Las consecuencias de ser “EL SEÑOR”
Cuando Simón escucha
aquella palabra que le musita el
discípulo amado, se ciñe su túnica exterior y se echa al agua. Los
demás, reman, y casi llegan a la par de Simón que va nadando. Tres situaciones de un mismo hecho. Uno es el que descubre, y lo hace con todo
equilibrio y nada llamativo. Comunica. Susurra. Un modo de ser ante la vida. Un
temperamento Otro se lanza al agua como
si tuviera más urgencia…, o simplemente es el modo de ser extremoso, fogoso, de
Simón, que no sabría hacerlo de otra manera. Otros, tienen el trabajo de remar
y volver la barca a la orilla. “EL SEÑOR” llama, se manifiesta, se deja
entrever…, y ya tenemos tres reacciones diferentes. Y al desembarcar encuentran ya que hay unas
brasas y asándose unos pescados. ¿Quién encendió las brasas? ¿Cuándo?
Simón se presenta
ante el personaje de la orilla, que –aun teniendo allí preparado el desayuno-
les hace sacar a los hombres su propia pesca. Es una constante (Caná, con el
agua; el desierto con los 5 panes y los dos peces…). Es una manera de actuar el
Señor: nuestro trabajo –aun no siendo necesario por sí mismo- lo requiere, lo
valora, lo exige. Y sin embargo Él es
quien lo da todo y lo tiene ya todo dispuesto.
La teología de la Gracia es que la GRACIA es pura gracia o don, y que nosotros no podemos “ganarla” por nuestras
fuerzas, porque un regalo no puede adquirirse “por derechos”. Y sin embargo
Dios nos hace partícipes de su obra pidiéndonos una aportación nuestra, que no
es ni necesaria (porque el regalo ya está preparado de antemano), pero Dios nos
quiere siempre dispuestos y activos, y nos pide una “bandeja preparada” para Él
depositar su don.
El “hombre de la
orilla” hace que aquellos hombres saquen su pesca, sopesen el valor de la misma
en número y tamaño, y se hagan conscientes de que allí ha habido algo más que
un hecho normal. Y una vez que está
acabado ese trabajo, los invita a desayunar de aquel pescado ya asado en las
brasas.
Y nos viene aquí una
de las frases que resultaría enigmática si la analizamos detenidamente. Porque “ninguno de los presentes se atrevía a
preguntarle: Tú quién eres…, porque sabían
que era el Señor”. A mí me detiene
esa frase del evangelista, y la veo muy en la línea de los otros evangelistas
que no veían al Resucitado pero a los
que se les daba siempre el mensaje repetido de que así estaba anunciado; ahora se acordaron de lo que decían las
Escrituras…, o el peregrino que desgrana la historia comenzando desde Moisés…
para mostrar que “estaba escrito que el Mesías tenía que padecer para entrar en
su gloria”. Porque ahora, en este
desayuno, parece superflua esa observación del “no atreverse a preguntar porque
sabían que era el Señor”. Y no es superflua. Es la misma línea de la fe en la
Resurrección: no está la prueba en VER sino en SABER… Lo de menos es lo
físico de aquel personaje misterioso. Lo
que fundamenta aquella alegría de aquel momento es SABER que ES EL SEÑOR. Algo
así como que el alma aún no ha despuntado y no se pueden descubrir las
facciones…, pero los hechos demuestran y ponen de manifiesto que todo aquello
no tendría lugar si no fuera porque Jesús HA RESUCITADO, y hay una experiencia interna mucho más fuerte
que el hecho de ver. Lo cual es para nosotros de una importancia esencial,
ya que nosotros no tenemos aquellas “visiones” que nos narran los evangelios. Y
sin embargo SABEMOS que Jesús está
resucitado, y su resurrección está actuando en nosotros.
Con la luz el día,
pasamos ya a VER A JESÚS. Y ese Jesús llama aparte a Simón y le hace una
pregunta: Simón; ¿me AMAS más que éstos? Mucho se ha escrito sobre esta pregunta.
“Amar MÁS que éstos” ¿es porque va a darle el primado sobre todos? O más a ras…, ¿porque Simón se quiso
anteponer a “éstos” en la Cena: aunque
éstos te nieguen yo no. ¿O porque
las negaciones de Simón le dejaban en entredicho? Me resisto a las dos últimas
interpretaciones, porque no me encaja un Jesús reivindicativo. Sí me convence
la primera: le va a entregar su obra divina y pide una confesión profunda de
AMOR. El caso fue que Simón respondió
con una humildad muy fuerte y se remitió a que Jesús sabe que la quiere.
Si eso es evidente para Simón, no tiene que decir si “más” o si “menos”. Eso sí: lo que ha hecho Simón es cambiarle el
concepto: no es amor genérico lo que
él le tiene, sino el amor de un amigo,
que encierra así unas connotaciones muy especiales de amor de intimidad. Y Jesús le encarga, como oficio de amor, apacentar sus ovejas.
Vuelve Jesús a
preguntarle, pero sin poner ya el más
que… Y repite: “Simón, hijo de Juan, ME AMAS”. Responde Simón con la misma forma de la
primera vez, como idea que tiene muy cara y muy fija: Señor: Tú sabes que TE QUIERO. No se contenta Simón con “amar a Jesús”…
Jesús no es para Simón uno entre los que él puede amar con el amor genérico del
mandato del Señor en la Cena. Para
Simón, Jesús es Alguien mucho más suyo; Alguien a quien ama con amor de amigo, que está dispuesto a dar
la vida por la persona amada. Y Jesús le
encomienda apacentar sus corderos.
[Interpretan algunos que “ovejas” es el pueblo fiel; “corderos” los otros compañeros que serán responsables en la futura
Iglesia. A mí me parece que es rizar el rizo, y que en la palabra de Jesús
siempre está LA IGLESIA futura, la primacía de Simón Pedro.
Y a Jesús se le
ocurre ahora preguntar por tercera vez, pero empleando el mismo vocablo en que
ha insistido Simón: “Simón, ¿ME QUIERES? Cuenta el evangelista que le entristeció a
Simón esa tercera vez. Y como ya no le quedaba otra posibilidad que la de
remitirse al propio Jesús, le respondió, con una belleza que encanta: Señor:
TU LO SABES TODO, y Tú sabes que TE QUIERO. No le queda ya más que poder decir… Porque
sabiéndolo Jesús, ya no tiene él más que decir. Y la respuesta de Jesús, en su
parte primera, es la misma anterior: Apacienta
mis corderos.
Lo que vine después,
hay que dejarlo aparte. Requiere mucha más profundidad.
Hermoso Evangelio de hoy sábado.La barca es imagen de la Iglesia,en medio del mundo,zarandeada a lo largo de los siglos por las persecuciones,herejías,infidelidades...Sin embargo,la tempestad,las olas,las tinieblas,no conseguirán que la nave se aparte de su rumbo y quede destrozada.Ya lo dice el Señor "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella"Estas palabras nos dan una gran seguridad y una gran paz porque Cristo mismo está dentro de la barca;vive para siempre en la Iglesia y permanecerá siempre como Cristo la quiso.
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