Liturgia
Hoy pasa el turno de la 1ª lectura a Nehemías (2, 1-8). Copero mayor
del Rey, está triste. Le llega al alma que su ciudad emblemática y su Templo
estén en ruinas, y no puede estar alegre. Un día que se presentó al rey para
servirle, el rey advierte su tristeza y le pregunta. Nehemías responde lo que
siente, y su deseo de poder ausentarse para colaborar en la reconstrucción. El
rey se lo permite. Y Nehemías echa valor y le hace una súplica más: que le dé
cartas para presentarlas a los gobernadores y que le faciliten madera para las
puertas de la ciudadela del templo. Y el rey también asiente. Y Nehemías acude
a esa necesidad que para él va mucho más allá que el hecho material: se trata
de un sentimiento religioso profundo al que ve que debe acudir por encima de cualquier
otra cosa.
El evangelio de Lc 9, 57-612 es uno de los que más me hacen
pensar, más allá de la narración en sí, porque me pongo en posibles entresijos
del relato lucano.
Son tres posibles vocaciones. La primera y la tercera son
ofrecimientos de los mismos sujetos protagonistas. El primero se ofrece
totalmente: Te seguiré dondequiera que
vayas. Y Jesús, todo honradez, le pone delante la realidad e ese
seguimiento: Los pájaros tienen nido pero
el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. Ahora sigues o no
sigues, pero ya sabes a qué te comprometes.
No dice el evangelio lo que pasó. Es posible que aceptara,
y entonces se contará entre los discípulos de Jesús, como hombre consecuente
con su ofrecimiento, y hombre capaz de abnegación para aceptar ese
planteamiento desnudo que le ha presentado Jesús. Sin embargo a mí me deja
cierta duda porque no se nos dice el nombre de ese discípulo, siendo así que
nombre es lo definitorio de la persona. Y una cosa “que no tiene nombre” es
para cualquiera de nosotros algo que carece de valor
El tercero también toma la iniciativa: Te seguiré, Señor, PERO… Imaginemos la historia de otra manera.
Este hombre se ha ido primero a despedirse de su familia. Luego viene y se
ofrece a Jesús incondicionalmente. Estaría en el plano de lo correcto a los
ojos de Jesús. Pero lo ha hecho al revés: Te
seguiré, PERO… Y ese PERO es el que no acepta Jesús, porque no acepta
condiciones previas. Si se ofrece, ha de venir ya con las manos desembarazadas
de todo condicionante. Y es que a Dios no se le pueden poner PEROS para
justificar nuestras dificultades y carencias. Dios nos quiere todo enteros.
¿Cómo acabó el episodio? Yo digo que peor que el primero,
pues Jesús sentencia que poner la mano en
arado y volver la cabeza atrás no abre el camino al Reino de Dios. Y este
individuo había puesto la mano en el arado y había vuelto la cabeza atrás.
Nos queda el segundo. El segundo es expresamente llamado
por Jesús. Es una auténtica vocación que hace Jesús. Y sabe Jesús que está
pidiendo el todo por el todo. Como cuando llamó a Simón, a Juan, a Felipe, a
Mateo: un “Sígueme” escueto. Y ahora se encuentra el sujeto con una lucha de
conciencia. De una parte, la llamada de Jesús. De otra, la costumbre-ley de que
el hijo menor y soltero ha de quedar cuidando a su padre hasta que muera. Y es
la dificultad que le presenta a Jesús. No es que no quiera seguir la llamada
sino que se encuentra ante una lucha de conciencia y ante una “ley” práctica a
la que tiene que atender.
Jesús le da la solución. A él lo llama como miembro vivo de
un proyecto, el de Jesús. Sus hermanos no entran en ese proyecto, puesto que ya
están casados y con su vida hecha por otro camino. Y con esas frases lapidarias
de Jesús, responde: deja a los muertos
que entierren a sus muertos. Que tus hermanos, que no han recibido la
llamada de vida, se encarguen del padre. Tú, que eres llamado a la vida,
sígueme.
¿Cuál fue el final? Dios lo sabe. A mí me cae bien este
sujeto. Creo que estaba ante un problema de conciencia que no sabía resolver.
¿Lo resolvió al modo que le indicó Jesús? ¿Los hermanos supieron comprender la
situación? Eso ya no lo sé. Si aplicamos el mismo criterio que en los
anteriores, tampoco se da el nombre de este hombre.
Debajo hay otra reflexión
Pobres por amor a Cristo en la abundancia y en la escasez.Debemos ir a Dios con paso rápido,sin pesos muertos ni impedimentos que dificulten la marcha.
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