LITURGIA
Los colosenses habían vivido antes sin tener
conocimiento de Cristo y del evangelio (1,21-.23) y tenían malas acciones
porque vivían al margen de Dios. Pero han aceptado a Jesucristo quien, por su
muerte, los ha salvado y los ha reconciliado con Dios que los acepta en su
presencia como a pueblo santo.
Lo que ahora les recomienda es no perder ese cimiento y a
permanecer arraigados en la fe e inamovibles en la esperanza que les pone de
manifiesto el evangelio. Es el evangelio que se proclama en todo el mundo, y
Pablo es mensajero del mismo.
La insistencia en el evangelio es algo que debe constituir
una obsesión apostólica en todos los creyentes y mensajeros de Dios, con la
seguridad de que en todas partes se anuncia la misma Palabra y se trasmite la
misma fe.
Hay que aclarar dos puntos: uno, que “evangelio” es el
Evangelio (los 4 evangelios) y no es otra forma de piedad o de rezos. Porque es
muy corriente que cuando se pregunta a alguien si maneja el evangelio, responde
con naturalidad que “si” porque reza el rosario y tiene tales o cuales
devociones o escucha Radio María. Todo son opciones muy buenas y loables pero
no son concretamente EL EVANGELIO.
El otro punto es quien afirma que “todos los días lee el
evangelio”. Pero se limita a leerlo o escucharlo en Misa. No lo medita, no lo
profundiza, no llega a “entenderlo” en clave personal. No lo MANEJA, lo cual
supone tener el libro del evangelio en la mano y rumiarlo para tratar de
personalizar su enseñanza.
Una tercera opción que no merece la pena comentase es la de
quien afirma muy ufano que lo tiene en la mesita de noche. Pero de ahí no pasa.
Pablo, a los fieles de Colosas les habla de un evangelio
que crea en ellos esperanza. Es decir, es un principio activo en la vida
espiritual de la persona.
Una de las objeciones que sacan a relucir algunos es que
“ya se lo saben de memoria” Es lo que podríamos decir nosotros ante el texto
que tenemos hoy por delante: Lc.6,1-5, tantas veces tratado y del que –en
principio- parece que no tiene uno nada nuevo que añadir. Y sin embargo es la
labor de la oración encontrarle al texto una nueva explanación…, o un
profundizar en la que ya conocemos y “sabemos de memoria”.
No suelo fijarme habitualmente en el tema del hambre de los
discípulos. En otros evangelistas se hace acento en ese punto, y de hecho Jesús
argumenta contra los fariseos con el hambre de David. Pues vamos a ver lo que
puede darnos este tema si lo tomamos desde ese punto de vista.
Que los discípulos tuvieron hambre y que mataron el
gusanillo cogiendo esas espigas del sembrado, sería un punto de partida. Quiere
decir que es una realidad que “el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su
cabeza”, y de esa situación participan aquellos hombres. Y realmente tienen los
estómagos vacíos, y aquellos granos que se llevan a la boca, palian un poco esa
sensación.
Es lo que menos importa a los fariseos, que únicamente
intervienen desde la exigencia del Sábado. Han visto a los discípulos triturar
entre sus manos las espigas, y ese “trabajo” es el que ellos ven como violación
del descanso sabático: ¿Por qué tus
discípulos hacen lo que no está permitido hacer en sábado?
Jesús no hace mucho hincapié en aquella objeción y sale por
la parte del hambre, para elevar la mentalidad de los fariseos: Lo que hizo David cuando él y sus hombres
sintieron hambre. Quiere poner Jesús el acento en algo principal, básico, e
incluso para el aspecto caritativo, por aquello de que “quiero misericordia más
que sacrificios”. David entró en casa de
Dios, tomó los panes presentados, que sólo podían comer los sacerdotes y comió
él y sus compañeros. Hasta se puede llegar a eso cuando hay una necesidad.
Al lado de una situación así, ¿qué valor tiene haber
frotado unas espigas en las palmas de las manos? ¿Acaso el “Sábado” puede
prevalecer sobre necesidades mayores?
Luego, hay una razón por encima de todas las razones, que
es con la que concluye Jesús su conversación con los fariseos: El
Hijo del hombre es señor del sábado. Si no querían otras explicaciones,
ahí llevaban la definitiva, aunque les escandalizara.
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