Liturgia del día
Insiste San Pablo en el tema
de la muerte (1Tes 5, 1-6. 9-11) y a la par que la presenta como día terrible,
acaba concluyendo: Así, pues, no durmamos
como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente. Porque Dios no
nos ha destinado al castigo sino a obtener la salvación por medio de
Jesucristo. Él murió por nosotros para que despiertos o dormidos, vivamos con
Él.
Y concluye (que es muy
importante): Por eso animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo
hacéis. La gran mirada a la muerte no es parar mientes en la muerte
misma, sino AHORA animarse unos a otros a CRECER. AHORA es el momento importante. La muerte sólo es un extremo de la
realidad presente. Vivir ahora CRECIENDO es el gran pasaporte para ese momento
que vendrá después. Y la ciencia del momento presente es no pararse “porque
somos mayores” o “porque ya hicimos en nuestro tiempo lo que teníamos que
hacer”, ni por algún otro motivo. La gran preparación a la muerte es la
plenitud ahora de nuestra vida.
El Evangelio –Lc 4,
31-37- es la continuación del anterior en Nazaret, donde no pudo hacer miagros por ese rechazo que encontró en sus
paisanos. Ahora llega a Cafarnaúm (que estaba a pocos kilómetros- y donde no
tuvo oposición a su enseñanza, a unas gentes que se quedaban sombradas porque hablaba con autoridad. Y uno se
pregunta cómo puede haber tal diferencia de acogida cuando el discurso es el
mismo y la enseñanza la misma, y la misma persona. Sin embargo en Nazaret se le
ponen en frente y hasta tienen intentos homicidas, y en Cafarnaúm es acogido
con admiración, y su enseñanza considerada como muy válida y atrayente: con autoridad.
Y puede hacer nada
menos que la maravilla de derrotar al espíritu inmundo (que sobrepasa todas las
fuerzas humanas), y obligarlo a salir del cuerpo de aquel hombre que padecía
aquella posesión.
No sólo tenía palabras
con autoridad sino tal autoridad en los hechos que obligaba al
mal espíritu diabólico a abandonar al poseso. Propio de ese mal espíritu de
maltratar, intimidar, efectuar hechos que no conducen a nada pero que
impresionan. Porque –obligado a salir del hombre- aún lo derriba por tierra.
Expresamente advierte el evangelista que sin
hacerle ningún daño, porque la acción directa de Jesús sobre aquel mal
espíritu, ya le tenía disminuidas sus posibilidades –pudo tener el gesto inútil
de hacer caer al hombre- pero no pudo hacerle daño. Por decirlo así, el
“enfermo” ya estaba bajo la mano de Jesús.
Y todos comentaban estupefactos: ¿Qué tiene su Palabra? Da órdenes a los
espíritus inmundos y salen.
Noticias de Él iban
circulando por todas partes…, por todos los lugares de la comarca. ¡Tuvo que
llegar a Nazaret! ¿Y cómo podrían quedar aquellos que se habían vuelto contra
Él y lo habían perseguido con tan malas intenciones? ¿Cómo podrían entender
ahora aquella palabra de Jesús: Ningún
profeta es bien recibido en su tierra? Porque el mismo profeta que ellos
desecharon y que no pudo actuar en Nazaret, es el mismo que a pocos kilómetros
estaba haciendo furor y admirado en sus palabras y sus obras.
Y como mi estilo no es
decir historias y quedarme en historias, no puedo menos que pensar la poca
distancia que hay entre dos personas que han recibido lo mismo pero que
responden de forma muy distinta. Y no dejo de pensar en una misma persona para
quien una parte del mensaje de Jesús es aceptado muy bien, y otra parte del
mensaje rebota. Y quienes un tiempo recibieron con gusto esas enseñanzas pero
después las fueron abandonando y se han quedado
“desnudos” en su fe. Estamos ante el enorme misterio del hombre que, con
gracias iguales, responde tan distinto.
Ahora queda ese final
en el que Jesús puede enseñar y “hacer milagros”, y la otra posibilidad en la
que Jesús quiere actuar y no puede. Porque el milagro que Jesús no hace es el
de doblegar la voluntad de cada persona.
Él visita y trata de ayudar de mil maneras, pero nunca privará de la libertad.
De esa forma cada persona tiene el mérito de acogerlo libremente, o el demérito
de quien lo rechaza. Es exactamente la parábola de los talentos, que hace tan
poco hemos tenido. El Señor reparte sus dones. La respuesta es libre, y hay
quienes rinden al máximo -sea más o sea menos- y quienes no dan fruto con los
talentos recibdos.
AHORA ES EL TIEMPO IMPORTANTE. Ahora es el tiempo para erradicar el mal que hay en nosotros y en los demás. Jesús nos habla con sabiduría y con fuerza divina, nos enseña y nos consuela porque Él nos quiere salvar, pero debemos estar atentos a su Palabra para ponerla en práctica respetando siempre la voluntad divina , haciendo un buen uso de nuestra libertad, fieles a los talentos recibidos.
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