22 julio. Dos
caminos
Hoy
caben dos caminos en el comentario de la liturgia eucarística. De una parte
está la posibilidad de la lectura continuada, la que corresponde a este lunes,
y de otra, la celebración de Santa María Magdalena.
La
riqueza de la lectura continuada es que mantiene –por decirlo así- un argumento, el que se propuso el
evangelista al seguir el orden y forma que ha seguido. Y estamos ante una secuencia en la que los
fariseos y doctores copan la atención de San Mateo. Aunque Jesús se había
retirado y había puesto tierra por medio ante aquellos fariseos que estaban
dispuestos a quitarlo de en medio (a falta de razones, entraba en juego la violencia),
de nuevo aparecen ellos, aunque vengan en aparente son de paz, pero pidiendo “pruebas”
a Jesús. ¿Y qué prueba? ¡Un milagro tuyo!
Jesús
sintió en su alma la indignación más fuerte. ¿Qué es lo que hasta ahora había
derrochado a derecha e izquierda? ¿Por qué se le perseguía y acusaba sino por
sus mismos milagros, mirados bajo la lupa de las leyes farisaicas? Y exclamó con expresión dura (que aquí tiene su
razón de ser, y no en alguna interpolación de algún copista en otro momento de
los evangelios): “Esta generación
perversa y adúltera exige una señal. ¡Pues no se le dará otra que la de Jonás!”.
[=La propia resurrección de Jesús, cuando las pasiones humanas lo hayan privado
de la tierra de los vivos].
“Generación
perversa o pervertida” por la
soberbia humana y los intereses humanos de los mentores religiosos judíos. “Adúltera”,
porque una generación que Dios había hecho suya, con la que había establecido
amor de “Esposo”, con exclusividad y totalidad, se había “casado” con los
falsos dioses de sus ventajismos, sus mesianismos humanos nacionalistas. Y porque
todo eso recae en un rechazo a Jesús.
Pues si la reina del sur (vuelve Jesús a poner de ejemplo a los paganos)
se vino a visitar a Salomón, admirada por la sabiduría de Salomón…, o Nínive se
convirtió por la predicación de Jonás, aquí hay uno que es más que Jonás y más que Salomón. Zanjaba, pues, Jesús la cuestión, y les
negaba a aquellos fariseos y doctores esa señal que pedían… ¡Ya tenían muchas
señales y las había despreciado y aun atacado!
Y Jesús no entra en ese juego. Acaba Jesús remitiéndose a lo que es la
gran señal de la fe: SU RESURRECCIÓN.
Precisamente
tenemos hoy escenario de resurrección en la memoria litúrgica de San María
Magdalena. Ella sirve de milagro…, el
que a los fariseos pueden mirar, porque se inició en la casa de uno de ellos.
María Magdalena era una mujer pecadora, a la que se le conocía así en toda la
ciudad. Un día pasó algo que revolvió la conciencia de aquella mujer. ¿Vio
actuar a Jesús? ¿Vio alguno de esos milagros que para los fariseos no
valían? El hecho es que aquella mujer de
la vida sintió dentro de sí ese “calambre” que mueve a cambio de vida, y ella
arrostró la humillación, superó los respetos humanos, hasta las miradas de asco
y repulsa que podría recibir. Pero María
se presentó en medio de un banquete que un fariseo daba a Jesús, y allí dio las
muestras de su arrepentimiento y de su cambio intenso de alma…
No
la entendieron los fariseos, que estaban indignados (y a la vez muy críticos
con Jesús). Sí la entendió Jesús, que supo descubrir el gran valor de aquella
mujer, que venía a mostrar si dolor y su conversión. Jesús supo que allí, como consecuencia de la
acogida y el perdón que Él otorgaba (y que se manifestaba en el hecho de que no
la rechazaba), surgía un volcán de amor agradecido… Se le había perdonado mucho y ella correspondía con agradecido amor de
mujer perdonada y acogida.
María
Magdalena ya no supo vivir sino al servicio de Jesús. María se destacó de la
mayoría de otras personas, en que ella permaneció en su misma actitud cuando
llegaron los días de la persecución y de ser abandonado Jesús aun de sus mismos
amigos y apóstoles. Ella se apegó a la
cruz del que le había perdonado. Ella quedó terriblemente huérfana cuando murió
ajusticiado el gran valedor del cambio de su misma vida. Ella acompañó e
intervino en la sepultura. Y ella no
pudo dormir el Gran Sábado, porque para ella no había fiesta cuando habían
matado a su Señor.
Lo
buscó de madrugada en el sepulcro, con ánimo de dejar mejor preparado el
cadáver del Amigo. Y ella fue mensajera,
primero de desgracia, y luego de profundo gozo…, porque creyó perder el juicio
al creer que se habían llevado el cuerpo
del Señor y no sabía dónde lo habían puesto, y bien podemos decir que
perdió del todo el juicio cuando Jesús se le presentó y acabó reconociéndolo, y
aferrándose a sus pies… Aquellos pies en los que había comenzado su nueva vida,
llorando sobre ellos, y que ahora de nuevo los tenía cogidos…,y sobre los que
también lloraba, pero con un llanto de gozo y de triunfo: Su Señor vive y le hace mensajera
de alegría ante los mismos apóstoles.
En
efecto estamos en el exacto punto para la señal del cielo que Jesús había dado
a los que le pedían “ver un milagro tuyo”. Él los remitió a esta hora y momento
de la “señal” de Jonás…, el que fue tragado por el cetáceo y devuelto a la
existencia a los tres días. Jesús, devorado
por los odios religiosos, resucitó con
el poder de Dios… En efecto: aquí hay uno que es más que Jonás.
Celebramos el día de Santa María Magdalena,la mujer pecadora,a quién se le perdonó mucho,porque amó mucho.Por su perseverancia en buscar a Jesús recibió el don de ser la primera persona a la que Jesús se apereció y de llevar el mensaje para los Apóstoles,a quienes llama con el apelativo entrañable de "hermanos" y de anunciar la resurrección del Señor ¡HE VISTO AL SEÑOR!.
ResponderEliminarYa que a ella,antes que a nadie,le confió la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual,le pedimos nosw conceda a nosotros la alegría de anunciar siempre a CRISTO RESUCITADO
y verle un día glorioso en el reino de los cielos.