DOMINGO 14-C.- LA PAZ
En mi actual retiro de una Casa
Enfermería no tengo los elementos necesarios para poder adentrarme en los entresijos de una homilía que (como he dicho muchas veces) no es
una meditación del evangelio- El
entramado de una homilía presupone precisamente llegar a un fondo pedagógico
que se enmarca en la Lectura 1ª y el Evangelio, que mutuamente se implican para
darnos una visión de aspectos de la Iglesia, cuya vida –que es NUESTRA VIDA- se va trazando a lo largo
de los 3 ciclos litúrgicos. Por eso la
HOMILÍA no es un sermón para hablar de algo a
propósito de…, ni es una explicación o meditación del evangelio leído. Una
HOMILÍA es mucho más que todo ello.
Pero para poder ir a ese NÚCLEO
es menester tener los textos que se han señalado para este domingo. Y yo estoy
en precario sin las lecturas a mano, salvo el Evangelio.
Por ello no voy en plan de
homilía, aunque tenga “los títulos-resumen” de las otras lecturas. Pero con
ello no me basta. Cierto que esa afirmación de Dios "hacer de la PAZ como un río que riegue la ciudad de Dios", ya se
está diciendo mucho. Tanto más cuanto que el evangelio –en medio de todas las
recomendaciones de Jesús para los discípulos que envía a misionar- acaba
centrando o concentrando todo el mensaje en esa PAZ que deben llevar sus
discípulos, sus seguidores, como distintivo esencial de estar realizando la
obra de Jesús.
Jesús llevó en sí el emblema
distintivo de la PAZ. Con ella saludó y
transfundió al resucitar. No se puede concebir a un Jesús belicoso, guerrillero
y que busca camorra… Eso es la negación de Jesús.
Por eso es muy significativo, en
la narración de San Lucas, que hoy tenemos, lo estricto de aquel envío: ni bolsa, ni alforja, ni sandalias, ni
saludos por el camino. Puede uno preguntarse por qué así. Y si hoy lo vemos enfocado desde esa base
fundamental de LA PAZ, puede concebirse que ese “vacío” de “cosas”, y ese
evitar conversaciones al paso, está poniéndonos ante la urgencia del vaciamiento de sí para poder llegar
adonde lleguen con el alma virgen, sin prejuicios, sin haber alterado por nada
esa PAZ que llevan como tesoro que trasmitir, que no pueden admitir que se
enturbie por nada.
Llegarán a una casa. Lo primero,
el saludo que se expande y contagia: PAZ A ESTA CASA. Y Jesús les advierte: si hay paz, no busquéis más. Allí os quedáis… ¿No es gente de paz? Os salís, sacudís el polvo para que no os
llevéis ni una mota contaminada de impaciencia…, y os vais a otro lugar donde
haya paz.
Donde haya PAZ, el Reino de Dios está cerca de vosotros.
Donde no hubiera paz, es cierto que el Reino sigue rondando alrededor, pero no
tiene entrada, porque donde no hay paz, está la puerta cerrada. La mies
es mucha y los obreros pocos; hay que
pedir mucho al Dueño. Pero el Dueño no
necesita de cualquier segador –que a veces puede destrozar más que recoger-.
Necesita de obreros de LA PAZ.
La Iglesia y las iglesias [grupos, ONG’s,
Hermandades, Asociaciones, familias, personas…] tienen que estar establecidas sobre
cimientos de PAZ. En cuanto surja el tuyo
y mío, las ansias de dominio, de imposición de un determinado estilo, el
egocentrismo que no deja lugar a nada ni a nadie… (y que aquí cada uno nos
apliquemos el cuento, seamos eclesiásticos, padres o madres de familia,
responsables de una misión…, etc.), LA PAZ se deteriora, se hiere, se rompe. Aunque se haga en nostálgicos regresos al “pasado”
y en nombre del Espíritu Santo. En cuanto se deteriora la base de PAZ, están
sobrando las farisaicas “perfecciones” de los escrupulosos de las partículas, de los celosos de la
Comunión en la mano, o de rodillas (que contravienen la libertad que se ha
dejado desde la Iglesia), los afanes de hechos esotéricos que se salen de lo
llano del evangelio…
A mí me produce una fuerza
inmensa la secuencia de la liturgia eucarística: hemos llegado al Dios y PADRE NUESTRO por la
fuerza de la obra de redención universal que ha realizado Cristo Señor. Si es un
Dios, PADRE NUESTRO, hay una exigencia de HERMANDAD, FRATERNIDAD, RESPETO,
AMOR, CORAZÓN ABIERTO AL OTRO y a ideas y formas del otro, tan hijo de Dios
como el primero.
Y porque tenemos un DIOS PADRE COMÚN,
LA PAZ viene por su peso y no se
permite nadie quebrar esa unidad que lleva a la paz y crea ámbitos de paz. Y trasmitido el gesto de paz –simbólico, pero
expresando un fondo esencial y verdadero-, ahora VIENE LA COMUNIÓN, la participación de la Presencia, de la realidad de
que somos
UNO los que comemos de un mismo pan.
Eso presupone LA PAZ INTERIOR y su proyección exterior. Y donde esa paz no se fomenta –sino que se
altera y rompe desde el tuyo y mío-,
donde un espíritu crítico de queja está siempre rompiendo la armonía, bien
podría expresarnos HOY, bajo esta liturgia del domingo 14-C, lo que San Pablo
dijo severamente a los grupos de fieles que iban cada cual por separado… y se
juntaban para la Eucaristía: En esto no os alabo; esto no es celebrar la Cena el Señor. Expresión muy fuerte, pero avalada por el
Apóstol que lleva en su cuerpo las marcas
de Jesús. (2ª lectura).
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