Liturgia:
La 1ª lectura de hoy
es de una gran belleza y de una gran tragedia (Is 5,1-7). Es un canto de amor a su viña por parte de
Dios, que es quien revela al profeta Isaías. Es el relato de mi amigo que tenía una viña en fértil
collado, y la cuida con inmenso esmero: La
entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas. Construyó en medio una atalaya
para un centinela y cavo un lagar. Todo estaba preparado para que aquella
viña –tan mimada- diese uvas buenas. Pero dio agrazones.
Es la descripción parabólica de la obra de Dios con su
pueblo Israel, al que cuidó con ilusión y esperanza para que correspondiese con
buenas obras. Sin embargo aquel pueblo dio mal resultado. Y lo trágico sucede
cuando aquellos hombres proceden a su antojo, y de lo que era una viña –plantel preferido-, quedase un erial…,
un pueblo del que salieron asesinatos,
lamentos.
Es el resultado de un pueblo que se ha apartado de Dios, y
no sigue sus caminos. Es el desastre de todo pueblo que margina a Dios y no
tiene en Dios el punto de mira y de referencia para que sirva de altura moral.
En el evangelio –Mt 23,33-43- Jesús les plantea a los sumos
sacerdotes y senadores del pueblo una parábola que escuchan atentamente. Jesús
les pone por delante el mismo texto de Isaías pero como viña que el amo
arrienda a unos labradores, y cuando el momento de la recolección les envía
unos criados para cobrar el alquiler.
Los labradores aquellos, lejos de pagar el alquiler,
maltratan a los criados, apedreando a uno y matando a otro. [Es claro que
aquellos oyentes se ponen en ascuas ante tamaña injusticia].
Y el amo,
paciente y bondadoso, lejos de cargar contra ellos, les envía nuevos criados
–los profetas-, que corren la misma suerte que los anteriores. Por lo que
decide el amo finalmente enviarles a su propio hijo, pensando que como es el
hijo, lo respetarán. Pero los labradores reaccionan más violentamente aún y
sacándolo de la viña, lo matan: Es el
heredero; lo matamos y nos quedamos con la viña.
Ahora Jesús
pregunta: ¿Qué hará con aquellos
labradores? Y los oyentes responden con toda seguridad que los mandará
matar a todos y arrendará su viña a otros labradores que sean fieles en pagar
sus alquileres. Hasta ahí quería llegar Jesús. Los sacerdotes y senadores no se
han apercibido de que Jesús les estaba contando su propia historia. Por eso
fueron tan justos en dar solución al caso.
Ahora es
cuando Jesús les desvela la realidad: ¿No
habéis leído nunca la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular? Por eso os digo que os será quitado a vosotros el
Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.
Exactamente la sentencia que ellos habían dictaminado.
La lectura
litúrgica se ha quedado ahí. Pero el caso lo resuelven aquellos oyentes
queriendo hacer exactamente con Jesús lo que acababa Jesús de contar que
hicieron los labradores. Les contuvo a los sacerdotes que el pueblo se ponía
del lado de Jesús, a quien tenía por profeta.
En la 2ª
lectura –Filip 4,6-9- Pablo exhorta a aquel pueblo de Filipos a que en toda ocasión perseveren en la oración y
súplica con acción de gracias, y que sus peticiones sean presentadas a Dios.
El efecto positivo que se desprenderá de ello será la paz de Dios que sobrepasa todo juicio y custodia los corazones y los
pensamientos, es decir: al hombre entero. De modo que todo lo que salga de
ellos sea noble, justo, puro, amable, laudable…, y sea
de virtud y mérito.
Y la paz de Dios estará con vosotros.
La viña del
Señor en la actualidad somos nosotros, los cristianos. Somos los que hemos de
dar cuenta de los frutos, los que -elegidos del Señor para sustituir al pueblo
infiel- somos llamados a dar buenos frutos y pagar nuestro alquiler. El punto
en el que nos espera el Señor para ese encuentro es LA EUCARISTÍA, que es donde
toca vivir la sinceridad plena porque es encuentro personal con Jesucristo. Es
donde la parábola se hace realidad y donde el relato de Isaías tiene su
plenitud de canto de amigo que planta su
viña en fértil collado y la cuida con esmero para que dé buenos frutos…,
para que todo lo que brote de cada uno, sea noble,
justo, puro, amable, laudable…, y sea de virtud y mérito.
Acudamos al
Señor que quiere de nosotros una viña que dé sus frutos buenos.
-
Por el Papa, la Iglesia y cada fiel, que somos la nueva viña del Señor, Roguemos al Señor.
-
Para que seamos nobles, justos,
puros, amables, laudables…, cuya vida sea
de virtud y mérito, Roguemos al
Señor.
-
Para que rindamos los frutos de nuestras obras para el agrado y
servicio de Dios, Roguemos al Señor.
-
Para que centremos todo nuestro vivir cristiano en la EUCARISTÍA, Roguemos al señor,
Dios Padre
misericordioso: míranos y ayúdanos a dar los frutos que tú esperas de nosotros.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. AMEN.
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