Liturgia del domingo 33 B del T. O.
Hoy es el último domingo del año en el ciclo B del Tiempo Ordinario. La
liturgia nos va dirigiendo hacia un pensamiento pedagógico por el que el final de ese
tiempo litúrgico es un anuncio del final de la vida de cada persona. Y como en
los evangelios llegamos también a ese anuncio de los tiempos mesiánicos
definitivos, todo se nos junta para aprender a situarnos ante ese final.
La 1ª lectura del libro de Daniel (12, 1-3) nos habla de
unos tiempos difíciles en los que se gestará la salvación del pueblo de Dios.
Los sabios brillarán como fulgor en
el firmamento. ¿Y quiénes son “los
sabios”? Podemos recordar aquel pensamiento que define en pocas palabras: Al final de la jornada, aquel que se salva, sabe; y el que no, no sabe nada. La
sabiduría es la que conduce a la salvación, al encuentro con Dios, brillando
como relámpagos en el firmamento.
El Evangelio (Mc. 13, 24-32) responde a una situación en la
que ya se desenvolvía el cristianismo en dos culturas muy diferentes: la judía,
religiosa; la griega, con sus ídolos. Y el sol, la luna y las estrellas eran
tomadas como dioses a los que adoraban. Pues bien: el sol se apagará, la luna
dejará de brillar y las estrellas caerán. Nada de esas falsas divinidades va a
prevalecer, Por el contrario, el Hijo del hombre va a venir sobre las nubes del Cielo: por encima de
todo lo creado, con gran poder y majestad. Y va a reunir, de los cuatro puntos
cardinales a todos sus elegidos, de extremo a extremo de la tierra. En realidad
“elegidos” son todos los seres humanos. Por lo que toca a Jesús, nadie queda
fuera de su órbita.
Por lo demás, el anuncio que trae ese Hijo de hombre es un
anuncio de primavera, de esperanza, de brotes en las yemas de los árboles y de
anuncio de frutos y cosechas maduras. A lo que viene ese Hijo del hombre es a
salvar, a hacer florecer una nueva vida, la que sucederá a la actual, la que
hará permanente la razón de ser de Jesucristo: LA SALVACIÓN. Sus palabras no
pasarán, aunque tienen que pasar este cielo y esta tierra actuales. Pero se
abre un nuevo cielo y una nueva tierra a la que estamos llamados todos: “esta
generación”…
Luego vendrá la división de los sabios y de los que no saben
nada, que es ese misterio de la libertad humana, por la que el llegar a
salvarse no es un hecho forzado sino una elección…: la de los que se dejan
elegir y los que no se dejan elegir. Lo que queda cierto es que las palabras
salvadoras de Jesús no pasarán, y que sigue en pie su ofrecimiento hasta última
hora.
Tema distinto y momento incierto es el día y la hora, que Jesús confiesa que él no conoce porque eso
queda en los designios de Dios. Y en verdad que es así porque cada uno llega a
ese su momento decisivo en un tiempo y en una hora y día que es diferente. Pero
es que lo importante está en saberse ya salvado por Cristo, en saberse en
primavera que va a dar fruto, y que llegará el día que Dios quiera.
El Papa ha establecido hoy la II JORNADA MUNDIAL POR LOS
POBRES, bajo el dicho del Salmo: Este
pobre gritó y el Señor lo escuchó. Unámonos a esta celebración de la
Iglesia. Se trata de hacernos conscientes y solidarios con tantas formas de
pobreza como se sufren en el mundo. Pobres que GRITAN desde su necesidad, y
ESCUCHA de parte de Dios, que no es sordo al clamor de los pobres. Y que pide
de parte de quienes pueden ayudar, la solidaridad con esas bolsas de dolor que se producen en
tantas facetas de la vida humana.
La celebración de la Eucaristía es REVIVIR, traer al
presente aquel único sacrificio de Jesucristo como ANUNCIO de que todo está
hecho porque Jesús ya ha padecido en lugar de todos, y que ahora –al proclamar
su resurrección triunfal- estamos nosotros proclamando nuestra propia
resurrección. Es el banquete donde cabemos todos y somos invitados todos y nos
ha de hacer presente nuestra solidaridad con todos nuestros hermanos.
En esa confianza caminamos estos pasos finales del año
litúrgico, cuyos textos debemos siempre leer con una visión continuada de lo
que el Evangelio nos quiere trasmitir de principio a final: la voluntad
salvadora de Dios, y la misión concreta redentora de Jesucristo, que no se
puede interpretar más que en esa línea, que es para lo que vino a este mundo.
Con el corazón abierto a la
confianza, suplicamos al Señor:
-
Para que vivamos absolutamente esperanzados porque Jesús ha venido a
salvar, Roguemos al Señor.
-
Para que sepamos leer el evangelio como anuncio de primavera que nos
hace mirar los frutos ya maduros. Roguemos
al Señor.
-
Para que vivamos la Eucaristía con esa seguridad de que Jesús nos ha elegido
y nos ha salvado, Roguemos al Señor.
-
Para que esta II JORNADA POR LOS POBRES nos lleve a tender la mano a
quien sufra cualquier tipo de pobreza, Roguemos
al Señor,
Concédenos,
Señor el sentido sobrenatural que nos haga vivir cada día con la esperanza
puesta en que llegaremos a tu abrazo definitivo, pues para eso nos creaste y
nos has dado la vida. Lo pedimos por Jesucristo, N. S.
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