DOS DISCÍPULOS VAN A COMPROBAR
Viene a continuación un relato
de San Juan, y por tanto con ese doble sentido en el que lo simbólico tiene su
lugar. Nos dice expresamente el texto que Pedro
y el otro discípulo fueron al
sepulcro. La tradición nos ha
identificado siempre a ese “otro discípulo” con el propio evangelista que lo
cuenta, y que nunca se nombra a sí mismo. Interpretó la tradición la humildad
del relator que pretende no aparecer y que todas las referencias a ese “discípulo”
que va apareciendo a través del 4º evangelio son siempre una velada referencia a
sí mismo. Ni afirmo ni niego. Pero a mí
me abrió los ojos el día que en unos ejercicios espirituales un querido
compañero nos llevó en una contemplación a la figura del ”discípulo anónimo” en la que tras esa expresión San Juan –que escribe
50 años después, en medio de una comunidad cristiana- busca expresar la
realidad de una fe más desarrollada en esos “discípulos
anónimos”, “discípulos amados”, “discípulos que han gustado ya la maravilla de
vivir recostados en el pecho de Jesús”. Y sin que yo pretenda afirmar ni
negar, sí me siento muy reconfortado por esa visión en la que yo mismo adquiero
el protagonismo de sentirme personalmente “discípulo
a quien ama el Señor” y tiene su parte activa en la historia evangélica, de
la que no soy mero espectador.
Según eso el relato tendría una
fuerza muy peculiar. Sube Simón, que representa la cabeza visible del grupo de
los apóstoles y de la futura Iglesia de Jesús. Pero a Pedro le pesan los pies –su edad, sus
negaciones recientes- y corre menos. “El
otro discípulo” es un símbolo de una Iglesia que ya vive la fuerza de una “juventud”,
de una vida que viene desde abajo y empuja. Y corre más. Y llega primero, y ve
antes. Aunque respetuosa con Simón (la
Iglesia) no entra. También quedaba así
claro que nadie había entrado antes para dejar preparadas las vendas o sábana
del enterramiento.
Cuando llega Simón, entran
juntos los dos. Y ven. Ven las sábanas o
vengas plegadas. [¿Qué significa ese término? ¿Dobladas como lo
hubiera hecho una planchadora? Más bien
indica que aquellas telas que habían envuelto o cubierto el cuerpo de un cadáver,
de pronto habían quedado “sin materia” que cubrir o envolver, y la parte
superior había caído sobre la inferior. Sencillamente aquel cuerpo que tuvieron
envolviéndolo, se había esfumado. No se
había quitado lo envolventes. Sencillamente NO ESTABA YA, ¡había salido de allí!, ¡HABÍA RESUCITADO!
El “otro discípulo”, avezado ya
en la enseñanza cristiana, no sólo vio sino que vio y CREYÓ. Ahora
quedaba patente que lo anunciado por Jesús y por las Escrituras (que antes ni
habían captado ni entendido), ahora se hace diáfano. La comunidad primera VIVE
YA LA RESURRECCIÓN, realiza las obras que son propias del Resucitado, y por eso
su ver no es aséptico o
desconcertado. Es un VER lo que ve (aunque no ve con los ojos de la cara), y
sin embargo ya vive la fe. Simón ve lo mismo, pero aún no le ha llegado
su momento de creer. Podrá sentir el contagio
de la alegría de quien cree. Él está aún embotado por su propio recuerdo de
aquella última mirada de Jesús en el momento de su negación y juramento falso
de no conocer a ese hombre.
Y
bajarán del sepulcro y llegarán al Cenáculo con un mensaje común aunque con una
muy diversa sensación: Al Señor no se lo
han llevado, no lo han robado. Eso queda patente con sólo ver lo que han
visto. Simón no puede decir más, aunque su alma viva empinada en el deseo de
ver más… Otra cosa serán los efectos que van produciendo todas estas idas y
venidas, estos mensajes parciales…, entre el “robo” –como primera noticia-, el
anuncio optimista de las mujeres (aunque no las crean), y la expresión de Simón,
ahora, que –sin haber creído aún- no es la misma del que salió hacia el
sepulcro. No en vano “el otro discípulo”
hacía ya de lucecita encendida en medio del camino, en esta secuencia de
relatos que tratamos de componer en el intento de darle unidad a un “primer día
de la semana”, que los evangelistas no pensaron nunca como una historia de
hechos sucesivos y ordenados.
Porque
ahí tenemos un dato. No habría muchos
atajos para ir al sepulcro. Tampoco
ahora, sin embargo, se cruzan los discípulos con María Magdalena que se ha
vuelto al sepulcro como su querencia (digámoslo así) ante su dolor incontenible
de haber perdido a su Maestro.
Y
a todo esto, ya están que no se aguantan Cleofás y el otro, aquellos discípulos
hundidos que se han venido abajo ante los acontecimientos, y que no tienen
paciencia ni ánimos para seguir esperando. Y con su desolación a cuestas y con el Maestro
muerto y matado por los mismos jefes religiosos, poco era lo que podían esperar…,
y –si acaso- mucho que temer en su temor a los judíos… Cuando regresó Simón y no había visto al
Señor, ellos ya no soportaron más y –sin hacer caso a nadie- optaron por marcharse
y huir de la quema, con sus tristeza y fracaso a cuestas.
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