30 julio.- A
vueltas con la cizaña
Los
discípulos de Jesús pedían al Maestro que les explicase las parábolas. La verdad que ellos deberían rumiarlas por sí
mismos porque no se adentra mejor un conocimiento cuando se lo explican a uno,
sino cuando la persona –en su silencio del alma- piensa, rumia, regurgita
aquella palabra escuchada. En la
pedagogía evangélica hay algunas explicaciones de parábolas y vienen a ser como
“el manual”, la clave, para que sepamos orar sobre esas enseñanzas y las
vayamos adentrando en el alma.
Ocurre
así con la parábola de la cizaña, en cuya explicación Jesús va poniendo “nombre”
a cada elemento de la parábola. Él mismo
siembra la buena semilla. La buena semilla son los ciudadanos del Reino. O lo que es igual –y más comprensible- los que escuchan la Palabra de Dios y
así son “ciudadanos del reino”. La
cizaña son los partidarios del maligno, y
el enemigo que sobresiembra es el diablo. La convivencia de buena semilla y
cizaña tendrá su final cuando llegue el tiempo de la siega y el Dueño dé la orden
a los segadores de segar primero la cizaña y quemarla (para que sus semillas no
se sigan reproduciendo), y luego se recojan las gavillas de buen trigo y luzcan
doradas como el sol, para ser recogidas y almacenadas en los silos del Reino.
El
“manual” ya está. Al orante le toca barajar términos para hacerlos presentes en
realidades que nos toca vivir. Es un
hecho incontrovertible que hoy –en nuestro momento actual- trigo y cizaña
conviven. Siempre fue un principio básico de la fe que el trigo bueno está como
levadura que haga fermentar la masa…, y –por decirlo así- que la cizaña sea
ganada por el trigo y que sea el bien y la verdad lo que ayude a esa
purificación de tanta cizaña como rodea (y rodeó siempre).
Lo
que pasa es que cualquier observador podrá comprobar que se produce con mucha
más facilidad el efecto contrario… Que una manzana podrida acaba pudriendo todo
el canasto, y no que una buena manzana contrarreste el contagio de la
podrida. Y que asistimos (y lo malo de
todo es que asistimos impertérritos) a una degradación de la buen semilla,
atraída por los falsos principios de la cizaña.
Que resulta más fácil irse “adaptando” al planteamiento hedonista que
aporta la cizaña, que tomar conciencia de que somos llamados a contrarrestar
esos efectos perniciosos.
La
cizaña toma carta de ciudadanía desde ese virus invisible del “ambiente”, “la
sociedad”, “la vida”… Se “sobresiembra
de noche” (con disimulo y engaño) en aulas, debates, equívocos planteamientos
de “libertad”…, el “todo vale”, el “ser dueños” autónomos aun de la propia
conciencia y por consiguiente, relativizando a Dios y sus principios, criterios,
mandatos y Palabra viva de Jesús…, perfectamente organizado desde las mafias
que atacan precisamente los principios católicos.
Es
toda una táctica: si se mina la personalidad, si se destruyen los criterios básicos,
si se consigue crear una masa amorfa de “seres humanos” deshumanizados, se
habrá conseguido una especie “humana de plastilina” a la que se le lleva por
donde quiere “la cizaña”. Los agresores
de la mujer, los violadores, los pederastas, los corruptos, los asesinos…,
habrán existido siempre. Pero chocaron con un baluarte en EL HOMBRE…, y en
concreto en los ciudadanos del Reino.
Ablandamos
ahora esa roca y la hacemos arena…, empezamos a pensar que todo vale…, y
seremos los grandes hipócritas escandalizados por esas bajezas humanas…, y sin
embargo hasta habrá ciudadanos del reino
con una duplicidad de vida… Lo dulce del
veneno se ha tragado… Y aunque se ponga el grito en el cielo por lo mal que está todo, ¿hasta dónde
estamos siendo un trigo bueno purificador…, una roca granítica que no se deja
hacer arenisca…, unos cristianos de criterios y hechos rocosos, para no
dejarnos comulgar con ruedas de molino? [Una cosa es ese respeto pasivo que no entra
a juzgar, como acaba de decir el Papa; y otra cosa es que no juzgar equivalga a
esa comunión que se traga las piedras,
y que se deja cambiar el mismo pensamiento que nos dejó el sembrador del buen trigo]. Una cosa es escuchar opiniones…, saberse
plantear una verdad más completa, y otra ir cambiando los propios principios
como camaleones que podemos variar de color.
No
sería malo si ese rechinar de dientes
supiéramos adelantarlo ahora desde unas reflexiones maduras, exigentes, objetivas…
Merecería la pena ser ahora los propios “segadores” que aprendemos a separar en
nosotros el trigo de la cizaña, la verdad de la media verdad…; capaces de mirar
dentro de uno mismo lo que muy posiblemente nos parece mal en el otro.
Hay
en la 1ª lectura de hoy [Ex 34] una afirmación impresionante. Dice que Dios
hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. En realidad es el núcleo esencial de la
oración profunda. Porque hay que tomar el lugar de Moisés… Y además de esa
confianza con la que él se dirige y porfía con Dios, también tiene ahora un
momento maravilloso que deja a Dios
hablar…, que lo deja SER DIOS y que Dios es quien toma la palabra y quien
se dirige a Moisés como a un amigo…
Estamos en el meollo de la oración que puede transformar…, que puede purificar la cizaña, empezando por la
propia cizaña…, ¡que la hay!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!