NAZARET y 4
La vida de la Sagrada
Familia no se agota en unas meditaciones o contemplaciones de Nazaret. En
realidad puede uno tomar cada detalle de su propia vida y mirarla desde el
prisma de aquella casa y aquella familia tan llena de enseñanzas y de misterio.
Lo mismo quien trabaja en su casa como quien lo hace en la calle; el que vive
la labor de una oficina o del campo, el padre o la madre de familia, el joven o
el adulto. [Una vez me decía una persona que lo único que no se puede enfocar
desde Nazaret es la vejez. Y es verdad, aunque no plena, porque la vejez tiene
muchos puntos de contacto con la vida de una familia de un pequeño pueblo y en
un tiempo en que los 30 años ya habían sobrepasado las tres cuartas partes de
la existencia. Y también José y María podían estar cercanos a los 50, que era
entonces una ancianidad]. Sea como sea, hemos de acercarnos a Nazaret con el
alma abierta y el silencio del corazón, y seguir cada movimiento, cada hecho,
cada palabra, cada silencio… María, pasándose horas ella sola, cuando ya Jesús
salía a trabajar. José y Jesús en horas de su trabajo que tantas y tantas veces
estaría en puntos distintos. O hay una capacidad de intimidad profunda para
encontrarse con el fondo del alma –y en definitiva con Dios- o se pasan las
horas en mil pensamientos o en conversaciones fútiles que marca el que sea más
dicharachero de la cuadrilla.
Pero ¿y si en el trabajo codo con codo es Jesús quien
expresa sus pensamientos? ¿Y si en su paseo con sus amigos o en sus ratos de
espera en la Plaza es Jesús quien deja hablar a sus sentimientos? Lo que no
cabe duda es que con Jesús no cabían pesimismos, lamentaciones, quejas o
críticas. Con el arte y la gracia de alguien muy vivo y con el corazón muy
limpio, Jesús pronto ponía la conversación a tono. Y quienes iban con Él
sentían alivio, gozo, bienestar. El que estaba triste o el que acentuaba lo
negro (¡ya tenemos un punto de interés para nosotros!) veía cómo se esfumaban
sus vahos al contacto con la alegría y la luz que proyectaba Jesús. Y no digo
ni pienso en Jesús sermoneando. El mayor arte es hacerlo con gracia, levantar
el tono sin llevar la contraria, sin quitarle importancia a las penas del otro.
Pero bien claro es que hay quienes parecen meter el dedo en el ojo ajeno o
propio (para el caso da igual) y disfrutar con saltar el ojo. Los hay pájaros
de mal agüero que siempre ven el punto negro y no saben ver el amplio cielo
azul. Y los hay quienes en medio de una tormenta saben ver el rayito de sol que
filtran las nubes. Y hasta descubrir un arco iris que pone color en medio de la
lluvia.
¿Alguien imagina a Jesús o a María o a José de otra manera?
¿Alguien piensa en un lúgubre Nazaret con tres píos entristecidos? Creo que no
se le ocurre a nadie. Luego “irse” a Nazaret en oración es un antídoto a esa
negatividad y enfocar luz brillante que deja entrever una familia que tiene
riqueza interior. Y no dependiendo de la edad, de las circunstancias, de los
momentos altos o bajos. Ni todo son unas castañuelas, pero lo que no hay jamás
es un abatimiento, porque en aquella familia hay un resorte fundamental que es
el Dios presente que aletea en cada respiración de José, María y Jesús.
Es otro punto digno de tomar en cuenta. ¡Porque donde está
el Espíritu de Dios, todo tiene otro sentido, todo se llena de gozo interior y
se refleja en el mismo devenir diario!
El hogar de la Sagrada Familia debiíó ser espléndido porque estuvo iluminado siempre por una Estrella que brilló más que el sol, Jesús, y, la Virgen María debía de ser una buena ama de casa judía, su Hijo llevaba una túnica tan bien hecha que la echaron a suertes los judíos. ..María sabía hilar y trabajar la lana; no me la veo lavándole la cara a San José, como las mujeres judías; pero me la imagino orando en familia, al caer el día ,dando gracias a Dios y glorificándolo con los Salmos.Me la imagino cumpliendo escrupulosamente todos sus deberes, como una esposa virginal y, como madre. Una Familia maravillosa, ¡sin exclusivas publicitarias!
ResponderEliminarMaría oraba hilando y trabajando la lana y, seguramente por éso, sus frutos (de su labor, de su vientre) eran y son perfectos.
EliminarPor qué, entonces, no imaginarla lavando la cara de José? Además de ser, o como base para ser, la Madre Virginal de Dios, era mujer, y era judía.
O, por qué no imaginarla teniendo diferencias (sin arrogancia ni ira, por supuesto, pero diferencias) con José, sobre aspectos de la educación de Jesús, o sobre la administración de la casa? Y solucionando esas diferencias con templanza y cariño. En solucionar así está la perfección, no en que no haya diferencias.
Por qué no imaginarla regañando, con amor, pero con seriedad, a Jesús? "Hijo, ¿por qué nos has hecho ésto?" (Lucas 2, 48; y debió haber otras ocasiones como ésta).
Para contemplar a María como una esposa virginal, como una madre perfecta, ¿no hay que empezar contemplándola primero sencillamente como una mujer?