Liturgia: SAN LUCAS, evangelista
Creo que el
especialista litúrgico que escogió la 1ª lectura de la fiesta no estuvo
afortunado. Cierto que es un texto que nombra a Lucas, pero el resto no dice
nada que pueda ser útil a la concurrencia que asiste a una celebración en este
día del evangelista Lucas. De hecho, en el Oficio de Lectura se elige una que
deja un contenido que edifica y da un sentimiento de devoción. No nombra a
Lucas pero ese texto lo escribió él. Y hubiera dicho más que el que nos ocupa:
2Tim 4,9-17.
Intentando sacarle algún provecho a esa cita, diremos que
tiene un sabor familiar, una comunicación de andar por casa, unas letras en las
que Pablo revela su parte humana, con su dolor por los que se han ido o –peor
aún- los que le han jugado una mala pasada. Lo mismo en los encargos que le
hace a Timoteo sobre el abrigo o los libros de pergamino. Es decir: es un texto
muy humano, que expresa sentimientos muy humanos y nos pone ante un Pablo muy
sobre la tierra.
Sólo Lucas está
conmigo es lo que ha hecho que se elija ese párrafo de encargos y
comunicaciones tan sencillas.
El evangelio (Lc 10,1-12. 17-20) escrito por Lucas,
manifiesta el envío de Jesús de “otros 72
discípulos”. No significa que Lucas estuviera entre ellos pero se le
aplica, como alguno de los enviados para anunciar el Reino de Dios, y por tanto
para manifestar la doctrina de Jesús. Jesús iría después. Estos otros
preparaban el camino. La mies es mucha,
los obreros, pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Ahí sitúa la liturgia la realidad de Lucas, el evangelista que nos trasmitió la
vida de Jesús, y tuvo extraordinarias intuiciones para dar a conocer el Corazón
misericordioso de Jesucristo. Lo de menos es que fuera uno de entre los 72. Lo
importante es la misión evangelizadora que llevó Lucas a cabo con su enseñanza.
No fue primero él a las aldeas y ciudades y luego Jesús, como dice el texto de
los 72 enviados. Pero Lucas nos describe las andanzas y las enseñanzas de Jesús
y nos trasmite lo más sentido del Corazón de Cristo. Podríamos decir que Lucas
es el evangelista de la delicadeza y humanidad de Jesús, de su cercanía y su
ternura, de sus sentimientos profundos en los que nos dejó la mejor descripción
del Padre Dios.
El capítulo 15 de San Lucas es para encuadernarlo en libro
de oro. La parábola del Padre Bueno no tiene comparación con ninguna otra. Es
la parábola que ha convertido más almas desde su delicadeza del perdón
incondicional y un corazón de un padre que se vuelca plenamente sobre el hijo
díscolo –pródigo- y le da todo como si allí no hubiera pasado nada. Corazón de
padre que no guarda nada de resentimiento, y mucho menos de castigo o
reprensión al hijo que vuelve. Y para afinar todavía más, dará la cara ante el
hijo mayor, al que también trata con delicadeza pese a sus reacciones hostiles
contra el hermano y contra el mismo padre. “Hijo,
todo lo mío es tuyo”, le dice a ese hijo protestón, soberbio y engreído,
expresándole también a él su corazón abierto para acoger.
El gran mensaje de este evangelio de la fiesta es la
palabra final: Está cerca el Reino de Dios. San Lucas quiere dejar claro que
la misión de aquellos discípulos que Jesús envía, es una misión de paz. Si en la casa en que entréis hay gente de
paz y os reciben, quedaos allí, comed lo que os pongan, curad a los enfermos
que haya, y decidles: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”.
Evangelista de la paz y evangelista del Reino. Precisamente
es Lucas quien narra aquel momento cumbre de la cruz cuando el malhechor
admirado de la paz interior de Jesús, ajusticiado como él, acaba pidiendo a
Jesús que se acuerde de él cuando esté en
su reino. En medio de aquella catástrofe del Calvario, aparece de nuevo el
Reino de Dios. Y Lucas tiene este rasgo sublime de Jesús, que promete al ladrón
que hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Sí, en efecto: ajusticiado, aparentemente vencido, hombre que es una piltrafa
humana, un objeto de burlas y desprecio, se yergue en el evangelio de Lucas y
se manifiesta Rey y dueño de ese Paraíso al que llevará consigo al hombre que
en el último minuto se ha volcado hacia él. Alguien dijo que por eso era “buen
ladrón” porque robó el corazón de Cristo en el momento final.
Gran riqueza la que nos dejó Lucas, que no había convivido
con Jesús, pero que investigó hasta la saciedad los detalles que podían dar a
conocer las entretelas del Corazón del Maestro.
San Lucas dio la vida por el Evangelio.En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos. Aquí estaban representados todos los Ministerios eclesiales: obispos, presbíteros, catequistas...todos estamos convocados a evangelizar. Cada uno en su estado y según sus posibilidades .El Reino nos necesita a todos...sólo se nos pide trabajar como sepamos confiando absolutamente en Dios, como San Lucas, enteramente al servicio del Evangelio.
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