la CONVOCATORIA del ENCUENTRO NACIONAL, que va a tocar el tema del AÑO DE LA FE y el CORAZÓN DE JESÚS, SÍNTESIS DE NUESTRA FE.
Se celebrará el día 12 de septiembre.
Quedan invitados a participar quienes lo deseen.
Para detalles, o el blog, o mcantero@probesi.org, o por teléfono al APOSTOLADO DE LA ORACIÓN, 952.210509
24 julio.-
Nueva evangelización
Pueden
comprender mis lectores que al encontrarme con este texto de Mt 13,1-9, más
bien me pregunte por dónde voy a salir para no decir siempre lo mismo.
Observemos,
en primer lugar, que es un inicio de capítulo. Quien hizo la división, observó
que no había continuidad con lo anterior.
El c. 13 presenta a Jesús en casa. Y a Jesús saliendo
a la playa. Y –como quien le está
esperando, a sabiendas de que Jesús aparecía por allí frecuentemente- una gran
cantidad de gentes se le vienen encima. Jesús tiene que subirse a una barca
para poder hablar desde allí y poder ser escuchado.
Y
comienza contando uno de esos cuentecillos que tanto agradaban a la gente. Lo
curioso es que Jesús cuenta su cuentecillo y lo deja así. Luego lo explicará a
sus apóstoles, ya de nuevo en casa. A la gente prefiere dejarle el “cuentecillo”
y que cada cual rumie y piense y se lo explique a sí mismo. Es el arte de la oración
auténtica…, o del soslayo de la palabra de Dios, según la forma de acogida o de
pasar por alto…: ya se oyó, ¡qué boca
tiene este Hombre!..., y luego…
Y
Jesús comenzó diciendo: Salió el
sembrador a sembrar…; era lo que estaban palpando las gentes. Ese hombre,
cuya Palabra les atrae, es sembrador de
la Palabra de Dios. Y les sorprende
con una primera afirmación: una parte de
la semilla cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Si allí había gentes sinceras –como es de
suponer- esta primera palabra les tocó el
alma. Es cierto –pensaron- que somos muchos los que recibimos la semilla…, y
nos quedamos donde estamos. Nos gusta escuchar, admiramos y ponemos por los
cielos lo bien que habla Jesús. ¿Y
luego? Cuando cada uno se fue a su casa,
¿hubo muchos que siguieran dando vueltas a aquella “semilla al borde del camino?
¿Serán muchos los que “están admirados”…, y no dan un paso?
Porque
el gran tema no es si el sembrador sale y siembra sino si el que recibe la
semilla la cultiva, y esa semilla le cuestiona y le hace plantearse una
novedad.
El
Papa actual ha salido a sembrar la semilla del Evangelio. Casi sin expresar
grandes discursos, su mensaje de gestos está tocando a muchos. Lo que el Papa
está haciendo es dejar ahí la semilla de la nueva evangelización. ¿Qué significa eso? Que no con muchas palabras sino con su propio
hacer, está diciendo que no se trata de sermones sino de una Iglesia que tiene
que acoger –ella misma- EL EVANGELIO.
Ese evangelio que un día encontró Francisco de Asís y escuchó una voz
imperiosa: a la letra, a la letra, a la
letra; sin glosa, sin glosa, sin glosa.
¡Eso
es la nueva evangelización! No son más predicadores, más sermones, más
escritos. Es simplemente que todos –la
Iglesia oficial por delante- salgamos de nuestras casillas y entremos en LA
NOVEDAD del Evangelio a la letra…, sin
glosa.
De
lo contrario, la semilla preciosa en sí, queda soterrada al borde del camino…,
o vienen los pájaros y se la comen. ¿No nos planteamos si no será eso el gran
problema que arrastramos los católicos? Evangelización nueva no es ahora
inventar un evangelio ni poner parches a nuestra vida personal. El vino
nuevo requiere odres nuevos. El
vino no falla. Pero los odres no nos cambiamos. Casi diríamos que se mantienen
creencias, formas y prácticas…, que no han avanzado apenas nada… Estamos “seguros”
en ellas, ¡y mejor no tocallo…!
El
Concilio Universal Vaticano II quiso ser un salto profundo en la vida de la
Iglesia. Respiró de una forma más
visible por ese pulmón que es la Liturgia. Y dejó planteamientos inmensos hacia
un revulsivo en la fe de la Iglesia, “arriba” y “abajo”. De ahí que Benedicto XVI proclamara Año de la fe el 50 aniversario del
Concilio. Pero ¿de qué fe? El propio Papa anterior, y ratificado por el Papa
Francisco, el Concilio está inédito en lo que es la renovación de la Iglesia
(el agiornamento que ilusionó Juan
XXIII al lanzarse a esa inmensa aventura de que la Iglesia se mirara a sí
misma, y mirara hacia afuera con ojos de madre y maestra, para no ser una Iglesia
que sobrevuela sino que es levadura en la
masa).
Esto
es lo que hoy me ha cogido el alma… ¿Qué hay en mí de nueva evangelización?; ¿qué semilla hay en mí: la que queda
soterrada y molesta menos, o la que está llamada a crecer, desarrollarse y dar
otro fruto? ¿No es un cierto problema que intentemos mantener creencias monolíticas
que no pueden crecer, mientras la vida crece, avanza, se separa millas de la fe
que trasmitimos? ¿Realmente concebimos a
Jesús y su semilla como algo que no
puede engarzar con nuestro mundo, en el que vivimos y en el que –a lo peor- nos
lamentamos?
Veo
a nuestro Papa. No ha entrado directamente en temas doctrinales. Y sin embargo
su hacer diario nos está diciendo que algo no es ya como veníamos siendo. Y si
la vida es la que va por delante y la que marca en el poco a poco, en el día a
día, el Papa nos va señalando caminos de nueva
evangelización…, es decir: que “algo se mueve”, que algo se tiene que
mover. Esa semilla de LA PALABRA no podemos dejar que los pájaros se la coman, o que quede enterrada al borde del camino. La
parábola, muchas veces repetida, necesita ser revulsivo en nuestro momento
actual. Y eso pide que miremos hacia dentro y recapacitemos todos.
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