Mc. 3, 1-6
El
día que presentó su renuncia Benedicto XVI dejé también cortado el tema que venía
desarrollando de forma continuada: el Evangelio de Marcos. Hoy reanudo por donde iba, recién acabado el
capítulo 2. En ese capítulo se narran
una serie de actuaciones que bien podríamos llamar “persecutorias” o
inquisitoriales contra Jesús, criticando y atacando todo lo que hacía, acosándolo
permanentemente.
Sea como sea, lo que nos dice San
Marcos es que los fariseos estaban allí acechándolo
si en sábado curaba Jesús, porque así tenían ellos razón para acusarlo. Jesús se sabe observado y con no buenas
intenciones. En absoluto, cabría mirar para otro lado y no darle a los fariseos
ese gusto de emprender otra causa de discusión. Pero eso no cabía en Jesús, porque si Jesús se
encuentra ante una necesidad, no mirará nunca a otro lado. Sin embargo no
pretende provocar, y su forma de proceder es dialogante, pretendiendo el
razonamiento de aquellos hombres a los que Él quisiera llevar el sentido auténtico
de la RELIGIÓN, como relación de la perdona con Dios, y no del cumplimiento de
normas descarnadas, como quien aplica una fórmula matemática de laboratorio. Y Jesús se dirige a ellos y les hace un
planteamiento que va mucho más allá que el de las “leyes”.
Llama al hombre de la mano
paralizada y le dice: Ponte ahí en medio.
Y ahora se dirige a los fariseos y les pregunta: ¿Es lícito
en sábado hacer el bien, o es lícito hacer el mal? [Hacer el mal es sencillamente la omisión cuando se tiene en la manos ls
posibilidad de hacer el bien]. Y acentúa la pregunta con una segunda
interrogación: ¿Es lícito salvar un alma,
o –por el contrario- es lícito matar?
Si actuar supone salvar, no actuar equivale a matar. ¿Cuál de las dos
cosas es lícita en sábado?
Ellos no tenían respuesta a esa
manera de presentar Jesús el tema. Ya no se trataba simplemente de curar en sábado… Había detrás una realidad contraria que suponía
hacer un daño positivamente… ¿Es eso lo que los fariseos admitirían: “en sábado
se puede hacer el mal”? Y como se ven
con las manos cogidas…, como respondan lo que respondan quedan mal, optan por
callar. [Si decían que se puede hacer el
bien, Jesús curará al hombre, y ellos quedan sin argumentos de ataque, porque
ellos mismos han dado el visto bueno. Si
dicen que se puede hacer el mal, chirriaría en las mentes de los asistentes. Callando,
no comprometen nada. No se ponen a favor de nada ni en contra de nada…, y
quedan con su libertad para atacar a Jesús. Pero hay que reconocer que salen malparados,
humillados ante el propio Jesús y ante aquellas gentes de buena fe].
Jesús esperó… Miró… Pasó la mirada
en derredor… Responderían o no pero allí estaban tragando saliva porque la
situación les era muy engorrosa. En Jesús
había indignación –nos dice el evangelista-, había pena profunda (“contristado por el encallecimiento del
corazón de aquellos hombres”). Y
acabó dirigiéndose al enfermo… Si nos
metemos en el sentir de ese hombre, tuvo que pasar lo suyo. Estaba colgado de la respuesta de unos
fariseos sin corazón. Eran capaces de
negar la posibilidad de que hiciera Jesús el bien con él. Los momentos se le hacían eternos. También él miraba en derredor con ojos
suplicantes, como quien dice: “Decid que sí se puede hacer el bien”… Cuando Jesús se dirigió a él y le dijo que extendiese su mano, respiró gozosamente…
Triunfaba la lógica, la compasión, la caridad con un pobre paralítico, y
quedaba todo más allá que “las leyes”.
Extendió la mano. No había habido
violación alguna del sábado. No había habido “trabajo”. El gesto de extender la
mano era idéntico al que los fariseos estaban gesticulando todo el tiempo, sin
que por ello pensaran violar el sábado. Se sintió el enfermo un hombre normal,
que podía hacer lo que cualquiera de los que estaban allí. No les debía nada a sus mentores religiosos
que, en realidad, eran unos esclavos más paralíticos de su alma que lo que había
estado paralizado su brazo.
Jesús no había hecho nada que
pudiera considerarse contra el sábado. Lo
que había dejado muy claro es que Dios está mucho más allá que las normas, máxime
cuando tantas de aquellas normas eran exageraciones y casuísticas añadidas por
el mundo farisaico. Y salió con las
gentes que se marchaban satisfechas por lo que habían sentido como más propio
de la acción de Dios.
Pero los fariseos habían quedado
mal. Mal a los ojos de sus gentes y mal ante ellos mismos porque sabían muy
bien que habían hecho el ridículo. Y eso
pretendieron compensarlo –vengarlo- al estilo que les era propio. Saliendo de
la sinagoga, y uniéndose a los enemigos naturales que eran los partidarios de
Herodes, tomaron la determinación de acabar con Jesús. Era la solución más rastrera que podían
decidir. Pero cuando uno se obceca, ya es capaz de cualquier barrabasada.
Leemos en la lectura de la Misa de hoy cómo con la predicación de la Buena Nueva mucho se convertían y se adherían a ellos.
ResponderEliminarNuestro Señor funda su Iglesia sobre la debilidad,pero también sobre la fidelidad de unos hombres, los Apóstoles;no eran éstos ni ricos,ni cultos ni héroes a lo humano.Jesús echa sobre sus hombros una tarea inmensa,divina.
Sin embargo estos hombres tuvieron fe,fueron fieles y comenzaron a predicar por todas partes aquella doctrina que chocaba frontalmente con muchas costumbres paganas.En poco tiempo el mundo conoció que JESUCRISTO era el Redentor del mundo.
ResponderEliminarJesus DIALOGA intenta conocer la verdad ; no es vanidoso por eso
dialoga .