LITURGIA La Inmaculada
Celebra hoy la Iglesia la fiesta de la
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, una de las fiestas más
luminosas, que nos lleva al privilegio excepcional que obtuvo María de no tener
el pecado original que marca la vida de la humanidad desde su concepción. María
fue preservada de esa mancha por privilegio especial de Dios, y en aplicación
adelantada de los méritos de la redención de Jesucristo. De modo que María fue
también redimida, para no caer; nosotros somos redimidos después de haber
contraído la mancha inicial, por pertenecer a la descendencia de Adán.
La 1ª lectura (Gn.3,9-15.20) nos narra esa realidad con la
riqueza de imágenes propias de la Biblia. Dios dio al hombre y la mujer todo el
dominio de la existencia, pero con la condición de respetarla. Y como una
prueba simple de que respetaba los planes de Dios, puso Dios el veto sobre el
árbol de la vida. De ese árbol no podía comer, porque representaba la
paternidad de Dios, y desgajar su fruto equivalía a desgajarse de Dios. Una
prueba muy simple, pero válida para mostrar la obediencia a Dios, que había
dado toda la Creación para disfrute del género humano.
Adán y Eva se saltan el plan de Dios, echan mano del fruto
de ese árbol, y en ese momento pierden la amistad con Dios. Dios pregunta qué
han hecho y Adán le echa la culpa a Eva, Eva se la echa a la serpiente, como
elemento de tentación que les ha engañado, prometiéndoles que con la comida de
aquel árbol serían como dioses. Pecado, pues, de soberbia, de pretender
arrebatarle el poder a Dios.
Y Dios maldice a la serpiente y hace una promesa de
renovación del plan salvador: pondrá
enemistad completa entre la mujer y la tentación. Esa Mujer será la Madre
del redentor que derrotará al demonio. Esa Mujer no tendrá relación alguna con
la tentación. Esa Mujer está concretada, al cabo del tiempo, en la persona de
María. He ahí por qué esta lectura para definir a María como Mujer inmaculada.
La Maternidad de María sobre el Hijo de Dios está expresada
en el evangelio de hoy (Lc.1,26-38), y el secreto está en que María sí es
obediente a Dios en todos los detalles, y cuando Dios le presenta su plan de
salvación, en el que cuenta con ella, obedece rendidamente y pronuncia su
palabra de rendición absoluta a la voluntad de Dios: Hágase en mí según tu palabra. Y en ese instante el Verbo de Dios,
el Hijo del Dios Altísimo, entra en el seno de Maria bajo la acción del
Espíritu Santo.
El Adviento está presente en la liturgia de hoy a través de
la 2ª lectura (Rom.15,4-9), correspondiente al formulario del 2º domingo de
Adviento del Ciclo A.
En esta lectura se hace patente la fidelidad de Dios,
expresada en su paciencia para todos los hombres, pues de una parte es fiel con
los judíos, en atención a las promesas de todo el Antiguo Testamento, y de otra
parte acoge a los gentiles, para que alaben a Dios por su misericordia.
A unos y a otros les anuncia Dios la llegada del Mesías
prometido, y les invita a acogerlo en las diversas etapas a que nos aboca el
Adviento: una actitud religiosa en la celebración de la Navidad, que representa
la primera venida de Jesucristo. Una preparación interior profunda para
recibirlo cuando llegue personalmente a cada uno en el momento final de la
historia de cada persona. Y una acogida diaria en las continuas llegadas que
hace en nosotros el Señor, en su Palabra meditada, en la Eucaristía bien
preparada y recibida con el alma, y en cada uno de los sacramentos, en los que
tiene una parte importante el de la Confesión, para purificar al alma ante esa
llegada de Jesucristo al alma de cada persona. Llega el Señor por los buenos
ejemplos de buenas amistades y por la acción educadora de la familia. Llega el
Señor por múltiples modos en los que quiere hacérsenos presente a través de
cada día. Lo importante es acoger esas manifestaciones de lo bueno, y hacerse
receptivo a sus enseñanzas.
María nos es ejemplo de fidelidad en los pequeños detalles,
desde la limpieza de su alma inmaculada, que siempre estuvo abierta a agradar a
Dios.
Por medio de María Inmaculada, elevamos nuestras peticiones
al Señor.
-
Por la Iglesia, que sea santa en sus miembros e instituciones. Roguemos al Señor
-
Por España, para que bajo la protección de María conserve el tesoro de
la fe. Roguemos al Señor.
-
Por cada uno de nosotros para que copiemos de María el alma limpia de
pecado. Roguemos al Señor.
-
Para que la Hostia pura, santa e inmaculada nos purifique de nuestras
tendencias. Roguemos al Señor.
La limpieza de corazón de la Inmaculada Madre de Dios, nos
atraiga a unas costumbres más limpias en nuestros pensamientos, miradas,
palabras y obras.
Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.
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