La meditación del blog -hoy- está a continuación
11 de enero de 2015 (Zenit.org) - Al finalizar la santa misa en la
que el Santo Padre ha bautizado a un grupo de niños en la Capilla Sixtina,
Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para
rezar el ángelus con los fieles que estaban presentes en la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración
mariana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, que concluye con
el tiempo de Navidad. El Evangelio describe lo que sucede en la orilla del
Jordán. En el momento en el que Juan el Bautista bautiza a Jesús, el cielo se
abre. “Y al salir del agua --dice Marcos-- vio que los cielos se abrían”.
Vuelve a la mente la dramática súplica del profeta Isaías: “Si rasgaras el
cielo y descendieras”. Esta invocación ha sido escuchada en el evento del
Bautismo de Jesús. Y así, termina el tiempo de los “cielos cerrados”, que
indica la separación entre Dios y el hombre, consecuencia del pecado. El pecado
nos aleja de Dios e interrumpe la unión entre la tierra y el cielo,
determinando así nuestra miseria y el fracaso de nuestra vida. Los cielos abiertos
indican que Dios ha donado su gracia para que la tierra dé su fruto.
Así la tierra se ha convertido en la casa de Dios entre los
hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar al Hijo de
Dios, experimentando todo el amor y la misericordia infinita. Lo podemos
encontrar realmente presente en los Sacramentos, especialmente en la
Eucaristía. Lo podemos reconocer en el rostro de nuestros hermanos, en
particular en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los
refugiados: ellos son carne viva del Cristo que sufre e imagen visible del Dios
invisible.
Con el Bautismo de Jesús no solo se abren los cielos, sino que
Dios habla de nuevo haciendo resonar su voz: “Tú eres mi Hijo muy querido, en
ti tengo puesta toda mi predilección”. La voz del Padre proclama el misterio
que se esconde en el Hombre bautizado por el Precursor. Jesús, el Hijo de Dios
encarnado, es también la Palabra definitiva que el Padre ha querido decir al
mundo. Solo escuchando, siguiendo y testimoniando esta Palabra, podemos hacer
plenamente fecunda nuestra experiencia de fe, cuya semilla se ha puesto en
nosotros el día de nuestro Bautismo.
El descenso del Espíritu Santo, en forma de paloma, consiente a
Cristo, el Consagrado del Señor, inaugurar su misión, que es nuestra salvación.
El Espíritu Santo, el gran olvidado en nuestras oraciones. Nosotros a menudo
rezamos a Jesús, rezamos al Padre, especialmente cuando rezamos el Padre
Nuestro, pero no tan frecuentemente rezamos al Espíritu Santo. Es verdad ¿no?
El olvidado. Y necesitamos pedir su ayuda, su fortaleza, su inspiración. El
Espíritu Santo, que ha animado por entero la vida y el ministerio de Jesús, es
el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana. La existencia de un
hombre, una mujer, que se dicen y quieren ser cristianos. Poner bajo la acción
del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión, que todos hemos
recibido en virtud del Bautismo, significa reencontrar la valentía apostólica
necesaria para superar fáciles comodidades mundanas. Sin embargo un cristiano y
una comunidad “sordos” a la voz del Espíritu Santo, que empuja a llevar el
Evangelio a los confines de la tierra y de la sociedad, se convierten también
en un cristiano y una comunidad “mudos” que no hablan y no evangelizan.
Recordad esto, rezar a menudo al Espíritu Santo, para que nos ayude, nos dé la
fuerza, nos dé la inspiración, y nos haga ir adelante.
María, Madre de Dios y de la Iglesia, acompañe el camino de todos
nosotros bautizados; nos ayude a crecer en el amor hacia Dios y en la alegría
de servir el Evangelio, para dar así sentido pleno a nuestra vida.
Al finalizar la oración del ángelus, el Santo Padre ha saludado a
los presentes:
Queridos hermanos y hermanas, os saludo a todos vosotros, romanos
y peregrinos.
Con gusto saludo al grupo de estudiantes de Estados Unidos de
América, como también a la Asociación Laicos Amor Misericordioso. Hay mucha
necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y
la lleven en los distintos ambientes sociales. Adelante, estamos viviendo el
tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia.
Mañana por la tarde saldré para un viaje apostólico a Sri Lanka y
Filipinas. ¡Gracias por vuestro deseo en ese cartel! Muchas gracias. Os pido
por favor que me acompañéis con la oración. Pido también a los srilankeses y a
los filipinos que están aquí en Roma que recen especialmente por mí, por este
viaje.
Os deseo a todos un feliz domingo, aunque es un poco feo el tiempo
pero, un feliz domingo. Y también hoy es un día para recordar con alegría el
propio bautismo. Recordad lo que os he pedido. Buscad la fecha del bautismo.
Así, cada uno de nosotros puede decir. ‘Yo he sido bautizado tal día’. Que sea
la alegría del bautismo hoy. No os olvidéis de rezar por mí.
¡Buen almuerzo y hasta pronto!
la meditación de hoy está a continuación
Hoy agradecemos al Señor nuestro Bautismo que nos permite conocer nuestra identidad como hijos de Dios y nuestra vocación. Ayúdanos Jesús a ser fieles a ella, a escuchar atentamente tu Palabra; que tu Espíritu Santo sea nuestro Maestro y que nos acompañe todos los días en los senderos de la vida que nos propones.
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