Liturgia:
Aunque las lecturas
serán las que corresponden al lunes de la semana 26, hoy celebra la Iglesia el
recuerdo de los SANTOS ÁNGELES, los mensajeros de Dios y los cuidadores
nuestros. El ÁNGEL DE LA GUARDA tiene
hoy su veneración expresa por parte de la Iglesia, partiendo de aquella
expresión de Jesús de que cada niño tiene su ángel que está en la presencia de
Dios. Y por la misma razón, cada persona, cada ciudad, cada región, cada
nación.
El ángel custodio protege, avisa, advierte, acompaña,
defiende. Se vale generalmente de realidades normales: una conversación, una
lectura, una confesión, un aviso de los padres de familia, o de las leyes para
el bien común, o de la propia conciencia… A través de cualquier mediación está
protegiendo, enseñando y ayudando el Ángel de la Guarda.
De ahí la devoción personal que le debemos al “ángel de la
guarda” para que siga caminando con nosotros (cada uno en particular) y
advirtiéndonos en cada ocasión lo que debemos hacer o lo que debemos evitar.
En la lectura continuada encontramos la profecía
constructiva de Zacarías (8, 1-8), que anuncia prosperidad a Jerusalén (y por
tanto a todo el pueblo judío), por el que el Señor siente pasión de amor, “celos
de amor” por su felicidad. Y al que le promete una prosperidad que se manifiesta
en esos niños jugando por las calles y esos ancianos que de viejos de apoyan en bastones. Quiere decir que hay paz y no hay
guerras y las gentes desarrollan su vida normal en una ciudad pacífica.
Y si hay alguien que encuentra eso imposible, Dios le sale
al paso y le dice que para él no es nada imposible. Será Dios quien libertará a aquel pueblo, y Yo seré su Dios y ellos serán pueblo mío,
que era la fórmula más deseada por los israelitas.
El evangelio de Lucas (9. 46-50) no se debe leer como pieza
independiente. Tiene un contexto muy definido, que leíamos el sábado: Jesús
anunciando que iba a ser entregado en manos de los hombres,
lo que era muy fácil de traducir por su juicio condenatorio por parte de hombre
religioso y hombres civiles. Y decía allí que los apóstoles no entendían pero
tampoco querían preguntar porque tenían miedo.
Y a renglón seguido tenemos este evangelio de hoy, en el
que esos apóstoles discuten entre ellos cuál
de ellos es el más importante. Es muy fácil ver la huida hacia delante de aquellos
Doce que no quieren ni saber lo que ha anunciado Jesús, pero ellos se enzarzan
en discusiones de privilegios personales.
Jesús recurre a una “parábola en acción” que consiste en
poner a un niño en medio y avisar que el
que acoge a un niño, acoge a Jesús, acoge a Dios. Y en consecuencia que el más pequeño de vosotros es el más
importante. Queda dada la lección de quién es el mayor: el que es sencillo
y simple como un niño. Ya tienen la repuesta a sus preocupaciones de las que
estaban discutiendo entre ellos.
¿Aprendieron con aquello? Pues sigue el relato que es
también muy expresivo. Ahora es personal en Juan, que viene muy ufano a
contarle a Jesús la proeza que ha hecho: Hemos
encontrado a uno que echaba demonios en tu nombre y como no era de los
nuestros, se lo hemos impedido. Sigue pensando Juan que el ser “del grupo”
les da unos privilegios especiales. Si son del grupo (de los nuestros), pueden
echar demonios en nombre de Jesús. Si no son “de los nuestros”, se lo impedimos.
Siguen pensando en ser ellos los más importantes.
Si reflexionamos a fondo, ahí surgen las rivalidades, los
menosprecios, las tensiones, las violencias…; en ser o no ser “de los nuestros”.
Incluso ahí surgen las diferencias y las tensiones en el mundo de las
asociaciones, movimientos, Hermandades, Comunidades…, cristianas. Estamos cada
uno “en lo nuestro” y se nos achica el horizonte hasta el punto de creernos
cada grupo por encima de los otros. Y lo grave es que todos lo hacemos “en el
nombre de Jesús”.
Por eso Jesús tuvo que corregir a Juan y le respondió: No se lo impidáis; el que no está contra
nosotros, está con nosotros…, es DE LOS NUESTROS.
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