¿QUIÉN ES ESTE?
¡Es que fueron los apóstoles
quienes preguntaron eso!..., y lo preguntaron sobrecogidos de gran temor… Y ese “temor” es el que se tiene ante lo que
sobrepasad, lo que le cae a uno fuera de su respuesta. Es el “temor” que no
habla nada de “miedo” sino exactamente –como ha dicho antes- de sobrecogimiento. Quiere decir que ahí hay un misterio, y que
ellos mismos estaban perplejos, a pesar de convivir con Jesús, de haber visto
tantas maravillas salidas de sus manos…, de esa fuerza que salía de Él y curaba a todos… Y aún así, están paralizados, mirándose…,
mirando a Jesús, y preguntándose.
Lo entiendo muy bien. Jesús nos rebasa siempre, y cuando creemos
tenerlo “cogido” y que ya lo “conocemos”, y que ya marchamos casi familiarmente
con Él, de pronto nos quedamos aturdidos al verlo en una nueva actuación.
Claro: mis lectores se están
yendo ya a recordar hechos evangélicos, a “meditar” milagros del libro de los
evangelios. Y yo estoy hablando del AQUÍ
Y AHORA. Estábamos tan felices, habíamos
contemplado tanto a Jesús y habíamos disfrutado tanto de sus ternuras… Y resulta de pronto que nos topamos con quien
nos critica, nos echa en cara, no está de acuerdo con nosotros… O con esa contrariedad que nos afecta mucho
porque un hijo ha sido diagnosticado de algo sospechoso, o me han pospuesto a
otros que creí con menos méritos, o le han dado la plaza a alguien que sé que
tiene muchos menos conocimientos que yo.., y que hizo el ejercicio bastante más
flojo. Resulta que la vida no me viene como la soñé, que me han torcido mis
planes…, que estoy herido en mi amor propio…, que el “otro” u “otra” no son
como yo quería y esperaba que fueran… ¿Y
dónde voy a meter yo el evangelio en todo eso? ¿Y quién se pone en estas
circunstancias a meditar las suavidades de Jesús?
¿QUIÉN ES ESTE, que me ha
partido mi vida y ahora “ni puedo hacer
oración? ¡Malo, malo! Esa “mi oración” no es tal ORACIÓN, y por eso
se viene abajo cuando he recibido el revés de la tempestad que me ha
sobrevenido. Que si yo sigo mirando a
Jesús –que está en pie, sin tambalearse-, aunque la vida me la hayan partido, Jesús sigue siendo el mismo, ayer y hoy y
siempre, en unas circunstancias y en otras.
Y aunque jamás podré agotar la respuesta a la gran pregunta, sí que voy
a acercarme a Jesús para descubrir algún trazo de QUIÉN ES ESTE…, y me voy a
sentir confortado y hasta sabiendo encontrar que ÉSTE ES EL SEÑOR. y entonces, PUEDO SEGUIR ORANDO, aunque el
alma esté rota por el dolor.
QUIÉN ES ESTE…, y ya la pre4gunta
me trae bálsamo a mi alma. No tengo la respuesta completa, por supuesto, pero
voy barruntando facciones de su rostro. “No me atreveré ni a preguntar: ¿Tú quien
eres?, como aquellos discípulos del Lago, porque SÉ QUE ES JESÚS. Y eso ya me es algo que me subyuga…, que
hasta ya no me sobrecoge tanto –de momento-, y que disipa de mí el mismo “temor
sagrado”. Sé que es JESÚS, aunque –lo
mismo que en las apariciones- siempre me lo había imaginado con otra figura… Pues resulta que ÉSTE es Jesús, ese que me
ablanda el alma y me la dispone mejor; ese que me emociona y que me atrae y me
abraza… Ese que YO SÉ QUE ES ÉL…, pero que se me presenta constantemente tan desfigurado.
Mi oración de hoy y mañana y
pasado y el otro me sigue haciendo vislumbrar rasgos… Y en el fondo de mi alma -¡y tantas veces sin
que yo lo advierta!- van dibujando contornos que me atraen como un imán…, y me
repelen cuando toma la figura que yo no quería que llegara nunca. La vida me la
puso ante los ojos y me la hizo “tragar”… Y porque me he acostumbrado a ORAR
contemplando a Jesús, empiezo a digerir y así me sienta mejor, y no
me hace daño…, o puedo superar el daño que me hace en sí “la vida”… “ÉSTE” es Alguien que tiene una fuerza inmensa, capaz de irle dando la vuelta
a las cosas…, de irme dando la vuelta a
mí… Esa es la conversión, o lo
que los ascéticos llaman segunda conversión, que es el paso
de “bueno” a convencidamente OTRO…, un “otro” que va naciendo en mí bajo ese
buril penetrante, de doble filo, que me
llega hasta las junturas donde se unen alma y espíritu.
No: ya sé que no estoy dando respuesta… No podré
darla nunca porque Jesús siempre sorprende, y por mucho que yo quiera
“explicarlo”, siempre estoy en mantillas. ´”ÉSTE” no se agota, no se le llega
nunca a aprehender…, siempre ES MÁS,
y maravilla más. Y acabaremos los años
de nuestra vida con esa misma pregunta en los labios, sintiendo el dulzor en el
paladar…, y que tantas veces se nos agria en el estómago (como en el
Apocalipsis refiere San Juan sobre aquel famoso “librito”.
“El viento y la mar le obedecen”… ¡Eso es lo grande! Que, a pesar
de tantas formas tan variadas y misteriosas, de ÉSTE, mi alma se pacifica, se
goza, siente dulzuras inefables…, aunque me estén dando ajenjo en el plato que
me ha preparado “mi vecino”. Pero EL QUE
CREE lleva consigo unos signos que le dan un nuevo modo de ser.
¡Qué bonito queda todo
esto…! Y a la vuelta de la esquina me
encuentro con las manos en la masa, y al revés de lo sentido.
AÑADO - en su correspondiente lugar- COMENTARIO A UNA DE MIS INTERROGANTES DE AYER.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!