LITURGIA Domingo 23 C, T.O.
El evangelio de hoy es de suma importancia
porque pone delante una máxima exigencia en quienes quieren ser de Cristo. Dice
Jesús muy claramente (Lc.14,25-33): Si
alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a
sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser mi
discípulo.
El planteamiento es digno de meditar y asumir. No nos quita
nada del amor a nuestros familiares, sino que todo amor humano tiene que estar en
segundo plano respecto de la llamada de Jesús. Primero es Jesús y sus mandatos.
Luego, viene lo demás, y ojalá que con un inmenso amor a padres, hijos,
hermanos…
Lo que quiere hacernos saber Jesucristo es que tenemos que
tomarnos el pulso en nuestra vida cristiana, y que sepamos llevar adelante las
exigencias de ella, sin que nada humano pueda difuminarlo o entorpecerlo.
Viene aquí la 1ª lectura (Sap.9.13-19) en la que nos
expresa que si ya nos es difícil entender las cosas terrenas, es lógico que nos
cuesta entender las celestiales, pero –tras el trabajo ascético que supone
vivir ese evangelio- debe imperar la sabiduría del Santo Espíritu desde el
cielo. Sólo así serán rectos los caminos
de los hombres, y aprenderán lo que agrada a Dios. Eso requiere una
sabiduría, que da Dios.
Como un caso práctico concreto, la 2ª lectura, de la carta
a Filemón (9-10.12-17) nos hace ver hasta dónde el sentido cristiano es
exigente. Onésimo es un esclavo de Filemón y en algo le ha fallado, y Filemón
lo deja en la calle.
Pablo aboga a favor de Onésimo y le pide a Filemón que lo
readmita. Pero ahora no como esclavo sino como hermano. Y aprieta la tuerca de
tal manera que le hace saber a Filemón que debe recibir a Onésimo como
recibiría al mismo Pablo, del que tiene motivos muy fuertes para recibirlo.
Queda patente que el vivir cristiano no es un pasar por la
vida con unas cuantas formas externas, sino con exigencias muy hondas.
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Una 1ª lectura, tomada del profeta Miqueas 5,2-5, que
propiamente hace alusión al nacimiento de Jesús, referido a Belén, pero
advirtiendo que su origen es muy de antiguo. Ahí entra la referencia a María de
una manera velada, pero es que no hay ningún texto que hable directamente del
nacimiento de María.
La 2ª lectura es de la carta a los Romanos 8,28-30, con la
afirmación solemne de que a los que aman
a Dios, todo les sirve para el bien. Para acabar en una concatenación: A los que escogió, Dios los predestinó a ser
imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los
que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó,
los glorificó. Una referencia perfectamente aplicable a la Virgen.
Para llegar a un evangelio que leemos de forma parcial
porque empieza con una genealogía propia de los hebreos, que desemboca en José,
esposo de María, de la cual nació Cristo.
Leemos la parte de la concepción de Jesús, en la que queda
claro que la generación de Jesús no viene por medios humanos, porque José no ha
intervenido en nada. Lo que se ha cumplido es la profecía de una virgen que engendra un hijo y lo da a
luz y le pone por nombre: Enmanuel (Dios con nosotros).
En estas referencias a la Virgen María, unas veces más
ocultas y otras más abiertamente manifestadas, queda enmarcada la fiesta de
María, y para nosotros, la fiesta de la Patrona, la Virgen de la Victoria, con
una parte de tipo histórico, y por la otra llevándonos a la victoria por la que
hemos de salir adelante en medio de las dificultades y tribulaciones de la
vida. Que Ella nos proteja y nos encamine en medio del valle de lágrimas por el
que hemos de pasar.
Acogidos a la protección maternal de la Virgen María,
suplicamos de Dios sus gracias.
-
Para que salgamos victoriosos de los embates de Satanás y sus
ministros, Roguemos al Señor.
-
Para que nuestros afectos humanos se pospongan siempre al servicio de
Dios, Roguemos al Señor.
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Para que seamos hijos fieles de la Virgen María, Roguemos al Señor.
-
Para que la Eucaristía nos impulse a una vida santa, Roguemos al Señor.
Por intercesión de Santa María de la Victoria, defiende a
nuestra ciudad y a sus habitantes de los males que pueden acecharlos.
Lo pedimos por Jesucristo N.S.
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