Fiesta de San Benito
En primer lugar, una oración de
súplica y acción de gracias por el gran Papa que fue –hoy emérito- Benedicto
XVI, cuya onomástica celebra hoy, Así como el actual se ha puesto el nombre de
Francisco con una clara intención de dejar patente su preferencia por el pobre,
el sencillo…, y la Iglesia abierta a esa mística de lo cotidiano (del espíritu
franciscano), el Papa Benedicto adoptó ese nombre en su mirada a una Europa que
se desvanece en sus valores cristianos, San Benito, Patrono de Europa,
representa esos valores y esa ida hacia una Europa que necesita desvestirse de
su soberbia materialista y saber recuperar todo el acervo humano y cultural de
ascendencia cristiana, que está realmente esparcido por cada rincón del viejo
continente.
La liturgia de la Eucaristía
sustituye hoy el evangelio que correspondería al jueves, por uno que pueda
hacer referencia a la misión y vida de San Benito. Y entonces toma el texto de Mt 19, 27-29. [En
realidad el que hoy hubiera correspondido repetiría el que tuvimos hace poco
del envío de los apóstoles a la misión, “desnudos” de apoyos humanos pero bien
revestidos de LA PAZ, como el arma estratégicamente esencial para mostrarse
como apóstol del reino de Dios].
El texto de hoy es el final de
todo el episodio del joven aquel que vino a ofrecerse a Jesús, pero que no tuvo
valor para desprenderse de sí y de sus bienes…
Y Jesús declaró con dolor que es más difícil que un “rico” [uno que está
pagado de sí mismo] pueda entrar en el reino de Dios.., en el seguimiento de
Jesús.
Surge entonces Simón Pedro y
presenta una cuestión a Jesús; Nosotros,
que lo hemos dejado todo, ¿qué tendremos? Y Jesús, sin meterse ahora en otros detalles,
le responde a la pregunta en general: los
que me habéis seguido…, os sentaréis sobre doce tronos… Y todo el que dejó
padres, hermanos, hijos o campos, por
amor a mi nombre, recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna.
Jesús, con sus estilos gráficos,
muestra ante sus apóstoles que seguir el camino con Él no es un planteamiento
de negaciones y fastidios. Y si bien es verdad que a Jesús no se llega por el
ancho camino del disfrute, el dinero, el placer, el egoísmo que sitúa al
individuo en el eje de la rueda, también es cierto que cuando alguien es capaz
de valorar a Cristo por encima de los bienes humanos, Él se encarga de que ese
tal viva una felicidad mucho mayor que la del que posee bienes y goces de
cualquier otro tipo. Jesucristo es buen pagador.
Ahí está situada la vida de San
Benito. Queda definida por esa actitud del que deja todo su mundo material, sus
dominios humanos, y se entrega a la causa de Jesús. Y hace de Europa su campo de misión, con el
ansia de llevar hasta los hombres y mujeres ese reino de Dios que ha predicado
Jesús.
Si queremos adentrarnos en
entresijos mayores, que nos lleven a reflexionar sobre nosotros, nuestro modo
de caminar hacia el reino, tendríamos que volvernos al principio de la pregunta
de Simón Pedro. Él sabe lo que dice –dejaron todo por seguir a Cristo- pero
habría que recorrer los datos evangélicos para ver que no lo habían dejado TODO. Habían dejado “el grueso”, lo material,
lo familiar, su libertad de ir o venir, hacer o deshacer como “independientes”. Pero aquellos hombres con sus fútiles discusiones
de quién es el primer o el último…, o pretendiendo ocupar los primeros puestos…,
o tan débiles en el Huerto…, ¿realmente lo
habían dejado TODO?
La gran cuestión, que nos abarca
a todos (sin que tengamos que dejar familia o campos) es hasta qué punto nos hemos dejado fuera el amor propio, el
orgullo, el afán de ser “primeros”, el protagonismo, los celos de “lo nuestro”… Si tuviéramos la clarividencia evangélica…,
los ojos de Jesús, no cabe duda que eso del negarse
a sí mismo, eso de tomar cada día la cruz propia, ese seguir a Jesús en lo
pequeño y en lo grande, por el camino y la puerta estrecha, por esa autopista
sin fin de las Bienaventuranzas…, y siendo capaces de hacer del evangelio UNA
VERDAD SIN SORDINAS, que no podemos mermar con nuestras explicaciones.
Al final no es lo importante “qué dejamos” sino si nos hemos dejado a nosotros
mismos. Ahí está el candado de la auténtica verdad. Y por desgracia le
echamos la llave antes de entrar en esa verdad
personal, con lo cual giramos periféricamente alrededor… Lo que se suele decir: regar alrededor del
tiesto. Porque la planta está en el
centro y ahí es donde hemos de apuntar para ir en línea de DEJARLO TODO…, que incluye ese fondo de uno
mismo… Y ese fondo, o somos capaces de
ir buscándolo con seriedad, humildad, honradez…, o nos jugará las malas pasadas
de no llegar nunca a acercarnos a ese TODO que Simón Pedro, un tanto exageradillo,
defendió como su don completo. ¡Inmenso
y misericordioso Jesús, que no entró en ese detalle, porque el momento iba
dirigido a otra cosa! Pero que nos lo
puede preguntar a cada uno con ese cariño exigente de quien quiere lo mejor
para que vivamos el reino, y sabe que nos quedan pasos…, muchos pasos, para convertirnos y CREER EL EVANGELIO
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