LITURGIA
Entramos en el libro de Esdras (1,1-6) que pone
delante un período de libertad del pueblo de Dios. Ha subido al trono de Persia
el rey Ciro, un rey pagano pero respetuoso con la realidad de los pueblos, y en
consecuencia da libertad al pueblo judío, ahora cautivo, a regresar a su
patria. Dios ha puesto en mis manos todos
los reinos de la tierra, y Dios me ha encargado edificarle un templo en
Jerusalén de Judá. Lo que significa que los
que pertenecen a ese pueblo, que su Dios le acompañe y que suban a Jerusalén
para reedificar el templo del Señor.
E invita a todos los judíos que vivan en otros de sus
territorios a volver a Jerusalén y en definitiva a su patria, con la ayuda de
las gentes de esos lugares, que deben proporcionarles los medios necesarios
para la reedificación del templo.
Y en efecto se pusieron en marcha los cabezas de familia,
los sacerdotes y los levitas, y todos los que se sintieron impulsados por Dios,
a realizar aquella obra de tanta importancia para el pueblo judío.
De ahí el SALMO elegido (125) con su estribillo repetido: El Señor ha estadio grande con nosotros.
Para el pueblo de Dios, desterrado, no podía haber noticia más grande que la de
la posibilidad de regresar a su país, a su Ciudad, a su templo, y recuperar en
libertad todos los grandes valores que había perdido. La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los
gentiles decían: El Señor ha estado grande con ellos”. Y así, los que sembraron
con lágrimas, recogen la cosecha entre cantares.
Lc.8,16-18 sintetiza un tema que Mateo desarrolla más pero
que viene a decir la misma realidad: Nadie
enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama.
La luz se enciende para iluminar, no para esconderla. Por eso el sitio de la
luz es el candelero que, puesto en alto, ilumina todo el recinto, y todos los que entran tengan luz. San
Mateo lo ha unido a la palabra de Jesús que ha dicho que sois luz del mundo. Por tanto es nuestra propia luz personal la que
tiene que iluminar. Tenemos que ser ejemplo para los otros, y nunca crear
sombras.
Hay “maestros” que tienen el prurito de explicar los datos
bíblicos con una tendencia laicizante, desposeyéndola de su valor sobrenatural
y su enseñanza espiritual. Muchas veces son personas que han oído campanas y se
han quedado con el sonido pero no han profundizado en el tema, informándose,
contrastando. Personas que llevan a gala soltar la última novedad que les ha
llegado, sin saber el valor científico y juntamente bíblico que tiene aquello.
No son precisamente candeleros de luz que ilumina sino zonas oscuras que hacen
más daño que provecho. Jesús lo ha dicho muy claro: la luz no se ha hecho para
taparla u ocultarla o apagarla. La luz tiene que iluminar. Y esos falsos
maestros que intentan desmontar todo lo sobrenatural y reducirlo a la razón,
son todo lo contrario de luces sobre el candelero. Y no calibran el daño tan
fuerte que provocan en muchas personas y en la fe de tantos que están ahora
abriéndose al mundo de los conocimientos.
Claro que nada hay
oculto que no llegue a saberse o hacerse público en las dos direcciones: en
lo falso de esas interpretaciones y en la luz verdadera de los estudiosos
profundos del tema. Todo va a saberse y hacerse público. Porque los estudiosos
de la Biblia tienen ciertamente muchas cosas que decirnos y aclararnos para
situarnos en la verdad.
Y quiere Jesús que lo escuchen bien, y dice a continuación:
al que tiene, se le dará; y al que no
tiene, se le quitará hasta lo que cree tener. Al que va con la verdad y la
luz por delante, se le dará el efecto positivo de su luz, que es iluminar. Al
que no tiene luz sino que siembra sombras, se le quitará hasta la parte de
verdad que tiene, porque con la demostración de sus errores, acabará perdiendo
la confianza de sus oyentes hasta en lo que dijo verdadero.
Seamos luz. Evitemos todo lo que puede alterar y hacer
tambalear la fe sencilla del pueblo. Démosle lo que construye. No significa que
lo mantengamos en la ignorancia, pero dosifiquemos nuestra luz para que no se
convierta en deslumbre de las almas, a las que puede hacérsele más daño que
provecho.
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz (Oración de San Francisco)
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