Liturgia:
En el evangelio de hoy Jesús afirma
que es inevitable que sucedan los escándalos (Lc.17,1-6). No siempre hay
culpables en esos escándalos que sufre la gente. Existe el llamado “escándalo
de pusilánimes” que es el que sufren muchas personas por su falta de formación
o incluso deformación. Entonces cualquier minucia que no les encaja con su
criterio moral, es motivo de escándalo. Es inevitable que sucedan, porque no
hay una culpa ni una intencionalidad en la persona “que escandaliza”.
Luego están los escándalos que se producen por la falta de
prudencia del que lo causa. No es que haya hecho algo mal hecho pero tampoco ha
sido prudente para ese auditorio que tiene delante. Provoca extrañeza. Crea
dudas. “Escandaliza”. Y de ello hay que andarse con pies de plomo, máxime en el
momento actual en el que están las gentes tan sensibilizadas y tan de “mírame y
no me toques”. También aquí “es inevitable” que sucedan escándalos.
Jesús se refiere al escándalo que crea mal e induce al mal.
Y por la malicia de las gentes es muy real que “es inevitable” que suceda el
escándalo. Y ahí es donde Jesús advierte: ¡ay
del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría
que le encajaran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Sería
menos malo para esos tales el perder la vida de esa manera que el daño que
provocan y que puede arrojar al pecado a gentes buenas y sencillas (=pequeños)
que no tienen la posibilidad de defenderse de ese mal que alguien les provoca.
Y entonces da una pauta para la corrección: Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se
arrepiente, perdónalo. Y podría decir: ¡olvida! Porque el “perdono pero
olvido” tiene una traducción muy peligrosa, que expresa un perdón no verdadero.
Entendamos: el olvido tiene que ser más anímico que real,
porque la memoria es la facultad que conserva los recuerdos, y no es fácil
olvidar lo que uno ha vivido. Pero ese recuerdo no hace daño si anímicamente se
ha hecho por echarse a las espaldas lo que sucedió. Es el verdadero olvido:
aquello que pasó, como si no hubiera pasado. Y es el que conduce al perdón
real.
Y Jesús lo lleva al extremo: si te ofende siete veces al día, y siete veces te dice: “lo siento”, lo
perdonarás. Es decir: el perdón no tiene fecha de caducidad: SIEMPRE se ha
de perdonar y siempre se ha de hacer por olvidar, con ese olvido verdadero que
echa a las espaldas la ofensa para no verla más.
Es el modo de Dios. ¿Cuántas veces nos acercamos al
sacramento de la penitencia y cuántas veces decimos lo mismo…, es decir: que
hemos desagradado a Dios en las mismas cosas y las mismas veces. ¿Qué sería si
Dios no perdonara “siete veces” y no se echara a las espaldas todo aquello? Y
“echarse a las espaldas” no es “cargar con el peso” sino que lo que está a las
espaldas ya no se ve. Es el perdón que Jesucristo nos pide que tengamos con
nuestros prójimos.
Los apóstoles debieron ver que estaban verdes en todas esas
cosas y optaron por pedirle: Auméntanos
la fe. A lo que Jesús respondió que no se trataba de tener MÁS fe sino de TENER
FE… Fe como el grano de mostaza…, mínimo en tamaño pero verdadero. Tan fuerte,
por otra parte, que tuviéramos la seguridad de que aun lo casi imposible
podíamos alcanzarlo: como decir a esta
morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Que si tuviéramos esa fe,
la morera obedecería.
Precisamente Jesús solía atribuir sus milagros a la fe de
los que venían a él esperando su curación. Era la fe de ellos la que actuaba y
hacía posible que el ciego viera y el leproso quedara limpio.
No entro a comentar la 1ª lectura (Tit.1,1-9) y la dejo a
la lectura reposada de cada uno. Acentuaría expresiones como las del saludo:
llegar al conocimiento de la verdad,
según nuestra religión, porque en tiempos como los que vivimos, estamos
acosados por muchas falsas verdades que nos pretenden colar en ese
adoctrinamiento –verdadero bombardeo- de los medios de comunicación.
Lo que Pablo dice a Tito es que lo ha dejado en Creta es para que pongas en regla lo que faltaba,
lo que puede ser muy bien un complemento de lo anterior. “Poner en regla”
frente a tanta influencia desarreglada como padecemos
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