Liturgia:
El párrafo de Rom 7,18-25 es tan
completo y tan claro y tan elocuente que pienso que lo mejor que hago y el
mejor comentario, es transcribir la lectura y dejárosla meditar, porque
reproduce la realidad que todos tenemos. Va para allá.
Sé que lo bueno no
habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a mi alcance, pero
hacer lo bueno, no. Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que
no deseo. Y si lo que no deseo es precisamente lo que hago, no soy yo el que lo
realiza, sino el pecado que habita en mí.
Así pues, descubro la
siguiente ley: yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer
el mal. En efecto, según el hombre interior, me complazco en la ley de Dios;
pero percibo en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón, y me
hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Desgraciado de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo
nuestro Señor!
Es la lucha constante que se produce
en la persona; es la descripción más viva de lo que es el pecado original en la
realidad concreta en que lo percibimos y sufrimos. No tenemos que estudiar
teología ni nos hace falta mucha ciencia, porque lo que Pablo ha hecho es
constatar una realidad que padece en su vida…, que padecemos todos: en el mejor
de los casos, siempre hay establecida una lucha permanente entre nuestro deseo
e interior nuestro y la práctica en la que acabamos entrando. De ahí ese
apóstrofe final del Apóstol: Desgraciado
de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Para acabar concluyendo
que el que libera y nos lleva al triunfo es Jesucristo, nuestro Señor…, y que,
por tanto, hay que agradecerlo de corazón.
“Interpretar el
tiempo presente”, o como Juan XXIII acuñó: conocer y acoger los signos de los tiempos. Porque siendo
la verdad incuestionable, queda la verdad siempre más amplia del que ve al
poliedro por cada uno de sus ángulos. Una cosa es ver la figura geométrica en
un golpe de vista, sobre una mesa…, y otra visión muy diferente es buscarle los
diferentes ángulos por los que la visión general se completa y la verdad del
poliedro aumenta.
Esto es lo que Jesús expresó y nos
relata Lucas (12,54-59). Jesús le hacer ver a la gente que sabe averiguar el
estado del tiempo con observar a las nubes: si
veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: ‘Chaparrón tenemos’. Y
así sucede. Cuando sopla el viento sur, decís: ‘Va a hacer bochorno’. Y lo hace.
Pues si con unos signos de la naturaleza averiguáis el tiempo que va a hacer, ¿cómo es que no sabéis interpretar el tiempo
presente? ¿Cómo no sabéis averiguar por vosotros mismos lo que hay que hacer?
Esos signos los está aportando el mismo Jesús. Y sin embargo no son capaces de
averiguar el nuevo mundo que hay detrás de su palabra y de sus hechos. Ese
mundo que es evidentemente mesiánico, y al que debían acceder con alegría y
reconociendo que se ha llegado al cumplimiento de las promesas antiguas.
Ahora es todavía tiempo de
solucionarlo…, de abrir los ojos a la nueva realidad. Y que sean lo
suficientemente inteligentes como para poner el remedio antes de que no lo
haya. Inteligentes como debe ser aquel al que llevan al tribunal y mejor para
él si arregla el pleito y llega a un acuerdo antes de llegar a juicio, porque
entonces le va a tocar pagar con las costas hasta el último céntimo.
Jesús ha tirado de parábola, según
su estilo, para explicarse mejor y que lo entiendan todos. Él trae una verdad
más amplia, más completa, y ese debe ser el signo que acojan aquellos
dirigentes y aquel pueblo. Y se está a tiempo de asumirlo ahora y no cuando ya
no haya remedio.
Todo esto nos viene bien para
reflexionarlo nosotros. Estamos en el año 2017 y necesitamos reciclar nuestras
ideas y nuestros hábitos. La fe es la misma pero los contenidos de la fe se
amplían. Es la labor que intenta trasmitirnos el Papa. Y es lo que a algunos
les está resultando difícil de asimilar. El Papa tiene grandes adhesiones y
fuertes oposiciones. Y no de los “enemigos” sino de los “amigos”…, de los que
viven el amor a la Iglesia…, pero que la conciben monolítica y no en progreso y
avance. Que se aferran a unas ideas y no admiten ampliar el horizonte. Los que
parece que se sienten con los personales cimientos en peligro cuando se amplía
la aplicación de esas ideas. Y en el fondo no sabe uno si defienden la verdad o
se defienden a sí mismos para no tambalearse ante el nuevo horizonte. ¿No será
que hay casos en los que la fe no es tan firme como para aceptar que Dios es
siempre más grande y que la Iglesia busca siempre hallar la nueva verdad que
nos quiere trasmitir Dios? ¿No puede ocurrirnos como a los fariseos y
judaizantes ante la novedad substancial que supuso Jesús?
¿Cómo no sabéis interpretar los tiempos presentes? Los tiempos son de Dios...Saber descubrir el amor de Dios en cada momento es vivir pendiente de lo que el Señor me puede pedir. La vida del cristiano no es estática, es movimiento contínuo; siempre debemos estar disponibles porque Dios nos sorprende todos los días. Lo realmente inteligente es darle gracias cada día por su Amory por el amor de las personas que quieren nuestro bien. Si alguien nos acusa o nos trata de ingenuo, no es nuestro enemigo. Nos ofrece la oportunidad de reflexionar y posiblemente mejorar y al tiempo, leer la probable Voluntad de Dios en mi vida.
ResponderEliminar