La “blasfemia”
contra el Espíritu Santo
Hoy voy a pasar más de largo
por el texto de la carta a los Hebreos (9, 15, 24-28) por ser una nueva
repetición de lo que ya está dicho: la Alianza de Cristo es definitiva, una vez
para siempre, y no necesita repetirse en actos diversos. Cristo ya ha entrado
en el Cielo y quienes participamos de su Alianza, tenemos también desemboque en
el Cielo.
Mi detenimiento va a ser sobre el Evangelio de Marcos (3,
22-30), también muy conocido, pero me voy a centrar en la expresión: el
que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás.
Expliquemos términos: el que BLASFEME… No se trata aquí de
palabras o acciones blasfemas en sí mismas y en el sentido conocido de la
palabra “blasfemia”.
CONTRA EL ESPÍRITU SANTO. Tampoco es que se nombre
ofensivamente al Espíritu Santo.
Se trata de un estado
de pecado que no se reconoce pecado y del que no se está en actitud de
arrepentimiento.
¿Por qué se habla del Espíritu Santo? Porque es la
presencia y acción directa de Dios en las almas. Y quien se niega a ver la
verdad, y se enquista en la mentara, y no deja que actúe la acción de ese
Espíritu de Verdad, ese está rechazando la acción de la Gracia –don de Dios-,
el mismo Espíritu Santo.
¿Por qué es “blasfemia”? Porque es un rechazo directo de
Dios y de la acción de Dios. Y al pecado que tiene por objeto directo a Dios,
sin otra ventaja de algún tipo, eso es una blasfemia.
¿Por qué ese pecado no tiene perdón? – Porque, por
hipótesis, es una actitud de negativa a la Gracia, un rechazo de la acción de
Dios, un enquistamiento en la soberbia de la persona y –consecuentemente- no
hay reconocimiento de pecado, y –por lógica- no hay arrepentimiento. La persona
no echa marcha atrás. Y si no se arrepiente, no puede ser perdonado por mucho
que Dios quisiera ayudarle. Mientras se mantenga en esa soberbia posición de
endiosamiento, Dios no tiene entrada. Dios no puede entrar a perdonar. ESE
PECADO NO TIEN PERDÓN.
Y Jesús, con gran pedagogía, aclara que el mismo pecado
contra el Hijo del hombre, cualquier blasfemia que digan, se puede perdonar (porque
siempre cabe que el pecador se reconozca pecador y se arrepienta). Lo que no
tiene perdón es el pecado que no se reconoce y del que no hay arrepentimiento.
Ahí se le han cerrado las puertas a Dios.
Y acaba el texto poniendo todavía negro sobre blanco: Se refería a los que decían que tenía dentro
un espíritu inmundo, hasta el punto de decir aquellos fariseos el absurdo
de que Jesús echaba los demonios con el poder del demonio. Es un despropósito
tan fuerte que esos hombres no son capaces de echar marcha atrás. Se han
anquilosado de tal manera en su postura que no hay quien los saque de su
absurdo. ¡Esa es la blasfemia contra el
Espíritu Santo!
Una mirada a la situación presente, a las expresiones de
odio y desprecio que se vierten contra la Iglesia, o todo ese furibundo ataque
contra el mismo Dios (su existencia, su obra, “su derecho” sobre todas las
cosas ¡porque es Dios!), ¿no rayará en esa terrorífica situación que no tiene
vuelta atrás? “El hombre dueño de su cuerpo” y engreído sobre sus
propias consecuciones, que ya cree no necesitar para nada de Dios, ¿no estará
rozando peligrosísimamente la blasfemia contra
el Espíritu Santo?
El pecado del orgullo impide aceptar a Dios, aceptar su Palabra y seguir su Ley. El hombre, haciendo mal uso de su libertad, se aleja de Dios, porque cree que puede vivir sin Dios.El Señor no cesa de llamarlo de nuevo, de invitarle a regresar; pero los caminos del hombre pecador son otros y rechazan este Amor y pueden romper definitivamente las relaciones de amistad con Dios.El Hombre se envilece, se hace cada vez menos hombre; en este estadío, en el que lo ha colocado el pecado mortal, ya no puede conseguir la Plenitud para la que fue creado, ya que esta Plenitud únicamente se puede conseguir en la comunión con Dios, única fuente de vida, de caridad y de Gracia.
ResponderEliminarDios, tiene que estar presente en los pecadores,pero no puede estar como Padre, como Huéped, como Trinidad; porque estos hombres, creados para ser templos vivos de la Santísima Trinidad, por sus pecados, se han hecho incapaces de morar en sociedad con las Tres Personas divinas y, por su obstinación, han obligado a Dios a romper toda relación de amistad. Un sólo pecado transformó, en un abrir y cerrar de ojos, a Lucifer de ángel de luz en ángel de las tinieblas y en el peor enemigo de Dios..."Ten piedad de mí; por tu inmensa misericordia borra mis delitos"(Sl, 50)