LITURGIA 3º Adviento.- A
Juan Bautista está en la cárcel. Y en las
esperanzas mesiánicas está la liberación de los presos. Por eso, Juan, que ha
confiado plenamente en Jesús, ahora llega a plantearse si verdaderamente ese es
el Mesías que ha de venir puesto que no lo libra a él (Mt11,2-11), y le envía a
dos de sus discípulos a preguntar a Jesús si él es el Mesías o tienen que
esperar a otro.
Jesús no les responde con una respuesta afirmativa ni
negativa. Retiene junto a sí a aquellos enviados de Juan para que lo vean
actuar. Jesús sigue su labor de siempre y hace sus obras. Y después remite al Bautista a esos discípulos, con el
encargo: Id y anunciad a Juan lo que
habéis visto y oído: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia
la Buena Noticia. Todo son signos mesiánicos, que ya han sido anunciados en
la 1ª lectura de hoy (Is.35,1-6.10), y que de hecho se cumplen en Jesús.
No significa que la obra mesiánica va a venir al modo de
cada persona; y lo importante es no escandalizarse de que no salen las cosas
como uno quiere, sino que todo ha de discurrir al modo de Dios.
Los discípulos de Juan se fueron a contarle a su maestro lo
que habían visto, que eran las señales de Jesús, y que eran las señales
mesiánicas..
Y Jesús se quedó con la gente, a quienes habló de Juan
Bautista con gran elogio. ¿Qué salisteis
a contemplar en el desierto: una caña agitada por el viento? ¿Un hombre sin
personalidad que se mueve según sopla el aire? ¿O qué fuisteis a ver: un hombre vestido de lujo? Los que visten de
lujo están en los palacios. Entonces ¿qué salisteis a ver: un profeta?
Y Jesús afirma entonces que, en efecto, Juan es un profeta
y más que profeta, porque él no anuncia en la distancia como los otros profetas
del Antiguo Testamento, sino que en él se cumple la profecía: Yo envío a mi mensajero dejante de ti, que
prepare el camino ante ti. Es el profeta que ya señala con el dedo al
Mesías y le prepara el camino. Os aseguro
que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista. Hasta llegar
a él, Juan es el mayor de los profetas.
Eso sí: el que ya pertenece al Reino, es mayor que él,
porque ya está en el espíritu de la salvación que trae el Mesías. Para los que
ya estamos en el Reino, el anuncio del Adviento es transcendente: no es ya
decir que va a entrar en el mundo el Hijo de Dios –porque ya entró y desarrolló
su vida en medio de un pueblo-, sino que nos proyecta a una preparación hacia
el encuentro que todos hemos de tener con Jesucristo, que volverá al final de
los tiempos, y con él nos encontraremos de una manera real.
Lo que no se consigue hoy, no debemos desesperar, porque
puede conseguirse mañana. Por eso en la 2ª lectura (Sant.5,7-10) se nos invita
a tener paciencia, y vivir la vida así hasta la venida del Señor. El adviento
histórico duró siglos. María, la Madre de Jesús, tuvo también su adviento de años.
Nosotros tenemos a la vista nuestro encuentro definitivo con el Señor, que
podrá prolongarse más o menos pero que es encuentro seguro.
En el caminar diario hay encuentros parciales con el Señor:
en la Eucaristía, en la meditación de la Palabra, en los buenos ejemplos de
personas edificantes…, a través de lo cual vamos profundizando en el
pensamiento de Jesús y en los sentimientos de su Corazón. Ojalá que este
adviento no pase de largo por nuestras vidas, sino que deje un poso en el alma
que nos haga vivir ya con profundidad mayor el más inmediato encuentro de la
Navidad, fiesta de Jesús.
Avanza el tiempo de adviento y nos interpela sobre nuestra
manera de vivirlo. Pidamos, pues, a Dios que nos enriquezca con sus dones.
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Para que sepamos descubrir signos que nos manifiestan la presencia
actual del Señor. Roguemos al Señor.
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Para que seamos fieles a las llamadas que el Señor nos hace en la vida
diaria. Roguemos al Señor.
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Para que seamos caritativos con los pobres, como signo de acogida de
Jesús. Roguemos al Señor.
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Para que en la Eucaristía concentremos nuestros propósitos del
adviento. Roguemos al Señor.
Queremos vivir la alegría de la cercanía de la Navidad, y
disponernos a vivirla cristianamente, como presagio del encuentro definitivo
con el Señor.
El cual vive y reina por los siglos de lo siglos. AMÉN.
Ciertamente el Adviento nos debe hacer conscientes de que vivimos en una espera permanente. En nuestras vidas siempre hay cosas que esperamos. La actitud con la que esperamos creo que es fundamental para encarar el tiempo en que las situaciones o las cosas no se dan en el modo que quisiéramos nosotros. Dios nos conoce personalmente por nuestro nombre, y el tiempo es suyo.
ResponderEliminarCiertamente Dios actúa en su momento, tal como hizo Jesús en aquellos días. Todo pasa y todo llega. A veces nos creemos estar al final de algo, y a lo mejor no es el final. Recientemente un actor famoso ha cumplido 103 años. Imagino que hará más de una década como mínimo que pensará que su final estaba cerca. Y luego pasa que no importa lo que pensemos, porque es Dios quien decide el cómo y el cuando. No es relevante lo que a nosotros "nos parece", sino "lo que es".
Para el mundo si Dios que va al desastre, el Adviento no es nada, o en todo caso es un tiempo de consumo masivo, de manifestaciones masivas de luminotecnia y "ambiente" y de búsqueda de la felicidad momentánea para unos, y de ni siquiera eso, para otros. Pues hay quien se lamenta de este periodo del año. Unos por que hace frío (últimamente menos), otros porque les trae al recuerdo las personas ausentes, etc.