Liturgia del domingo 25 B
Se continúa hoy en la idea comenzada el pasado domingo: como es el
Mesías salvador, el verdadero Mesías. Y el Evangelio –(Mc 9, 29-36)- nos dice
que Jesús instruía a sus discípulos y les
decía: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo
matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará... Jesús no se ha
desviado ni un ápice de lo que ya había comunicado. El Mesías de Dios no es el
mesías que han fraguado en la creencia popular desde las ideas que han
trasmitido los entendidos de la religión judía. El Hijo del hombre no va a ser
ese guerrero que sale al paso unas veces con el látigo y otras veces con las
armas, como lo han querido presentar los mentores religiosos de Israel.
Los discípulos lo oyen pero no quieren creer; también les
daba miedo preguntarle a Jesús, porque no querían enfrentarse a la realidad y preferían formar corrillos
entre ellos y hablar “de sus cosas”… Cuando llegaron a Cafarnaúm Jesús les
pregunta: ¿De qué discutíais por el
camino? No pueden responder porque ellos se habían aislado de la enseñanza
de Jesús y habían creado su propio pensamiento: quién de ellos sería el primero en el reino del mesías. Todo lo
contrario de lo que Jesús les acababa de enseñar. Por eso no podían responder.
Y Jesús tiene que volver al principio y repetirles que en ese reino nuevo del
Mesías no se manda, no se está por encima sino que el quiere ser el primero tiene que ser servidor y el último de todos.
Y lo plasma en una imagen para hacerlo visible: el primero tiene que ser como
aquel niño que Jesús ha acogido y abrazado. Porque el niño no discute sobre ser
el primero, ni tiene ideas preconcebidas.
Todo esto lo ha preparado la 1ª lectura del libro de la
Sabiduría (2, 17-20) en el que los impíos y malvados son los que atacan al
Justo y lo ponen a prueba y lo maltratan y lo humillan… Y desafían a Dios
diciéndole que si ese Justo es Hijo de Dios (=Mesías), que Dios salga por él y
lo salve. Es la historia de todos los tiempos en los que la persecución es
piedra de toque de la fidelidad del que es hijo
de Dios. Y la historia de siempre en que al mesías se le quiere de otra
manera porque es muy difícil pensar en un “Hijo de Dios” que mueve a la
humildad, a la paciencia, a “ser entregado en manos de los hombres” (es decir,
un Dios que no soluciona todos los problemas de la humanidad a golpe de
milagros que cambie el ritmo normal de la historia que los mismos hombres van
creando al margen de Dios; es la idea de un Dios solucionador de los problemas
que crean los mismos impíos…)
Muy importante es la 2ª lectura, de la carta de Santiago,
que como siempre entra en lo llano de planteamientos concretos; Donde hay envidias y peleas, hay desorden y
toda clase de males. El tema no está en que Dios haga milagros sino en que
los humanos viven un ritmo de vida contrario a Dios. La sabiduría que viene de Dios es pura y amante de la paz, comprensiva,
dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Esa es la
obra de Dios, la voluntad de Dios.
Entonces –se pregunta Santiago-: de dónde vienen las luchas y los conflictos entre vosotros? ¿No es
acaso de los deseos de dominar que hay entre vosotros? ¡Y acabáis asesinando!
No habla Santiago del asesinato material, físico. Las tentaciones de dominio en
que cae el hombre (tan contrarias a la enseñanza de Jesús: ser servidores de los demás), acaban “matando”: matan la paz, matan
la convivencia, matan psicológicamente…, maltratan… Porque ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo y por eso lucháis y os peleáis.
Al final protestáis contra
Dios porque no os concede lo que le pedís, pero es que pedís mal; pedís y no recibís. No es Dios el que no quiere dar;
sois vosotros los que no estáis con el corazón limpio a la hora de pedir.
Puede verse la riqueza que tiene esta liturgia. Pero –como siempre-
o aterriza en la Eucaristía –que queremos vivir en su plenitud- o se queda todo
en palabras. Es indispensable que traslademos lo expresado en las lecturas
hasta ese Jesús que viene a cada uno en la Comunión, y ahí dejemos que resuene
su palabra y que actúe con su gracia. Porque siempre queda la posible tentación
de pretender una religión ventajista que nos pone a seguro, pero en la que
nosotros seguimos pensando –mientras tanto- quién es el primero…, o que venga
Dios a hacer lo que nosotros no hacemos. Y lo normal es que Dios no va a
resolver con milagros lo que nosotros no hagamos con nuestras actitudes que han
de ir apoyadas por la gracia de Dios. Pero siendo nosotros los que actuamos y
hacemos y corregimos, para evitar tensiones, disputas e intentos de dominio,
que es la tentación más o menos encubierta en la entramos.
ResponderEliminarPedimos a Dios:
- Que nos ilumine para tener una verdadera idea de Jesús. Roguemos al Señor.
- Que no nos dé miedo descubrir en la oración lo que Jesús quiere que seamos nosotros. Roguemos al Señor.
- Que no haya en nosotros envidias, celos y codicias. Roguemos al Señor.
- Que acojamos la Palabra de Dios con sencillez de niños. Roguemos al Señor
- Que nunca pretendamos hacer una Religión “a nuestra manera”. Roguemos al Señor.
- Que aprendamos a pedir desde la humildad y la fe, para poder recibir. Roguemos al Señor
Que la Eucaristía nos lleve a una purificación de ideas y sentimientos que nos hagan acoger la Palabra de Dios como dicha a cada uno de nosotros.
Lo pedimos por medio de Jesucristo N. S.
En este nino que Jesús abraza en es pasaje del Evangelio están representados todos los niños del mundo, y también todos los hombres necesitados, enfermos, desvalidos, pobres, en los cuales nada brillante y destacado hay que admirar.
ResponderEliminarTambién en sena Jesús a los Doce como han de gobernar la Iglesia.Ejercer la autoridad es servir y obedecer.Gobierno y obediencia no se contraponen.
En la Iglesia se manda por amor a Cristo y se obedece por amor a Cristo.