Mc 6, 34-36
Hace ya un tiempo que escribí un
artículo que se titulaba: “Mi vicio por
el Evangelio”, y tengo que reconocer que eso es verdad. Hoy he llegado a
una página que –de primeras- se expondría aquí con dos palabras. Y sin embargo,
¡me ha llenado casi hora y media de oración personal
Lo que cuentan los versículos citados
es tan simple como que Jesús desembarca tras la tormenta y la gente lo reconoce
y le traen sus enfermos, que curan con sólo rozarle el manto.
Pero ¿por qué han desembarcado “allí”…,
precisamente allí? Porque la tempestad los ha desviado de su ruta hacia “la orilla opuesta” y los ha dejado en
una playa sin nombre, donde han atracado porque tenían que estar extenuados y
maltrechos tras todo lo que había sucedido: inicial soledad (“culpable”) de los
apóstoles, olas, vientos, barca que zozobra en medio de una tempestad,
aparentes fantasmas que caminan por el agua, terrores… Cuando pueden divisar la primera playa más
cercana (o de hecho estaban “tocándola” sin saberlo –según el evangelio de San
Juan-), ya no pretenden seguir adelante y ponen el timón hacia ese lugar. Una
serie de factores imprevistos, “casuales”…
No era una playa inhóspita como la
de Gerasa o Gadara. No era la primera vez
que habían andado por allí, y la prueba es que apenas habían salido de la barca, reconocieron las gentes a Jesús. Y
no sólo con ese “reconocer” que ve y pasa adelante, sino sabiendo que es ese
hombre que vive en la cercanía del pueblo, y que no es capaz de pasar junto a
un necesitado, enfermo, persona sufriente, sin que su fuerza interior le ponga en dinamismo de hacer el bien.
Por eso al momento –corrida la voz-
se encuentra Jesús que su paso por cortijos, aldeas, pueblo o ciudades, es un
sembrado de personas que se hallan mal, que tienen que ser traídas en camillas…,
que llegan a pedirle que les deje siquiera tocar el filo de su manto…, y que salen
curadas de sus enfermedades. O que Él, en ese gesto tan suyo, va tocando a los
enfermos, poniéndoles la mano sobre su cabeza…, y produciéndose una curación
con la que se han encontrado sin esperarla. ¿Realmente fue “casual” aquel
desembargo “allí”? Y si nos vamos más
lejos, ¿fue casual aquella tormenta? Aquí es donde una persona sin fe ve puras
casualidades…, y hasta puede que dude de este relato. Para quien cree, ve la mano de Dios. Habla,
entonces, de providencia…, sabe que no cae la hoja del árbol sin el permiso
de Dios. Y aquel paso de Jesús por aquella
comarca, va jalonado de esos “besos de Dios”, esos “roces” del Corazón de Dios,
que dirigió los sucesos hacia una finalidad tan importante como la del bien
repartido sobre aquellos muchos que se encontraron providencialmente con Jesús…, con gentes que muy bien podían estar
al margen de una convicción religiosa que fuera más allá de “a mi manera”…, pero que acabaron encontrándose
con LA PERSONA DE JESÚS.
Y se me ha ido el pensamiento a aquella
limpiadora, casi analfabeta, que sirvió en centro religioso de formación, y su fe
no iba más allá que la de sus devociones… Hasta que un día cayó en un confesionario
en el que le hablaron del Evangelio… Y se tomó en serio aquello…, y tomó el evangelio,
casi deletreando –“rozando el filo del manto”, como si dijéramos- y vivió el
resto de sus años con el evangelio en la mano…, y cuando sus allegados le
bromeaban: ¿“Es que ese libro no se te
acaba”?, ella, la “analfabeta”, les respondía: Este libro no se acaba nunca.
También aquella “piadosa” señora
que no podía dormirse sin haber dedicado dos horas a rezar y rezar y hacer
novenas…, hasta que alguien le dijo que de esas dos horas tomara 15 minutos
para el Evangelio…, y acabó por rezar lo suficiente y meditar el Evangelio… Y vio el mundo que se le abría, tan distinto
y de horizontes tan amplios.
Se me viene a la mente ese conjunto
de gentes que viven en sus vicios (y se arrepienten en un instante) y vuelven
una y otra vez a ellos…, y nunca salen de su hontanar de pornografía, maltrato,
soberbia, tiranía familiar, orgullos insoportables…, y luego se sienten
compungidos y repiten su “arrepentimiento”…
Hasta que un día hacen caso de que no den más vueltas a esa situación
incorregible por sí misma, y que pongan en el “otro platillo” leer y meditar “dos
minutos” el Evangelio cada día… ¿Pero si mi problema no es ese! –protestan-. ¡”Tome
el Evangelio A DIARIO, y dedíquele
siquiera dos minutos”! Y quien hace
caso, empieza a ver que algo distinto se está llenando en su interior…, y que
ahora no vive como antes…, y que de dos minutos a pasado a 4 o a 10…, y que Jesús
lleva dentro una fuerza que cambia a la persona.
Y me quedo pensando en esas
piedades de romerías, promesas, devociones particulares a tal o cual imagen,
apariciones, portar imágenes, llevar velas y flores, rozar y rozar tales imágenes… Y pienso siempre que Jesús está también detrás
de eso…, permitiendo que “le rocen el
filo del manto”…, pero invitando a tales personas a que un día se atrevan a
poner su centro en LA PERSONA…, en el Corazón mismo de Cristo…, en mirar
atentamente su modo de hacer, enseñar, decir…, y hasta detenerse y pararse a
mirarlo en más hondura… Y descubrir de
pronto que había un tesoro que nunca habían sospechado…, y que rebasa todos los
límites de los tronos, las asociaciones, las imágenes, los anuncios de
supuestas apariciones y contagios de masas…
Ese día, que es un ESTRENO SINGULAR, porque de pronto se descubre el meollo auténtico de la vida cristiana.
Caminad con alegría y seguridad en el nombre del Señor.Si surgen dificultades,más abundante llega la gracia de Dios.La ayuda divina es proporcionada a los obstáculos que el mundo ponga en nuestro camino.Han cambiado muchas de aquellas circunstancias con las que se enfrentaron los Apóstoles,pero otras siguen siendo las mismas y aun peores materialismo,sensualidad,ignorancia etc,vuelven a ser viento furioso y fuerte marejada en muchos ambientes,A esto se une el querer adaptar la doctrina de Cristo(de parte de muchos) a estos tiempos,con graves deformaciones de la esencia del EVANGELIO.
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