LA ASCENSIÓN
Hoy
cierran los evangelios su historia maravillosa: la de la venida de Jesús a la
tierra nuestra, para desde aquí abajo levantar
de la basura al pobre. Hoy cierra Jesús su periplo en este mundo, después
de haber realizado en él toda la obra que traía encomendada, y que pudo
rubricar ya en la cruz cuando pronunció su palabra de triunfo en medio de la
agonía: Todo está cumplido.
Quedaban luego esas pruebas que dieran certeza de que su muerte sólo era
de paso porque estaba escrito que el
Mesías tenía que padecer para entrar en
su Gloria. Hoy, con la Ascensión
de Jesús al Cielo –de donde vino- queda completada su razón de Dios encarnado
en la realidad humana.
Los
dos textos básicos, históricos, que
nos ponen gráficamente presente el hecho de la ascensión, corresponden en este
ciclo litúrgico “C”, a San Lucas, y por tanto se complementan perfectamente. En
el la primera lectura nos dice Lucas que una
vez que comían juntos… (y ya se está refiriendo al final de su tiempo
terreno), les recomendó que esperaran el envío del Espíritu Santo, prometido
por el Padre. Y en el Evangelio hay una continuidad de idea entre muerte,
resurrección, y predicación de la
conversión y perdón de los pecados con la referencia a la subida al Cielo.
Deja la impresión de que no sólo habla del momento en que Jesús sube, sino que
convierte todo esto en llamada a “nuestra subida”…, nuestra elevación a través
de la conversión y el perdón de nuestros pecados. Eso que San Pablo expresará
con un dinamismo conjunto de Jesús que sube y, en su subida, lleva ya consigo, cautivos de amor, a los
que aún habían estado cautivos en el seno de Abrahán, esperando este
momento en que Jesús abría las puertas del Cielo con su ascensión.
Dice
San Lucas en el libro de los Hechos que tras aquella comida los citó en un
monte… Allí llegan y –todavía apegados a
sus ideas mesiánicas humanas- le preguntan si
es ahora cuando va a restaurar la gloria de Israel. Jesús prefiere escaparse
de la pregunta y remite al Padre ese momento. Él los bendice y eleva sus brazos
en signo ascendente y comienza a despegarse del suelo, emprendiendo su marcha
hacia la altura. Hubieran querido ellos poder verlo como Eliseo vio a Elías
subir…, pero una nuble vino a interponerse y dejarles sin esa visión. Pero
juntamente aparecen dos hombres vestidos
de blanco que les dicen: No sigáis
mirando hacia arriba; volved los ojos a la tierra y veréis al mismo Jesús. Era la gran lección que necesitaban recibir:
la ida de Cristo no es una despedida ni una ausencia. Es la realización concreta de aquella palabra
del “discípulo amado”: es el Señor. Porque la novedad maravillosa de la fe es
saber descubrir a Jesús vivo y presente en cada realidad de aquí abajo: en las
personas, en los acontecimientos, en lo placentero y en lo que sacrifica; en el
niño y en el anciano, en el triunfo y en la humillación.
Son
esa visión no hubiera sido lógico que se
volvieran a Jerusalén llenos de gozo, como nos dice el evangelista. Pero
fue así. Y lo plasmaron en dos realidades:
estar en el templo bendiciendo a Dios, y permanecer recogidos en oración, junto
a María, hasta que viniera el Espíritu Santo, como Jesús les había mandado.
Queda
la 2ª lectura que nos hace una síntesis pedagógica de este hecho de la
ascensión de Jesús: que Dios nos dé espíritu de sabiduría, esa
sabiduría divina que sobrepasa todo conocimiento humano y nos hace conocer a Jesús. Que Dios
ilumine los ojos de de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza
a la que os llama, la riqueza de su gloria y la grandeza de su poder sobre
nosotros.
¿Cuál
es la correspondencia necesaria para comprender esa riqueza de Dios y su poder?
- Precisamente nuestra debilidad,
nuestra humildad, nuestra gozosa aceptación del último lugar, nuestro saber
dejarnos desaparecer y situarnos en el último lugar. Como no llegaremos nunca a comprender la riqueza de Dios y su poder
es mientras pretendamos estar en candelero y ser nosotros mismos los que
destacamos, los que movemos los hilos, los que pretendamos ocupar el primer
puesto.
Para
comprender la eficacia de la fuerza poderosa que resucitó a Cristo, hace
falta ser nosotros débiles, sentirnos
débiles y vivir gozosamente nuestra debilidad. Así tendremos el gozo de la ascensión. De lo
contrario no podremos saborearlo ni trasmitirlo. No daremos testimonio de
convertidos… Y como la conversión la liga el evangelista con la ascensión al
Cielo, nos estaremos privando de ese cielo que nos toca vivir aquí, volviendo los ojos a nuestro derredor, y
sabiendo entonces saborear la dulzura de la humildad, del último puesto al que
viene Jesús para decirnos: amigo, sube
más arriba. Desde esa humildad formaremos Iglesia, cuerpo de Cristo,
plenitud de Cristo. Podremos formar grupos, grupúsculos, células que
carecen de la savia de Cristo.
Podremos
comulgar pero no recibir la semilla que
sube y se despliega para crear UNIDAD.
De ahí que la contemplación de los textos que hoy nos aporta la
liturgia, debamos tomarlos con una gran dosis de reflexión. Porque son textos
que nos hacen elevarnos a la vez que mirar hacia lo humano real. Y puesto que seguimos aquí, que esta vida que
vivimos ahora sea un presagio cierto de saber
aguardar humildemente, la fuerza que
nos vendrá de lo alto, prometida por Dios.
La vida de Jesús en la tierra termina con la Ascensión al Cielo.Se cumplen ahora ante la vista de los suyos,aquellas palabras que un día les dijera:SUBO A MI PADRE Y A VUESTRO PADRE,A MI DIOS Y A VUESTRO DIOS.Jesus se va,pero se queda muy cerca de cada uno y de un modo muy particular lo encontramos en el Sagrario.Nos deja un mandato,nos envía como testigos suyos por el orbe entero;ser testigos de Cristo supone una gran responsabilidad para nosotros,procurar comportarnos según su doctrina,luchar para que nuestra conducta recuerde a Jesús,evoque su figura amabilísima.
ResponderEliminarSi esta fiesta de hoy nos deja en el alma un amargo regusto de tristeza ,acudamos a su MADRE como hicieron los Apóstoles:ENTONCES TORNARON A JERUSALEN...Y ORABAN UNÁNIMAMENTE..CON MARÍA,LA MADRE DE JESÚS.