25 julio. SANTIAGO,
patrón de España
No
podemos menos que empezar con un dolido recuerdo hacia el trágico accidente ferroviario
a las puertas mismas de la Ciudad de Santiago, con elevado número de víctimas
mortales y de heridos. Día tan señalado para Galicia, y que quedará marcado
para tantas familias como luctuoso.
En
esas víctimas nos toca hoy que empezar a sentir con sentimientos humanitarios,
a la vez que como personas de fe, la repetida afirmación de San Pedro en la 1ª
lectura: Los apóstoles daban testimonio
de la Resurrección del Señor con mucho valor. Y más adelante, testificando ante el
tribunal. Repite lo que es la gran fuerza de la fe: Jesucristo resucitó. Sean éstos, desde nuestra fe –al mismo tiempo
que solidarios en el dolor con familiares y heridos- los motivos de fuerza y
esperanza.
Ya
lo dice San Pablo en la 2ª lectura: Llevamos este tesoro en vasijas de barro.
La vasija puede romperse…, de hecho se rompe (de una u otra manera). Lo que nos
queda es que saber que apretados, no nos
aplastan; que apurados, no nos desesperamos; que acosados, no nos sentimos
abandonados; que derribados, no nos rematan. Esta preciosa oración de fe de Pablo, es la
que hemos de saber hoy interiorizar ante la desgracia de tantas personas que,
en lo humano, han quedado destruidas, y sin embargo –aun rota su vasija de
barro- el tesoro que encerraban permanece. ¡Ésta es la novedad que tiene la
fe!: no nos rematan…, siempre tenemos
una nueva cabeza que sacar…, y es la seguridad de la Resurrección, unidos a la
Resurrección de Jesús…, a la esperanza siempre abierta…, y que tanto
necesitamos siempre: no nos rematan.
Juan
y Santiago caminaban con el grupo de los Doce, que iban a Jerusalén, lo que
expresa a las claras que iba Jesús hacia su muerte. Pero como la muerte siempre
se intenta soslayar, surge una petición a Jesús (en este evangelista es la
madre quien la formula) de que en ese reino mesiánico que Jesús va a realizar,
le reserven los dos lugares de privilegio y mando a los dos hijos de Zebedeo.
Una
petición que si siempre hubiera sido extemporánea, en este momento es hasta
imprudente, muy egoísta, muy interesada.
Jesús debió sentir mucha pena interior. Estaban los discípulos a años
luz de la realidad; años luz de lo que Jesús tanto había enseñado…, y de lo que
suponía aquel viaje que era el último, porque Jesús desembocaba en el lugar de
su muerte.
La
respuesta de Jesús llevaba su cierta dosis de dolor: - No sabéis lo que pedís. Pero Jesús no se deja “rematar”, y
levanta rápidamente el vuelo y hace una contraoferta a los dos predilectos: ¿Podéis
beber el cáliz que YO he de beber.
[Y he puesto en mayúscula ese YO, porque pienso que debió Jesús hacer
fuerza en ello, como algo determinante para la respuesta que debían dar los dos
apóstoles]. Y surtió efecto. Porque ellos poco o nada entendieron de aquel
“cáliz” que el Maestro va a beber. Pero
sí les decía mucho que el Maestro iba a
beberlo… Por tanto: no entienden mucho la pregunta, pero saben clara la
respuesta: CON ÉL, SÍ PODEMOS.
Ha
primado la fuerza de la adhesión personal. Puede darse el sí aun sin saber por dónde va la cosa. Es CON JESÚS, y eso les basta. Que luego
vengan o no los puestos de privilegio queda ya en segundo lugar…, y –además- ya
no dependen de Jesús: es mi Padre quien
lo tiene reservado.
No
se habían quedado al margen los otros Diez. No llevaban a mal que los dos
hubieran pedido… Lo que les molestaba era que en esa petición de los Zebedeos,
el resto quedaba “a la cola”. Y se
indignaron. Porque al final ellos querían también esos “bastones de mando”.
Y
Jesús tiene que sentarse pacientemente y empezar por el principio: el que quiera
estar en puesto de privilegio, que se ponga al final. El que quiera ser
servido, que se ponga a servir, como Yo
hago, que os sirvo siempre, y hasta doy
mi vida para salvar a toda la humanidad.
En
lo trágico de este día, y sin despagar los pies del suelo (donde tantos sufren
o han perdido la vida), no podemos los creyentes que tener una mirada de fe. Jesucristo ha dado su vida para salvar.
Todos aquellos que han perdido su vida biológica, han encontrado de improviso a
Jesús Salvador. Creyentes o no, fieles en su fe o no, lo que sí han encontrado
es a Jesús que da su vida en rescate por
todos.
El
Sacrificio de la Misa, que revive y actualiza el Sacrificio de la muerte de
Cristo, y a la vez canta ya el ALELUIA PASCUAL, se abre hoy como pieza
fundamental para todos ellos… Con ellos
estamos nosotros en honda solidaridad. El sentido sacrificial se profundiza en
nuestra fe…, porque al mismo tiempo estamos apuntando ya a la LUZ de la
Resurrección. En ese fe inalterable nos
unimos hoy a la FIESTA DEL APÓSTOL, al luto de las familias, al dolor de los
heridos y a ese viaje último de los que han muerto.
Lo
hicieron junto al sepulcro del apóstol que PUDO
BEBER EL CÁLIZ de su Maestro…, y hacer que su vasija de barro, rota por el
martirio, dejara patente el tesoro inmenso que llevaba dentro. Ahí está nuestra fe. A los pies de Santiago ponemos
hoy a España, a sus gentes, a su juventud…, conscientes del momento crítico por
el que pasamos en los diversos órdenes de la vida de los españoles: el de la
fe, el de un pueblo desmoralizado, el de la alterada vida social, el de la
situación convulsa de la política y los políticos, en el dolor de familias en
paro…, en la familia destruida en su mismo ser, por la pretendida fractura del
territorio… ¡Apóstol Santiago!, ruega
por ESPAÑA!
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