20 julio.- Venganzas y
serenidad
El evangelio de ayer constituía
una humillación para los fariseos que, habían pretendido atacar a Jesús con “las
leyes”, y se habían visto “tocados” cuando Jesús les desmonta tanta fuerza de
la “ley”, y nada menos que desde la figura misma de David. Quedaban sin resuello. Pero no sin la fuerza de reacción vengativa que
es propia del soberbio herido en su amor propio. Por algún sitio tenían que salir
para sacar la cabeza victoriosos. Estaba visto que no lo conseguían por vía
de palabras, y no tenían empaño en pasar a los hechos: planearon el modo de acabar con
Jesús.
Es lo típico de la soberbia, de
la sinrazón. No hay razones, no valen
las propias razones. No pueden sostener la fuerza de las argumentaciones de
Jesús, y la solución para ellos es acabar
con Jesús. Muerto el perro se acaba
la rabia. Se acaban las discusiones con Jesús, se acaba quedar siempre mal ante
las gentes, e acaba ese enemigo vivo de las influencias y beneficios que les
reportaba a los fariseos ser ellos los mentores del pueblo.
Jesús no es belicoso. Trae
espadas pero nunca para obligar a otros a “ponerse en guardia”. Es él mismo el que usa la espada de la paz, y
se quita de en medio. Se retira de allí.
Lo curioso es que las gentes se van con Él, y que Él sigue su obra curando a todos, a la vez que les pide
que no lo delaten par que los fariseos no lo descubran. Ya dirá en una ocasión que son doce las horas del día y que Él trabaja
en ellas mientras es de día…, un juego de palabras porque tras las horas
del día, de la vida, de su acción liberadora mesiánica, sucederán horas de la noche,
horas del poder de las tinieblas, que van a encarnar precisamente
las castas dirigentes. Quería Jesús la
paz, pero de hecho “puso la espada” en esa batida con las fuerzas de la
tiniebla. Y cierto es que aparecerá un día enarbolando el estandarte de la PAZ,
como signo distintivo y eterno suyo. ¡Pero hasta llegar ahí…!
Se regodea el evangelista
recordando al Profeta Isaías, que describía al futuro Mesías –cuando viniere
como el amado, fiel a Dios, en el que
Dios ha puesto su espíritu para que anuncie a las naciones lo que es recto.
Eso es, por regla general, una ocasión de guerra porque siempre están los
envidiosos, los nostálgicos, los recalcitrantes, los monolíticos…, los
paladines del “siempre se ha hecho así”.
Todos esos, en el fondo, no están defendiendo LO RECTO sino lo
interesado. Y sería perder pie en su “dominio”,
en sus influencias, si alguien viene con una novedad. Cristo traía la gran novedad de la verdad, de
la superación, de la gran libertad del alma, de la VERDAD que sobresale sobre las
interesadas “verdades” de otros. Y Jesús lo hace sin violentar nada. Pero con
la fuerza de la verdad de Dios.
Jesús no voceará, no acabará de romper la caña que ya viene cascada; no
gritará, no porfiará, no apagará el pabilo que está para extinguirse… Jesús, con la misma fuerza y el mismo principio
motor con que se enfrenta a los fariseos, con esa fuerza dinámica busca ayudar
a hallar la verdad de Dios, la verdad que el Mesías viene a traer, y que es
nada menos que reino de Dios, Para eso no trata de romper ni de apagar… Se
trata de aprovechar lo que hay y con eso, y la búsqueda de LO QUE ES RECTO, se
desemboca en el Reinado de Dios, que es reinado de justicia y de paz, de bondad
y de gracia…
Llega Jesús a ese lugar apartado, secreto…, y allí cura
enfermedades. Es bucólico ver a Jesús tan apartado de las espadas en alto
que tienen levantadas los fariseos. Pero uno tiene que pensar que todo eso no se
hace como quien no hace nada… A Jesús le toca ahora hacer de fugitivo… Y su
espada está patente allí: se ha dividido
el mundo ante Jesús: unos, pretendiendo acabar
con Él…; al otro lado como tajo de la misma espada que divide –o ante la
que nos dividimos-, las gentes que
siguen esperando las curaciones y enseñanzas de Jesús. Por medio, un Jesús huido para no romper la
caña cascada. Esa casi dicotomía que nos hace pensar que la vida cristiana no
es una suavidad que viene sola, y que, por tanto, hay que entrar en lucha, en
cesión de sí mismo…: hay que negarse a sí mismo…, hay que perder
la vida para poder ganarla…, hay que fajarse con la propio cruz sin
pretender orillarla… Es un hecho que lo que hoy se orilla para escaparse de la
complicación y la exigencia, reaparece al poco con más fuerza.
Jesús no se resigna a dejar ese mundo
tan desprovisto de Él mismo. Debe encontrar demasiados vacíos… Y regresa una y
otra vez, espada en alto y en son de paz, para hacernos más sinceros en la
experiencia de nuestra fe, más honrados en CREER lo que decimos creer, más comprometidos
con un evangelio en el que se dan por igual las escenas gozosas de milagros de
Jesús, y la lucha abierta, la puerta estrecha, por la que sde nos llama a
transitar.
A mis
queridos blogistas:
Hoy acaba
un período de mi momento presente:
operado de
corazón el 10 de junio,
me viene a los 7 días a una Casa Enfermería en
donde poder tener las atenciones necesarias y ayudas físicas indispensables.
Hoy, al
cabo de 33 días, me reincorporo a mi Comunidad del Sagrado Corazón, con el deseo
y necesidad de recuperar aquellas labores que pueda llevar,
sin grandes esfuerzos
físicos.
Los hay en
abundancia, y hay que empezarlas a retomarlos
Me alegro muchísimo que ya esté en su casa, recuperado.Ana
ResponderEliminarMe uno a la alegría por su vuelta a la "normalidad". Gracias por seguir regalándonos su publicación diaria durante todos estos días de convalecencia.
ResponderEliminarEs una alegría saber que ya está usted en la brecha.Hemos rezado mucho por su salud.Gracias por su labor, que tanto nos ilumina, en este blog.
ResponderEliminar
ResponderEliminar¿de donde saca toda esa fortaleza ?ya se lo que pasa con usted y lo que
pasa es que es usted un Santo.