Liturgia
La carta a los efesios tiene hoy dos partes muy diferenciadas (4,32-5,
8). En la primera parte llama la atención una expresión que parece ir muy
lejos: Sed imitadores de Dios. Así,
esa frase suelta es de una osadía impresionante, porque ¿quién puede imitar a
Dios? En el contexto de la frase es mucho más concreta. Una vez más Pablo exhorta
a los fieles de Éfeso a ser buenos, comprensivos,
perdonándoos unos a otros, como Dios os perdonó en Cristo. Y ahí es donde
encaja la gran invitación: Sed imitadores
de Dios. Ser imitadores en el perdón, pues si Dios nos perdonó en Cristo,
nosotros hemos de imitar a Dios en esa actitud de perdón a los demás. Y en vivir en el amor, como Cristo, que nos amó y
se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor. También en
esa actitud de amor oblativo cabe ser imitadores de Cristo, imitadores de Dios.
Pero a la vez que les ha elevado tanto en ese final del cp. 4, les hace unas
advertencias muy serias en sentido contrario. Es la otra parte. Y en ella llama la atención sobre los peligros de la indecencia, la inmoralidad o el afán del
dinero. De eso, ni hablar porque sois pueblo de Dios. Es la gran razón. No
hay que decir otras razones: ser pueblo
de Dios debe ser ya lo suficiente para no entrar en esas otras dinámicas en
las que se desenvuelve el mundo ajeno a Dios. Y por la misma razón, nada de chabacanerías, estupideces y frases
de doble sentido; todo eso está fuera de sitio. Y hay que decir que viene
muy bien todo eso al cristiano de hoy, para que no se entremezcle con esas
formas en las que se desenvuelve el mundo y en las que parece hacerse chanza de
cosas que deben ser tomadas con un respeto. Pablo contrapone: Lo vuestro es alabar a Dios. Meteos bien
esto en la cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o afán de
dinero –que es una idolatría- tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Repito que estas cosas debieran ser meditadas y tomadas muy en serio por el
hombre de hoy, porque la enseñanza de Pablo no queda reducida a su catequesis a
los efesios, sino que está alargando su mano a toda la vida cristiana de todos
los tiempos. Y es muy útil en el momento actual y en las derivaciones a las que
se puede llegar en un punto de relajamiento de la moralidad en hechos y en
palabras.
Y concluye: Que nadie
os engañe con argumentos especiosos (engañosos, falaces, capciosos, falsos,
ilusorios…), porque antes erais tinieblas,
pero ahora, como cristianos, sois luz. Vivid
como gente hecha a la luz.
Ha sido muy interesante este modo de hablar de Pablo,
apoyando la primera parte –hermosa y casi sublime- con esta otra en la que
advierte de vicios y situaciones menos adecuadas, o más bien, contrarias a una
profesión autentica de fe. Así entendemos mucho mejor las cosas al poner negro
sobre blanco y sentirnos advertidos de posibles desviaciones en las que es
posible caer. Y que no están tan lejos de las realidades actuales.
En el evangelio tenemos una de esas ocasiones en las que
Jesús provoca la tensión en la sinagoga el día de sábado. Lc 13, 10-17. Jesús
tiene muy claro que es antes la misericordia que la ley. Y mucho más claro,
sobre la “ley farisaica”. El sábado era día de descanso, día dedicado a Dios,
que llevaba a la sana costumbre de romper el ritmo habitual del trabajo. Eso
estaba establecido en la Ley de Moisés y Jesús lo vivía fielmente. Pero no
pasaba por las prohibiciones farisaicas que habían hecho del sábado una carga,
no dejando hacer nada y teniendo contados hasta los pasos que alguien podía
dar.
Hoy se encuentra con una mujer encorvada. E instintivamente
la cura, sin más preámbulos: Mujer,
quedas libre de tu enfermedad. Y le impuso las manos y enseguida se puso
derecha. El jefe de la sinagoga se incomoda y llama la atención a la gente:
Hay muchos días a la semana; venid entonces
a que os curen, y no los sábados. Y Jesús interviene con sus sencillos
razonamientos para hacer caer en la cuenta de la falsedad de esas actitudes. Hipócritas: cualquiera de vosotros ¿no
desata al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea en sábado? Estaba
poniendo un ejemplo que esa misma mañana habían hecho la mayoría de los
asistentes. Y nadie podía poner peros a esa acción. Pues bien: Y a ésta, que es una hija de Abrahán, que
lleva enferma 18 años, ¿no había que desatarla en sábado?
Nos concluye el evangelista con una mirada muy iluminadora:
A estas palabras, sus enemigos quedaron
abochornados. Y toda la gente se
alegraba de los milagros que hacía. En el corazón de las gentes, había
una sintonía mucho mayor con esa libertad de alma que traía Jesús, frente a
tantas trabas que venían de parte de los fariseos.
A mi no me extrañan las palabras de Pablo respecto a "imitar a Dios", teniendo en cuenta que Jesús llegó a decir: "Amaos unos a otros como yo os he amado". Y podríamos argumentar: ¿Quién puede amar como Jesús?
ResponderEliminarJesús enseña en la Sinagoga y cura a la mujer sin que nadie se lo pida.Él no puede pasar de largo...; la Palabra de Dios tiene la misión de ser una solución para la dignidad de todos. Nosotros no solo somos hijos de Abrahan, también somos hijos e hijas de Dios, en Jesucristo, y estamos guiados por el Espíritu. Si somos dóciles, Él nos ayudará a conocer cuál es nuestra vocación y nuestra misión en el mundo; si estamos con Jesús y le consagramos nuestra vida, Él nos ayudará a permanecer fieles.
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