Liturgia
Ageo (2, 1-10) recibe de nuevo
la comunicación de Dios y el mensaje que trasmite al pueblo se resume así: el
segundo templo para la morada de Dios tiene que superar al primero. Me ha
evocado unas palabras de San Ignacio de Loyola en las Constituciones de la
Compañía de Jesús, en las que dice a los jesuitas que deben llegar adonde llegaron los primeros –San Francisco
Javier, San Pedro Fabro, Diego Laínez…- o
más todavía… Ignacio no se conforma en que cada jesuita imite a aquellos
santos, sino que aún pone el listón más alto: o más adelante… Porque el modelo de la vida de un hombre no es otro
hombre, aun siendo santo. El modelo único es Jesucristo. Y ahí nos encontramos
con el listón puesto en casi lo infinito, cuando Jesús nos dice: sed perfectos como el Padre Celestial es
perfecto.
Quiere decir que nuestro techo no está en donde ahora mismo
está, ni podemos darnos por satisfechos con lo que tenemos, ni siquiera se
trata de llegar a una imitación de personas especiales. El ideal está en el
mismo Cristo…, en la totalidad, como total es el mismo Padre del Cielo. Nuestra
“totalidad” es finita, pero sin límite, porque siempre queda un espacio nuevo
que recorrer si miramos a dónde nos llama el Señor.
Es la misma línea que nos marca el Evangelio de hoy, tantas
veces repetido y nunca agotado. Lc. 9, 18-22 nos trae ese momento decisivo en
el que Jesús afronta un tema de suma importancia para seguir en su misión. Lo
primero es saber qué dicen de él en el
pueblo. Un pueblo religioso no puede menos que encontrar en Jesús un
sentido de personaje religioso, bien sea el mismo Bautista resucitado, o Elías,
el gran profeta de Israel, o cualquier otro profeta.
Muy distinta sería hoy la respuesta si saliéramos con un
micrófono por nuestras calles. Porque la falta de sentido religioso, la
ignorancia, e incluso la malicia, nos podrían dar respuestas tan irrespetuosas
como el de aquella jovencita que, en una entrevista en televisión, respondió a
la pregunta con una nueva pregunta: ¿Y
quién ese tío? Posiblemente no tengan culpa porque no se les ha enseñado.
Porque los políticos y la influencia del mundo hostil a los valores y –por tanto-
a la Religión, han ido suprimiendo la enseñanza de la religión Católica
cristiana en los colegios.
Pero yo no pretendo ahora hablar de lo que no está en
nuestras manos, y creo que la pregunta que podríamos hacer nosotros en el mundo
concreto en el que nos desenvolvemos (muchas veces el familiar cercano) es
precisamente qué dicen esos niños y esos
jóvenes que es Jesús. Porque eso debe suscitarnos el sentido de la responsabilidad
de la parte que puede tocarnos personalmente. La fe entra por el oído, decía San Pablo. Hay que comunicarla de
boca a boca.
Jesús lo hizo así. Y cuando hubo escuchado lo que dice el pueblo, se dirigió
directamente a los apóstoles y les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Pero no se quedó en escuchar
una respuesta más o menos seráfica, sino que él mismo siguió dando la
respuesta: El Mesías padecerá, será
desechado y ejecutado… Y resucitará al tercer día. No le basta la confesión
de fe, sobre un Jesús fácil y devoto…, un Jesús al que se le contenta con unas
piedades y unas prácticas. Habló de un Jesús perseguido y desechado y
ejecutado. De modo que si los apóstoles iban a seguirlo, tenían que saber desde
el principio a qué Jesús seguían y a qué les comprometía. Y eso sí que nos
llega a nosotros como advertencia seria: ¿qué Jesús es el que comunicamos?;
¿qué figura de Jesús se refleja en nuestras formas concretas de Religión?
¿Arrostramos el riesgo de comunicar una fe aunque seamos incomprendidos y hasta
tildados, o nos hemos acomodado a nuestra manera de vivir esa fe sin riesgos ni
molestias? Porque –una vez más hay que decirlo-: tendemos a un evangelio
dulcificado, espigado de de manera que sólo tengamos en las manos el trigo,
pero sin arrostrar el trabajo de la siembra, la siega y la trilla, el sol y las
inclemencias que Jesús mismo anuncia como parte integrante de su obra.
Por supuesto que no nos deja en la estacada del fracaso,
sino que deja la luz a la vista porque al
tercer día resucitará, y esa es la garantía de la muerte anterior. Una fe
que se vive en serio está basculando entre un dolor y un gozo, entre un fracaso
y un triunfo. Él lo vivió primero y lo que quiso es que nuestra confesión de
fe: Tu eres el Mesías de Dios, esté
contando con el evangelio entero y no fragmentado. Y que estemos convencidos de
que si hubo héroes en nuestros antepasados, nosotros hemos de intentar llegar
adonde ellos, ¡o más adelante todavía!
Interesantísima la pregunta de Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Estaríamos ante respuestas variopintas. Pero nosotros, los que nos consideramos cristianos ¿quién es Jesús para nosotros? En un arranque de fe diríamos: “Jesús es Dios”. Muy bien, es cierto. El problema es qué concepto tenemos de Dios. Si nos quedamos con la imagen que nos suele dar el Antiguo Testamento y contemplamos un Dios Omnipotente y que parece llevar las cuentas de todo lo que hacemos, nos puede infundir temor, más que amor. Puesto que es una oración copulativa el sujeto se identifica con el predicado. Vamos a darle la vuelta. En vez de “Jesús es Dios” podemos decir “Dios es Jesús”. Aquí la cosa cambia. A Jesús, revelación de Dios, el rostro concreto y personal de Dios en el mundo, lo podemos conocer mejor si nos empapamos del Evangelio. Ahí descubrimos quién es Dios, revelado en Jesús. Veremos un Dios misericordioso, pendiente de las personas, más que de las leyes que oprimen.
ResponderEliminar¿Quién decís que soy Yo? Señor, Jesús, Tú eres el Hijo del Padre, Tú eres el Primero y el Último, sin Tí no ha sido creado nada de cuanto existe; Tú eres Jahvé, el Dios de Israel; Tú eres el Dios de la Alianza del pacto del Sinaí, eres el Dios siempre fiel a su Pueblo; eres el Dios del Éxodo, el que acompaña de noche y de día a sus hijos; Tú eres el Dios del exilio; has tenido que castigar a Israel porque te fue infiel y adoraba a Baal; has sido muy duro con tu pueblo, has permitido su deportación y la destrución del Templo; pero Tú te fuiste al exilio con ellos y les enviaste buenos Profetas para que les hablaran en tu Nombre y volvieran a creer en Tí. Tú eres el Dios de Jesús, el Mesías, mi Salvador. Tú eres el Dios que murió por todos,el Dios que nos compró con su Sangre y, por eso somos tuyos, tuyos, tuyos, somos tu pueblo, somos el PUEBLO DE DIOS, TU IGLESIA..
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