Liturgia:
Comentamos hoy dos textos que tienen
mucho contenido: Rom.8,12-17 y Lc 13,10-17.
En la 1ª lectura San Pablo nos habla de las dos
posibilidades que tiene la persona: la de vivir carnalmente, dejándose llevar
de las apetencias humanas…, y eso da origen al hombre carnal; y la posibilidad
de ser conducidos por el Espíritu de Dios, lo que da origen al hombre
espiritual, y esos son hijos de Dios.
Y a partir de ahí nos lleva a un verdadero himno de gozo porque nos dice: Habéis recibido no un espíritu de esclavitud
para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace
gritar: ABBA (Padre). Ese Espíritu y
nuestro espíritu dan testimonio concorde de que somos hijos de Dios. En efecto,
el hombre espiritual se siente hijo de Dios porque dentro de él anida el mismo
Espíritu de Dios, la Gracia de Dios, el vivir “en gracia de Dios”.
Eso nos da capacidades sobrehumanas porque si somos hijos, también somos herederos de Dios
y coherederos con Cristo Una herencia que nos lleva a padecer con él y a
gozar con él, siendo con él glorificados, porque poseemos el mismo Espíritu de
Dios.
No quiero que se quede atrás una idea que ha quedado ahí y
que debemos recalcar, sentir y entender: No
hemos recibido un espíritu para recaer en el temor. Frecuentemente en la
Biblia aparece el “temor” ante la presencia de Dios. También es frecuente
hallar la expresión: “Dichoso quien teme al Señor”, o recibir el “espíritu de
temor de Dios”. Los estudios bíblicos nos muestran muy a las claras que ese
temor no va en el sentido del miedo sino en el sentido de la reverencia, del
respeto de un hijo a su padre. En definitiva, lo frecuente es que en dos líneas
paralelas, donde se habla del “temor” en una línea, se exprese el amor en la
segunda línea paralela.
Personalmente, y sin forzar para nada el texto y yendo al
sentido más que a la materialidad de la palabra, yo siempre leo en público AMOR
donde aparece la palabra TEMOR. Creo que es una manera de dar al gran público
el sentido auténtico de lo que nos quiere decir ese “temor reverencial” que
está expresado en el fondo de lo que se quiere trasmitir. En un escrito de la
Comisión Bíblica Vaticana, se dice que “la traducción literal es la menos
exacta” de las traducciones que quieren trasmitir el sentido de la Biblia.
En el evangelio tenemos un caso que gana el aspecto
emocional de quien lo lee. Estaba Jesús en la sinagoga un sábado, como buen
judío que vive los preceptos fundamentales del culto espiritual. Desde su
posición advierte en la parte de arriba de la sinagoga que hay una mujer que
está llamativamente encorvada. Lo más seguro es que la llama para que baje
adonde está él. El texto, en una visión de aquellos tiempos, atribuye a un “espíritu”
lo que no pueden ni explicar por causas naturales, ni los médicos pueden
atajar.
Jesús lo resuelve de otra manera más sencilla: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y le impone las manos. Y aquella mujer
que llevaba 18 años sin poder mirar a los ojos de las personas, abre ahora sus
ojos para encontrase de frente, cara a cara con su bienhechor, que se ha
interesado por ella, y sin haberle pedido nada, la ha curado.
Fue motivo de satisfacción para muchos, sobre todo para los
conocidos de aquella mujer, que tantas veces habían lamentado con ella aquella
situación tan penosa que vivía. Pero el jefe de la sinagoga se siente celoso de
la ley (o más bien de las “leyes” que se habían dado los fariseos) y con
disgusto advierte a los presentes que vayan a curarse otros días que no sean el
sábado: Seis días tenéis para trabajar;
venid esos días a que os curen, y no los sábados.
Le había tocado a Jesús en el alma, por esa materialización
de la religión, y respondió, dirigiéndose
a él: Hipócritas, cualquiera de vosotros ¿no desatáis al buey o al burro para llevarlo
a abrevar, aunque sea sábado? Y a esta hija de Abrahán –ahora se adapta al
lenguaje de ellos para hacerse entender- a quien Satanás ha tenido 18 años atada, ¿no
había que soltarla en sábado?
La respuesta era evidente. La persona por encima de la ley;
el hacer el bien, por encima de las costumbres. Y la gente asintió a aquel
razonamiento, y los defensores de las “leyes” quedaron abochornados porque
Jesús les había puesto delante un caso tan concreto y en el que realmente se
podían ver reflejados.
Una aplicación que no se sale del sentido original es la
realidad de aquellos que están encorvados bajo el peso de sus pecados o sus
enfermedades, y necesitan tanto de Jesús, que los libere.
No es fácil mantenerse con la cabeza alta; muchas veces nos vemos obligados a someternos a unas costumbres que no nos gustan. Jesús nos dice que no tengamos miedo. Él nos quiere con la cabeza muy alta y libres. Toda persona merece respeto; pero nadie puede considerarse superior. La humildad es la verdad y la "verdad nos hace libres".
ResponderEliminar