Liturgia:
Juan tiene de nuevo una visión
del Cielo, “definido” con expresiones fantásticas de cristal trasparente o mar
de vidrio veteado con fuego (“mar de fuego”, que indica centelleo de
estrellas). Y allí “siete ángeles”
para realizar el proyecto de Dios, que salva a los suyos:
-
los que han vencido a la bestia, a su imagen y a la cifra de su nombre (otra vez referencia al Imperio
Romano) son los innumerables mártires,
que llevan “arpas que Dios les ha dado”: radiantes y resplandecientes.
“Cantaban
el canto de Moisés” el primer libertador de Israel, contra los egipcios.
[Las ideas de ese canto son: 1) Dios actúa prodigiosamente (grandes y admirables son tus obras), 2) derrotando a Egipto 3) Los enemigos quedan espantados, 4) y Dios
da a su Pueblo la Tierra de Promisión].
Cantaban
también el “Canto del Cordero”: el definitivo libertador, que libra por
su Sangre a los hombres, y crea un “nuevo Pueblo”, que es la Iglesia.
Es el Cántico de los triunfadores
de la bestia: los mártires, la Iglesia, que reconocen en “el Cordero”
honores divinos. Es un canto de adoración, de triunfo final, que reconoce la
voluntad de Dios, santísima y justísima, que no deja vencer al mal, e invita a
observar los mandamientos de Dios y así glorificar su Nombre.
Seguimos en Lucas su descripción
apocalíptica (21,12-19) que entremezcla la destrucción del Templo y de la
Ciudad y la realidad a la que estamos abocados todos.
En la persecución que padecerán los
seguidores de Jesús, serán entregados ante los tribunales y les harán
comparecer ante gobernadores y reyes. Jesús les exhorta a no preparar su
defensa porque yo os daré palabras de
sabiduría a las que no podrá contradecir ningún adversario vuestro. Es la
historia de los innumerables mártires cristianos, que se han enfrentado a la
muerte sin ciencias ni actitudes de fuerza, sino confiando plenamente en la
fuerza y la sabiduría que da el Señor.
Y advierte Jesús que en esa lucha,
serán parte de la persecución los mismos padres,
parientes, hermanos y amigos que os traicionarán. Todos os odiarán por mi
nombre. Y en medio de todo eso, tan duro y cruel, ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Es evidente que eso les toca de lleno
a los mismos apóstoles y a los que juntamente con ellos van a ir como testigos
de la obra de Cristo. Pero no acaba en ellos ni la contrariedad ni la
persecución. La vida diaria en un cristiano es una vida de lucha, en la que
tiene que dar cuenta de sí mismo y tiene que estar compareciendo ante la
presencia de Dios.
Toda esa descripción evangélica se
presenta con tintes extremos que pueden resultar trágicos. La realidad de la
vida presenta muchas veces un martirio a fuego lento, y que no hay que salirse
fuera para comprobarlo porque se vive en lo cotidiano, en lo familiar.
Jesucristo no ha exagerado. ¡Cuántas personas podrían certificar que su vida
familiar es dolorosa! Otros lo podrán decir de su mundo social, del mundo
exterior, en donde encuentran su lucha y su sufrimiento. El caso es que los
datos que aporta este evangelio no son tan fuera de serie.
Lo que debe quedar en pie es esa
palabra final de Jesucristo: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras
almas. ¡La gracia de la PERSEVERANCIA, que tenemos que pedir! Empezar
una empresa no es lo más difícil. Incluso es una aventura que se emprende con
ilusión. Seguir en ella cuando van surgiendo los momentos del cansancio diario,
los momentos de la contradicción, es ya mucho menos idílico. Entonces es cuando
viene el desánimo y fácilmente se arroja la toalla. Pero entonces es cuando se
pide la perseverancia, el continuar en la brecha, el vivir la fidelidad, el
sacar fuerza de flaqueza y no dejarse amedrentar. Es el momento de los
valientes.
Todo eso que ya se pide en la vida
ordinaria y que distingue a los decididos de los indecisos, también aparece en
lo espiritual, en la respuesta a Dios, en la conservación de los valores, en
remar contra corriente…, aunque esa corriente adversa pueda venir de la misma
familia. Es lo que advierte Jesucristo y para lo que concluye con esa llamada a
la PERSEVERANCIA, que será la que nos ponga en situación de salvación.
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