Liturgia:
“Los
circuncisos somos nosotros”, comienza diciendo hoy la lectura de la carta a
los filipenses (3,3-8). Evidentemente no se trata de la circuncisión física que
distinguía a los varones de Israel, y que era como su emblema de pertenecer a
ese pueblo de Dios. Pablo juega aquí con la palabra y quiere referirse a la
pertenencia a Cristo, que ya no es por esa circuncisión física sino por la
marca espiritual que da la fe. Eso es lo que distingue ahora a Pablo y a los
filipenses: ponemos nuestra gloria en
Cristo Jesús, sin confiar en lo exterior.
Pablo quiere mostrar que, si se tratara del distintivo
judío, él iría el primero, porque fue circuncidado a los 8 días. Y educado y
formado en la ley judía. Pero cuando conoció a Cristo, todo lo estima pérdida comparada con Cristo; comparado con la
excelencia del conocimiento de Jesucristo, mi Señor.
Todo lo estima pérdida porque de hecho lo perdí todo y todo lo estimo basura, con tal de ganar a Cristo.
Esa es su verdadera circuncisión, su emblema de pertenencia al Reino de Cristo.
Realmente nuestro emblema es el amor de enamoramiento por
Jesucristo, que es nuestra marca más profunda porque la llevamos en el corazón
y no en la piel del cuerpo. Jesucristo es nuestro sentido en la vida, la razón
de ser de nuestra manera de proceder, la norma definitiva de nuestra
existencia. Por eso somos nosotros los “verdaderos circuncisos”.
Entramos en el capítulo 15 de San Lucas, el capítulo de la
MISERICORDIA. Y aunque la liturgia omite por ahora la pieza maestra de ese
capítulo, que es la parábola del PADRE BUENO, nos deja dos muestras del corazón
de Dios y de los sentimientos de Jesús en las dos parábolas que nos pone la
lectura de hoy: la del pastor que busca y encuentra a la oveja perdida, y la
mujer que barre hasta encontrar la moneda extraviada.
Ambas parábolas nos podrían mostrar el interés de ambos
protagonistas por recuperar lo perdido, y ya sería una enseñanza hermosa que
nos estaría llevando al interés de Dios porque nadie se pierda, sino que todos
se salven y lleguen al abrazo de la verdad y la bondad.
Pero es que en una y otra descripción del evangelista, hay
un dato que viene a marcar la pauta de toda la narración: el pastor convoca a
los otros pastores y les hace partícipes de la ALEGRÍA de haber encontrado a la
oveja: cuando la encuentra, se la carga
sobre los hombros muy contento y, al
llegar a casa reúne a los amigos y vecinos para decirles: “¡Felicitadme!; he
encontrado la oveja que se me había perdido. La nota especial es el
contento del pastor y el deseo de que los amigos y vecinos se alegren
juntamente con él por ese hallazgo que ha tenido.
Y concluye, diciendo: Pues
así también habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que
por noventa y nuevo justos que no necesitan convertirse.
Esa es la lección fundamental. Los justos que ya son
justos, están a buen recaudo y encierran en sí toda la alegría que puede
imaginarse porque ya alcanzaron ese abrazo de Dios.
Otra interpretación de la frase estaría en relación con el
comienzo del relato, en el que los fariseos –“los justos”- se escandalizan
porque Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces la referencia de
Jesús a “los justos” que causan menos satisfacción, iría referida a esos falsos
justos que no aceptan a Jesús acercándose a los pecadores. Y Jesús quiere
expresar que precisamente esos pecadores tienen la capacidad de arrepentirse, y
eso es lo que provoca la gran alegría de Dios, porque se trata de gentes que
estaban perdidas y que son recuperadas para la causa del Reino.
El mismo argumento coincide en el caso de la mujer que ha
perdido la moneda y barre y remueve todo hasta que la encuentra. Y cuando la
encuentra no sólo ella se alegra –cosa tan normal-, sino que convoca a las
vecinas y amigas para decirles: “¡Felicitadme!;
he encontrado la moneda que se me había perdido.
Hay otro detalle de no menor importancia y muy típico de
Lucas, y es que donde ha contado un hecho sucedido a un varón, tiene la
delicadeza de poner al lado un hecho semejante sucedido a una mujer. Así
sucedió en la infancia de Jesús, donde junto a Simeón está Ana la viuda; o
cuando se habla de Jairo aparece al lado la hemorroísa. Pues bien: también la
alegría de la mujer de la moneda es una imagen del gozo de Dios y de los mismos
ángeles por un solo pecador que se convierta.
Muchos cristianos de antes y de ahora, han apostado por personas que la sociedad daba por perdidas. Los sanos lo tienen todo a su favor.
ResponderEliminarLa envidia se muestra a través de los fariseos,¡qué ridículos! la verdad es que cuesta un poco aceptar que los buenísimos de toda la vida no sean los primeros. Señor haznos más compasivos.