LITURGIA 1º Adviento-A
Isaías tiene una visión (2,1-5) que llena su
alma de esperanza. Es acerca de Jerusalén, el centro de la vida del pueblo de
Dios: Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las
montañas.
Y será el punto encuentro de las gentes, que confluirán
para ser instruidos en sus caminos para marchar por sus sendas, porque de Jerusalén saldrá la palabra del Señor, que será el juez
de pueblos numerosos.
Y el resultado será un cambio radical de la vida de la
humanidad, de las espadas de guerra
forjarán arados de labranza, y de las lanzas, podaderas.
Todo eso conducirá a
caminar juntos a la luz del Señor.
Todo ello es un anuncio de esperanza, que todavía no se
cumple en los días de Isaías, pero que ya se vislumbra la luz al final de los
días. Es el anuncio mesiánico, la esperanza de la aparición del Mesías, Señor.
En la 2ª lectura (Rom.13,11-14) nos advierte Pablo que
tomemos en cuenta el tiempo en que vivimos, y por tanto que es hora de
espabilarse, porque se acerca nuestra
salvación, que está más cerca que cuando empezamos a creer. Es un
aldabonazo en la vida del creyente: iniciamos un nuevo año… Supone que vamos
acercándonos al momento del encuentro: la
noche está avanzada, el día se echa encima; dejemos las actividades de las
tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno
día, con dignidad. Nada de comilonas, ni borracheras, nada de lujuria ni
desenfreno, nada de riñas y pendencias. Ha sido todo un plan de vida que
mira a la celebración de ese día de encuentro con el Señor, y que es muy
aplicable en concreto a la celebración de la Navidad. Por eso vestíos del Señor Jesucristo y que el
cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos.
El evangelio nos pone ante la descripción de Mateo
(24,37-44) de los últimos tiempos, que deben aprender de lo ya sucedido: como en los tiempos de Noé, que cuando menos
esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos. El final de la vida de
cada persona es imprevisible. Y Adviento nos pone ante esa visión, porque se
trata del verdadero adviento al que nos encontramos nosotros: la que será la
última venida de Jesucristo (que en realidad, para cada cual, es el momento de
su muerte).
No se sabe el cuándo: estarán
dos en el campo; a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán. Dos mueres estarán
moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Consecuencia: Estad en vela porque no sabéis a la hora en
que vendrá vuestro señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche va a llegar
el ladrón, estaría en vela y no le dejaría abrir un boquete. Por eso estad también vosotros preparados
porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre.
Posiblemente gustaría que hablar del Adviento nos pusiera
devotamente de cara a las fiestas de la Navidad. Eso es una parte de la
celebración pero no es todo, ni lo más verdadero de este período litúrgico, que
lo que busca es poner de frente al encuentro definitivo que todos hemos de
tener con Señor. No nos quedamos en el recuerdo de lo que pasó. Nos enfrentamos
con nuestra realidad, y nuestra realidad mira al futuro, que prácticamente es
lo que tenemos en la mano. El pasado no lo podemos cambiar ya. Pero debemos
aprender del pasado para conseguir que mañana sea mejor. Y ese “mañana”
comienza con el Adviento, y con esta llamada que hemos tenido en este Domingo
1º del Ciclo A.
Nos queda que hacerlo todo eso una realidad viva, a través
de darle sentido cada vez más pleno a la EUCARISTÍA. En ella construimos el
presente y con ella nos fraguamos el futuro, como prenda que es de la vida eterna.
Pidamos al Señor que nos dé a vivir un Adviento más completo.
-
Que no caigamos en la rutina de
un adviento más en nuestra vida. Roguemos
al Señor.
-
Que nos disponga a prepara mejor nuestro espíritu al encuentro del
Señor. Roguemos al Señor.
-
Que celebremos la llegada de Jesús sin comilonas ni borracheras, ni
excesos de cualquier tipo. Roguemos al
Señor.
-
Que la gran celebración del adviento tenga su centro en la Eucaristía. Roguemos al Señor
Dispón nuestra atención a celebrar el encuentro contigo con
una mejoría cierta en nuestras actitudes.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Ojalá comprendamos el valor y la riqueza de la Liturgia que nos va llevando de la mano a encontrarnos con Dios nuestro Señor y Salvador.
ResponderEliminar