Liturgia:
Concluye la carta a los filipenses
con la lectura de hoy: 4,10-19. En realidad está dirigida a un agradecimiento
de Pablo a aquella comunidad por los subsidios económicos que le enviaron en
diferentes momentos, si bien no es el aspecto principal, como él mismo expresa.
De ese párrafo hay una frase que se puede extrapolar del tema de subvenciones
recibidas, y que se puede aplicar a un horizonte mucho más amplio y
trascendental. Dice Pablo que hubiera pasado sin esas ayudas porque Todo
lo puedo en Aquel que me conforta.
Esto tiene repercusiones mucho más amplias, y ahí es donde
hemos de aplicarlo. En la vida hay muchas contrariedades. De ellas podemos
salir si estamos aferrados a Cristo. Existen muchos momentos que echan abajo y
que parece que no hay salida. En ese punto de desesperanza humana, es donde
tiene una resonancia especial la afirmación de Pablo. Nada podéis sin mí, que dijo Jesús, queda completado con esta
expresión de la carta a los filipenses: Todo
lo puedo en él, porque él me da fuerzas y me conforta en mis necesidades y
momentos de fracaso. Y con un sentido que va más allá del que refería Pablo –el
de ayuda material- podemos copiar su afirmación: He aprendido a arreglarme en toda
circunstancia. Sé vivir en
pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo. Sería el modo de
desenvolverse todo hombre de fe ante cualquier realidad que se le pueda
presentar en su vida.
Ayer comentábamos la alabanza del amo al administrador
infiel y veíamos que la lección que Jesús
quería dejar en pie era que pongamos en las cosas de Dios el mismo
interés que ponemos en las humanas.
Hoy sigue el mismo tema, explicitando Jesús su enseñanza: ganaos amigos con el dinero injusto. El
dinero es el que causa injusticia. Por eso al dinero se le añade el
calificativo de “injusto”, sin querer decir con ello que sea un dinero
injustamente ganado. Aunque esté justamente ganado, el dinero nunca crea
personas justas. Lo que hay es que convertir la posesión de dinero en actitudes
creadoras de bien: la limosna, el compartir, el emplearlo en causas buenas. Y
dice Jesús: Para que cuando os falte a
vosotros, tengáis la paga en las moradas eternas. El dinero que se emplea
de buena manera, es como un aval que asegura el premio sobrenatural.
Y no hay que esperar a ser rico para repartir bienes. Ya
desde lo pequeño se retrata la persona: ser
honrados en lo menudo, que dará ser persona de fiar cuando se presenta lo
de mayor entidad. Y la generosidad en “lo menudo” del vil dinero, muestra la
capacidad de donación que hay en cosas de mayor envergadura. El que es de fiar en lo menudo, también en
lo importante es de fiar. Y viceversa: El
que no es fiel en lo pequeño, tampoco es honrado en lo grande. Y entonces, ¿quién os puede confiar lo que vale de
veras?
El principio general es básico: Ningún siervo puede servir a dos amos, porque o se dedicará a uno o al
otro. Consecuencia: No podéis servir a Dios y al dinero.
Porque el dinero es injusto (no justifica) y no es posible servir con él a
Dios.
El tema no iba al aire. Y de hecho unos fariseos que había
oyendo, buenos amigos del dinero, lo tomaron a broma y se burlaban de él. Eran
de los que pretendían servir a Dios pero quedarse con su dinero y enriquecerse
en lo que les fuera posible. Por eso Jesús se dirigió a ellos expresamente, y
les dijo: Vosotros presumís de
observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. Para
concluir con una de esas frases lapidarias con que Jesús remataba la faena: La
arrogancia de los hombres, Dios la detesta.
El dinero es arrogante. “Poderoso caballero” que pretende
manejar todo por su fuerza e influencia:
“Con el dinero se abren todas las puertas”, dice el pensamiento popular. Y como
eso se presta a tantos abusos, Dios lo detesta.
¿Pero sólo da arrogancia el dinero? ¿No es un hecho que
puede haber personas que no son ricas de dinero pero sí de amor propio y de
seguridad tan fuerte en sí mismas que acaban apabullando? Dios lo detesta
porque llevan en sí la misma vileza que si fueran ricachones. La arrogancia se
puede dar en el rico y en el pobre. Cierto que el rico tiene más tendencia y
posibilidades. Pero los hay pobres –o no ricos- con un orgullo tan declarado
que en el fondo llevan en sí el estigma de “ricachones”. Dios lo detesta.
San León Magno Papa. Su pontificado duróunos 22años.Vivió momento muy difíciles debido a las invasiones bárbarasa que se aprovechaban del debilitamiento de las autoridades imperiales y a la fuerte crisis occidental.León lo sufrio todo apoyado en la lectura de la Palabra de Dios y buscando siempre la unidad de las Iglesias. El suyo era un lema muy claro: la misericordia hace bien a todas las otras virtudes.Señor, hazme ver todo lo que me une a TÍ.
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