Mc. 4. LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR
Hoy
estamos ante una verdadera creación de Jesús, esa conocida parábola del sembrador, que encierra unas
enseñanzas prácticas extraordinarias.
El capítulo lo introduce el
evangelista diciendo que otra vez comenzó
Jesús a enseñar a orillas del mar. Y lo sigue un gentío que le va
apretujando y del que no puede separarse. Hasta que Jesús ve una barca en la
orilla y se sube a ella y establece la distancia necesaria para poder hablar y
enseñar. Por eso, aunque pareciera “establecer distancia”, lo que hace es
situarse allí desde donde puede estar más con todos. Por otra parte, sin ser poseído por
ninguno. Y es que puede decirnos la
necesidad imperiosa de Jesús de no se poseído por nadie en particular, de poder
hablar desde la verdad de la Palabra, y nunca “apretujado” por la constante
tentación que tenemos todos de “adaptar” la Palabra…, y vaciarle sentido por quererla
demasiado meliflua, y casi acomodada a “nuestro tamaño”. Jesús toma distancia
del gentío que siempre atosiga (que queda en la playa), y va a exponer esa
Palabra desde la barca. Y lo va a hacer
en ese pedagógico modo de presentar las cosas, como eran sus “cuentecillos”,
por cuyo medio se hacía entender mucho mejor.
Salió
el sembrador a sembrar, y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a la vera del
camino… Aquella gente comprendía
perfectamente. La siembra “al voleo”, esparce,
volea la semilla en derredor, mientras él sigue caminando y repitiendo la misma
operación múltiples veces.
Y cuando esa labor se hace más en
la linde del campo, nada tiene de particular que una parte caiga fuera de la
tierra de labor…, más al borde, e incluso fuera.
La imagen es muy sencilla y vivida
por aquellas gentes. Lo que Jesús está enseñando en de mucha envergadura. Porque Él mismo está sembrando…, Él mismo vine
a enseñar. Él está esparciendo ahora mismo su semilla. Y es perfectamente conocedor de que allí…, y
luego a través de la historia humana, hay una parte de su Palabra que “cae fuera”.
Allí mismo hay gentes que han venido, sí, de buena fe, con mucha curiosidad,
muy deseosas de ese contacto como es el hombre que hace milagros…, pero se están
quedando en el “cuento” y no hacen más.
Todavía más: allí debo estar yo, a quien le llega la semilla con profusión. Pero
sinceramente he de reconocer que muchos pájaros
vienen y se la comen. Ni ha habido
acogida de fondo, ni la he visto como dicha a mí, ni acabo de tragar que esa
Palabra está ahí para perseguirla y recibirla como palabra de Jesús a mí. Por eso podemos
pasar ante Dios los años enteros en fervientes oraciones y que nuestra
particular conducta no refleje el fruto…
La semilla cayó al borde del
camino. No nos ha cogido. No ha
prendido. No puede dar fruto.
El egoísmo, los intereses particulares, el vivir la vida girando sobre
uno mismo, la inconsciencia, el falso espiritualismo, y esa permanente
tendencia a justificar las propias carencias buscando cabezas de turco…; la
avaricia que acapara para sí, la ceguera que siempre impide abrir los ojos a la
verdad sin camuflajes, el escurrir el hombro a la responsabilidad de uno mismo,
la seguridad patológica del YO, y la falta de valor para SABER DUDAR de sí mismo…
Todo eso, y tantas sutilezas más para escaparse por la tangente, son los
pájaros
que vienen y se la comen. Y Jesús
le pone nombre a todas esas esclavitudes del YO, cuando explica la parábola y
dice en el versículo 15 que Satanás quita
la Palabra sembrada en ellos.
Quienes me tratan, saben que suelo decirles que el demonio tiene cosas más importantes que hacer. Que estoy convencido que el demonio, como león rugiente busca a quien devorar…, sí y
ciertamente, pero que es león atado con cadenas muy fuertes, y que el problema
real no es el demonio sino el meterse en sus fauces. Y eso no puede obligarlo ni conseguirlo el
demonio si no es que el vicio propio esclaviza tanto que uno mismo es quien se
mete “plácidamente” en ese peligro.
Por eso mismo he señalado una serie de realidades muy concretas que no
necesitan coartada de “demonios” sino valentía y sinceridad de alma para
tomarse muy en serio la propia actitud, las propias decisiones que hay que
tomar… Y que nosotros les llamaremos “propósitos”, y que Jesús, en su lenguaje
directo oriental, lo expresará diciendo: si
tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; si tu mano te es ocasión de pecado,
córtatela; si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Y no pretende Jesús un mundo de cojos, mancos
y tuertos…, pero está diciendo muy a las claras que las soluciones a los problemas
personales…, a esa bordes del camino
tan estériles, sólo se salvan con decisiones tajantes.
En todas partes cayó la semilla del sembrador:en el campo,en el camino,en los espinos,en los pedregales.Y ¿qué razón tiene sembrar sobre espinos,sobre piedras,sobre el camino?Tratándose de semilla y tierra no tendría razón de ser,pero tratándose de almas no es así.Porque es posible que la piedra se cnvierta en tierra buena y que el camino ya no sea pisado sino que se convierta en tierra fértil y que las espinas desaparezcan y la semilla fructifique.No hay terrenos duros o baldíos para Dios.Quizá nosotros no recojamos los frutos con nuestra oración constante,pero esperemos,que otros recojan la cosecha.Ya DIOS ha prometido:"MIS ELEGIDOS NO TRABAJARÁN EN VANO".
ResponderEliminar