Me avisan que no lo he puesto. Despiste
Liturgia:
Jesucristo observaba las donaciones
que iban echando las gentes en el cepillo del Templo (Mc.12,38-44). No se
inmutó con las cantidades mayores que echaban los más poderosos. Echaban de lo
que les sobraba. No les suponía un sacrificio especial. Y en el fondo presumían
de sus limosnas.
En cambio cundo pasó aquella mujer, pobre y viuda, que sólo
tenía unos céntimos para poder echarlos, Jesús se emocionó y llamó la atención
de sus discípulos que estaban pendientes de otras cosas. Y les dijo que esa
pobre viuda había echado más que nadie, porque los demás echaban de lo que les
sobraba, mientras que esa mujer había echado lo que tenía ese día para comer.
¡Y eso tenía un plus de admiración y de mérito!
Lo que llama la atención de Jesús no es la cantidad sino la
calidad; no se fija en lo exterior sino en el corazón de la persona, porque
Jesús quiere corazón y buena voluntad. Y eso lo ha encontrado en la viuda
aquella; no en las sumas de dinero de los que ostentaban sus méritos haciendo
sonar bien sus monedas en el cepillo.
Enlaza con la 1ª lectura (1Rg.17,10-16) en donde otra viuda
pobre sabe fiarse de la palabra del profeta, y da todo lo que tiene, a riesgo
de no tener ella para comer.
Había llegado Elías a Sarepta, hambriento y necesitando
sustento para no desmayar. A la primera persona que encuentra es a una viuda
que está recogiendo leña, y a ella le pide un panecillo. La viuda responde que
sólo le queda un cuartillo de harina, para hacer ese pan para ella y su hijo y
luego echarse a morir, porque ya no le queda más.
El profeta insiste en que primero le haga a él el pan, y le
promete que no le faltará la harina y el aceite para hacerse luego el pan para
madre e hijo. La viuda se fía y lo hace así. Y Dios, que es mucho más generoso
que lo que puede ser la criatura, le multiplica la harina en la orza y el
aceite en la alcuza, y no le falta a ella y a su hijo la comida para adelante.
Estamos ante un hecho en que la generosidad divina supera la misma generosidad
humana.
En la vida real es el valor de lo pequeño ante Dios. Por lo
general, las personas no nos desenvolvemos entre grandes situaciones. El día a
día es el de la hormiguita que va recogiendo pequeños detalles, pero que son
los que le sustentan y sostienen. Nosotros vivimos también de pequeñas
realidades diarias, en las que nos desenvolvemos, pero que es donde tenemos que
dar cuenta de nuestra vida. Por eso lo pequeño es importante y en lo pequeño
tenemos que santificarnos y que buscar la manera de agradar a Dios.
Finalmente tenemos la 2ª lectura (Heb.9,24-28) que sigue en
la línea de comparación del sacerdocio de Cristo y el de la Antigua Alianza.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento oficiaban en un santuario hecho por manos humanas. Jesucristo
ha entrado en el santuario el Cielo. Los antiguos sacerdotes ofrecían sangre
ajena –sangre de animales-; Jesucristo ofrece su propia sangre; aquellos
sacerdotes tenían que ofrecer cada vez; Jesucristo ofrece de una vez para
siempre.
Jesucristo se ha
ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez
aparecerá sin ninguna relación al pecado, para salvar definitivamente a los que
esperan.
Una mirada a la realidad humana, que tiene su importancia
ante teorías diferentes inventadas por los hombres. Afirma que el destino de los hombres es morir una sola
vez y tras la muerte, el juicio. No hay una segunda vida, no hay una
segunda oportunidad. No hay reencarnación. El hombre vive una vez, y cuando
muere, tiene ya el juicio definitivo de lo que ha sido su existencia.
La EUCARISTÍA es el ejemplo claro de lo pequeño con valor
muy grande. Una hostia de pan que deja de ser pan para ser el propio Cristo. Un
sacramento en el que lo humano se hace divino. Una gota de agua en el cáliz que
acaba hecha vino para que el vino se consagre y sea la sangre misma redentora, por vosotros y por muchos para el perdón de
los pecados.
Te presentamos nuestras pequeñas obras para que tú las transformes en
hechos que te alaben y bendigan.
-
Por la Iglesia, realizada entre las pequeñas realidades de los hombres
y mujeres que la formamos. Roguemos al
Señor.
-
Por la Iglesia Diocesana, que nos recibió en el Bautismo y nos alimenta
con los Sacramentos y la Palabra. Roguemos
al Señor.
-
Para que sepamos fiarnos de la generosidad de Dios, que siempre da más
de lo que le ofrecemos. Roguemos al
Señor.
-
Para que la Eucaristía nos haga generosos a la hora de ofrecer nuestra
parte. Roguemos al Señor.
Recibe, Señor, la pequeña gota de agua de nuestras
acciones, y transfórmala en obras que a ti te alaben.
Por Jesucristo N.S.
Me alegro mucho.
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