Hoy, ESCUELA DE ORACIÓN.- 5’30. Málaga
LITURGIA
Hoy sí es más doctrinal el texto de la
1ªTimoteo que nos brinda la liturgia. Es un texto para leer despacio y comentar
sobre la marcha más que pretender explicarlo. 6,2-12 es la palabra de Pablo a
Timoteo sobre una manera de proceder: Esto es lo que tienes que
enseñar y recomendar.
Se trata de poner el evangelio ante los ojos de los hombres y mujeres a los que
dirige su catequesis.
Si
alguno enseña otra doctrina y no se aviene a las palabras sanas de nuestro
Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, es un orgulloso y
un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones y discusiones
sobre palabras. Hay personas que se pierden en disquisiciones inútiles,
pretendiendo razonar la fe. Y la fe, aunque es razonable (porque no va contra
la razón), no puede alcanzarse por la razón. Y de esas discusiones surgen
errores y tensiones: de ahí salen
envidias, polémicas, blasfemias, malévolas suspicacias, altercados
interminables de hombres corrompidos en la mente y privados de la verdad, que
piensan que la piedad es un medio de lucro. De hecho muchas facciones
religiosas, que acaban siendo sectas, montan un negocio alrededor de su modo de
expresar la religión.
Advierte Pablo, dando un salto en la idea, que La piedad es ciertamente una gran ganancia
para quien se contenta con lo suficiente. Pues nada hemos traído al mundo, como
tampoco podemos llevarnos nada de él. Teniendo alimentos y con qué cubrirnos,
contentémonos con esto. Es otra clase de ganancia, que no es el “medio de
lucro”. Y yerra profundamente quien pretende hacer de la fe cristiana un medio
de provecho económico personal o sectario: Los
que quieren enriquecerse sucumben a la tentación, se enredan en un lazo y son
presa de muchos deseos absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina
y en la perdición. Porque el amor al dinero y la codicia es la raíz de todos
los males, y algunos, arrastrados por él, se han apartado de la fe y se han
acarreado muchos sufrimientos.
Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de
estas cosas. Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la
mansedumbre. Un buen
programa de vida que puede tomarse como planteamiento de actuación por
cualquiera que sea verdaderamente creyente y quiera vivir el evangelio y la
imitación y seguimiento de Jesucristo.
Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste
llamado, y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos. Así
concluye Pablo su exhortación al discípulo. La fe supone combate. Para buscar
la justicia y vivir la verdadera piedad…, para vivir la paciencia cristiana y
la mansedumbre…, y en definitiva para vivir el amor, es necesario estar muy
sobre sí y combatir las muchas realidades que se oponen a esa forma de vida que
brinda el mundo, en las que es fácil enredarse bajo el engaño que suscita la
acción diabólica en nosotros.
El
evangelio de Lc.8,1-3 tiene poco que explicar. Es un relato de hechos
generales. Jesús caminaba de ciudad en
ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios.
Jesús, el incansable, que tiene verdadero celo por trasmitir a las gentes el
mensaje del Reino, y por tanto la verdadera forma de adorar y servir a Dios: la
“Buena Noticia”, la noticia de la salvación desde la interioridad de la vida y
la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Le
acompañan los apóstoles, que son ya los inseparables. Pero al grupo se han
sumado algunos de los que han sido curados por él de enfermedades o posesiones
diabólicas. Ahí iba María Magdalena, que es posiblemente la pecadora
arrepentida de que ha hablado poco antes, y de la que ahora se le señala como de la que había echado siete demonios.
La mujer que ha amado mucho porque se le ha perdonado mucho, y que ahora
corresponde agradecida a Jesús acompañándole y sirviéndole en lo que está en su
mano hacer en medio del grupo.
Van
También algunas otras mujeres que subvencionan con sus bienes lo que pueden, y
que son una ayuda para la labor de Jesús, volcado completamente en la difusión
de la Palabra de Dios. Lo que suscita la reflexión de aquellas personas que –de
una u otra manera- pueden colaborar en la labor de los pastores de la Iglesia,
unas veces con su labor silenciosa que ayuda a los párrocos que tantas veces se
encuentran muy solos; otras veces con su ayuda económica para el sostenimiento
de las necesidades caritativas y benéficas que sostiene la Parroquia.
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