Liturgia: JESUCRISTO REY
El año litúrgico se corona con la
solemnidad de JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. Quizás en los momentos actuales no
sea el título que mejor caiga en muchas mentes que viven todo de modo
politizado. Pero aquí no se trata de comparar a Jesucristo con los reyes de la
tierra sino de expresar la realización plena de ese tema fundamental de la
revelación, que es el REINO DE DIOS, el establecimiento de Dios sobre todas las
cosas.
Por eso el reinado de Jesucristo no tiene nada en común con
los reinos humanos: No tiene trono, o su trono es la cruz, desde donde
realmente reina y domina toda la creación. No tiene corona, salvo la corona de
espinas con la que se burlaron de él. No tiene territorio, aunque su vocación
es la llenar el mundo entero. No tiene armas ni ejércitos, sino que su arma es
el amor y sus ejércitos son los hombres sencillos que continúan la obra de los
apóstoles. No tiene riquezas, porque su mundo se construye sobre la pobreza y
el desprecio de los bienes de este mundo.
Estamos, pues, hablando de otra realidad que nada tiene que
ver con los reyes humanos. Y entonces, si lo entendemos así, podemos proclamar
a Jesucristo REY DEL UNIVERSO, con vocación para conquistar todos los reinos y
naciones para la causa del Padre, y traer fuego a la tierra entera con el deseo
de que arda en esa nueva realidad.
Así la breve 1ª lectura (Dn.7,13-14) nos lo presenta
acercándose al trono de Dios, y se le da
poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirven. Su
poder es eterno. Su reino no cesará.
Lo apoya la 2ª lectura del libro del Apocalipsis (1,5-8),
que lo declara Príncipe de los reyes de
la tierra…, que nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su
Padre: a él la gloria y el poder por todos los siglos.
En el evangelio de San Juan (18,33-37) se declara a sí
mismo REY. Pero mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis soldados habrían luchado para que
no cayera en manos de los judíos, pero mi reino no es de aquí.
Pilato no entiende nada de aquello, porque aquel pobre
hombre –Jesús- declara que es rey, y quiere Pilato cerciorarse, y le pregunta
directamente: Conque ¿Tú eres rey? Y
Jesús responde afirmativamente: Soy Rey.
Yo para esto he nacido y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la
verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
Pilato no quiso saber más. Estaba confundido. Y sobre todo,
aquello de LA VERDAD no le encajaba. Pilato era un político y la política es el
arte de mentir. Lo que se demostraba claramente es que Jesús no encajaba en los
baremos humanos, en el concepto de rey humano. Aquel reinado iba por otro
camino que Pilato ni olía. Por eso se quitó de en medio con un displicente: ¿Y qué es verdad?, y dejó cortada la
conversación, cuando Jesús pudo enseñarle tantas cosas que distinguen la verdad
de la mentira, la honradez de la falsía.
Para nosotros es una llamada a ser verdaderos, a vivir con
sinceridad nuestra vida cristiana, a no engañarnos con medias palabras, a ir
por derecho, a tomarnos en serio nuestra conciencia para no andar flirteando
con situaciones pecaminosas. Así estaremos en el reino de Jesús, el reinado de
Dios.
La EUCARISTÍA nos pone ante la gran verdad. Ante Jesucristo
no podemos engañarnos. Algo tiene que perfeccionarse nuestra vida para irnos
haciendo más dignos de la Eucaristía. Que ante la blancura de la Hostia Sagrada
–Hostia pura, santa, inmaculada- vivamos la profunda sinceridad de poder
mirarla fijamente y participar de ella con el corazón purificado.
A Jesucristo, Rey del Universo, suplicamos desde el fondo de nuestro
corazón
-
Que hagamos de nuestra fe en Cristo la razón de nuestro vivir como
miembros del Reino de Dios, Roguemos al
Señor
-
Que seamos muy sinceros con nosotros mismos y con nuestra conciencia. Roguemos al Señor.
-
Que en nuestra participación en las elecciones próximas nos dirijamos
por el mejor bien posible. Roguemos al
Señor
-
Que la Eucaristía nos haga vivir de frente a la verdad, sin dejarnos
engañar por los afectos y los intereses creados. Roguemos al Señor.
Reina, Jesucristo, en nuestros corazones; reina en España,
acompaña a la Iglesia en este momento difícil que está viviendo.
Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los
siglos.
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