LITURGIA
Me es muy sugerente el texto
de la 1ª lectura para un día último de año. Parece que está escrito para esa
ocasión, y la verdad es que es la continuación del texto de ayer. 1Jn.2,18-21
comienza con una llamada: Hijos míos, es
la última hora. Como un toque de atención a nosotros que hemos llegado a
este final, y que hemos de vivirlo con acción de gracias y con expectativa. “La
última hora” parece un aviso de algo que llega a su final y debe rendir
cuentas.
Pero a su vez mira hacia adelante, como advertencia, porque
habéis oído que iba a venir el
anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos
cuenta que ya es la última hora. Cierto que para San Juan aquella aparición
de tantos enemigos de Cristo es la señal del fin del mundo, y entonces le es
mucho más significativa esa “última hora”.
Le duele al apóstol que han
salido de entre nosotros. ¡Pero no eran de los nuestros! (expresión que
para Juan es muy cordial: “los nuestros” son los que tienen un mismo pensar y
un mismo querer, una misma fe, un mismo modo de proceder). Lo que no quita que
de en medio del grupo de los mismos creyentes, han surgido anticristos. ¿Nos
extraña mucho eso, dicho a nosotros, que vivimos una realidad muy semejante, en
la que muchos que estuvieron en la práctica cristiana, se han vuelto contra la
Iglesia y contra el mismo Papa? Si
hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros. Pero sucedió
así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
Concluye levantando el ánimo de “los nuestros”: En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el
Santo, y todos vosotros lo sabéis. Os he escrito no porque desconozcáis la
verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.
En el evangelio volvemos al Prólogo de San Juan, que ya leíamos
en la MISA DEL DÍA del 25 (Navidad). Es una pieza casi mística del evangelio,
en la que el evangelista nos sube hasta la misma eternidad de Dios, para
mostrarnos que el Niño que ha nacido en Belén, el Hijo de María, es Hijo de Dios,
que existe desde el principio, desde
la eternidad, siendo igual al Padre, y siendo Dios. Y es, por lo mismo el
Creador, porque nada de lo que existe se ha hecho sin él: Por medio de la Palabra se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo
que se ha hecho.
Palabra, Verbo y Luz y Vida: En la palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz
brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibe. No hay peor sordo que el
que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver. “La tiniebla” es esa
cegazón que se niega a ver, y por tanto no recibe la Luz.
La Palabra era la luz
verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el
mundo se hizo por medio de ella. Y sin embargo el mundo no la conoció. Es el concepto peyorativo del mundo, aquel
por el que el propio Jesús dijo que no rogaba, porque está asentado en el
maligno.
Porque hay otra realidad del mundo de las criaturas fieles,
y a cuantos la recibieron, les dio poder
para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Son lo que han nacido de
nuevo por la gracia de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria
propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia de verdad
Puede comprender el lector que no hay mucho que poder explicar.
Nos ha subido Juan a las alturas y sólo queda la posibilidad de arrodillarse
ante la sublimidad de lo que ha expuesto. E irlo rumiando poco a poco y
haciéndolo propio pensamiento y vivencia espiritual, porque nos queremos sentir
entre “los nuestros”, los que viven la fe absoluta en la palabra revelada.
Y feliz año 2020
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