
aparente, que no casaba con la reciedumbre de la palabra enseñada por el Señor.
El espíritu `pagano atenta contra la caridad y la destruye porque la caridad no se funda en el prójimo, en su afecto, en sus buenos servicios, ni tampoco en sus cualidades, ni en la simpatía que se puede encontrar en él, ni en los vínculos de la sangre; el motivo de la caridad solamente está en Dios que reconoce como hijo a todo hombre. Aunque el pecado haya borrado la imagen divina que el Creador ha puesto en toda criatura, el Señor lo encontrará en medio de los escombros del mal. Nos cuesta entender las reaciones de los escrbas y de los fariseos después de todo lo que Jesús les ha dicho; y, aún cuesta más no caer en sus actitudes semejantes; ¡ cuántas guerras fracticidas! El afán de poder, prestgio, seguridad económica lleva a no pocos cristianos a estar en guerra con otros cristianos...¿No nos permitas, Señor, ser barreras que impidan a los hermanos llegar hasta Tí.
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