Liturgia
El Domingo 29 C tiene dos enseñanzas muy concretas y fáciles de
explicar y aplicar: la insistencia en la oración y el valor de la Palabra
revelada de Dios.
La 1ª lectura (Ex 17, 8-13) es una deliciosa presentación
de la oración perseverante. Nos cuenta cómo Moisés oraba con sus brazos en alto
en la guerra de Josué con los amalecitas. Y mientras mantenía en alto los
brazos, vencía Josué; cuando se cansaba y bajaba los brazos, vencía Amalec. Y
han de recurrir a sostenerle entre dos los brazos en alto durante todo el día,
hasta que finalmente –a la caída de la tarde- Josué salió vencedor.
Lucas 18, 1-8 nos trae la enseñanza de Jesús sobre la
oración perseverante e insistente: cuenta la parábola de una viuda que viene al
juez a rogarle que le haga justicia sobre su adversario. El juez no le hace
caso y la viuda insiste e insiste y el juez llega a temer que la mujer se
enfade y llegue a las manos. Y se decide finalmente a hacerle justicia. Y Jesús
pregunta: ¿y no hará lo mismo vuestro Padre, haciendo justicia a quien le pide
con insistencia?
Jesús ha empleado la palabra: Dios hará justicia. No ha dicho que Dios va a acabar haciendo lo
que concretamente se le pide porque muchas veces no sabemos lo que pedimos. Y
tenemos un caso muy concreto en el evangelio, el día que Juan y Santiago vienen
a pedirle que les conceda estar ellos en los puestos de privilegio del reino
terreno de Jesucristo, uno a la derecha y el otro a la izquierda. Y Jesús les
hace cambiar la petición y les da en respuesta el estar bebiendo con él el
cáliz que él beba. La oración ha sido escuchada pero no a la manera que ellos
pedían sin saber lo que estaban pidiendo.
Dios nos escucha nuestra oración perseverante, y acaba “haciendo
justicia”, o sea, dándonos algo bueno y mejor que lo que pedíamos. Lo que
ciertamente pide es un alma que sabe estar en oración, porque es la cadena que
une a la criatura con Dios.
La 2ª lectura de 2Tim 3,14-4,2 tiene también una riqueza de
enseñanza, completándonos el sentido general de la liturgia del día con ese
elemento substancias de la vida cristiana que es la Palabra de Dios. Pablo le
ha enseñado a su discípulo a recurrir a la Sagrada Escritura, que conoce desde
niño. Ella puede darte la sabiduría por la fe en Cristo. La Escritura santa
sirve para orar, para exhortar, para corregir, para enseñar, para reprender,
para educar en la virtud… Desde la Palabra de Dios tenemos en la mano todos los
resortes de la fe y de la salvación. Lo que ahora es necesario es que con esa
Palabra santa Timoteo salga a enseñar, con ocasión o sin ella, e insista a
tiempo y a destiempo (si es que eso fuere posible, puesto que nunca es
destiempo para proponer el evangelio). Y con esa palabra llamar la atención a
unos y mover los corazones de los otros. Es la gran fuerza del Evangelio, que
para unos sonará a reprensión (porque no caminan derechamente) y a otros a
exhortación (porque van en deseos de responder mejor de si mismo)
La celebración litúrgica de la EUCARISTÍA es esa oración
insistente porque es la oración de Cristo que se prolonga todos los días hasta
el fin del mundo, y es la oración básica y fundamental que sostiene a la Iglesia
con los brazos en alto, impetrando de Dios la justicia suprema de la salvación.
Y a su vez, en el marco de la celebración, está la Palabra de Dios que adoba
con diferentes sabores la celebración de cada domingo y de cada día. Así hoy
nos ha insistido en el tema de la oración, y con ello ha potenciado una parcela
de nuestra fe. Y nos ha puesto ante la importancia trascendental de acudir a la
Palabra de Dios, porque ella es elemento básico en la enseñanza de los fieles y
en el hacer ellos su propio examen de conciencia que les exhorte y que le reprenda,
que les corrija y les estimule.
No es la primera vez que toco ese tema del “examen de
conciencia” que –siquiera de vez en cuando- debiéramos hacer partiendo desde el
evangelio, para ser conscientes de esa necesidad de incorporar a nuestras vidas
la concreción de la Palabra revelada en el contexto de la vida ordinaria, y que
no se produzcan esas dos vidas que llevan por una parte su espiritualidad
espiritualizada, y por otra parte su meditación piadosa de la Palabra de Dios.
Será de mucha mayor profundidad incorporar a ese examen nuestra adecuación o
separación de determinadas enseñanzas del evangelio o de la Palabra revelada
por Dios, sobre todo del Nuevo Testamento.
Con la Palabra que hoy
nos ha llegado a través de la liturgia de este domingo, suplicamos:
-
Que perseveremos confiadamente en la oración cuando no obtenemos lo que
deseamos. Roguemos al Señor.
-
Que busquemos en la Palabra de Dios la luz que necesitamos para una verdadera
conciencia cristiana, Roguemos al Señor.
-
Que hagamos de la celebración de la Eucaristía la principal oración de
nuestra fe en Dios. Roguemos al Señor.
-
Que nos preocupen y hagamos parte de nuestra oración las necesidades
del mundo, en especial de los más desfavorecidos. Roguemos al Señor.
-
Agradecemos a Dios la canonización del beato Manuel González, que hoy
se celebra en Roma. Roguemos al Señor.
Mira, Padre Dios, nuestras necesidades y las
necesidades del mundo, y haz tu justicia en ellas, llevándolas a salvación-
Por Jesucristo N. S.
"Te encargo delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta, con toda magnanimidad y doctrina."
ResponderEliminarEsto dijo Pablo a Timoteo, como diciendo: "Tu no te canses, ni pienses que el tiempo no es oportuno. Tu simplemente di lo que tengas que decir en todo momento". Y es que para el maligno ningún tiempo sería oportuno para hablar las cosas de Dios.